El gobierno de Gustavo Petro sigue sumando capítulos de una tragicomedia que, cada día, parece más un guion de Protagonistas de Novela.
Con enfrentamientos internos, acusaciones cruzadas y una serie de situaciones surrealistas, la Casa de Nariño se ha convertido en el epicentro de una crisis que, lejos de ser externa, se cocina dentro del propio Palacio.
En la última semana, el embajador en Reino Unido, Roy Barreras, se vio en el ojo del huracán tras ser acusado por Luis Carlos Reyes, actual ministro de Industria y Comercio, de presionar nombramientos en aduanas para beneficiar a “Papá Pitufo”, un personaje vinculado con el contrabando y solicitado en extradición. La defensa de Barreras fue tan insólita como la denuncia misma: sugirió que Reyes debería someterse a una evaluación psiquiátrica, para luego denunciarlo él mismo. El eco de esa frase, «Caiga quien tenga que caer», parece ser el mantra del gobierno, un lema que cada vez suena más vacío en un mar de traiciones y contradicciones.
Pero no solo Barreras y Reyes están en el ojo de la tormenta. La W Radio reveló que un asesor de Laura Sarabia estaría involucrado en un escándalo de corrupción relacionado con el sector salud, junto a su hermano. Sarabia, al ser señalada, intentó desmarcarse alegando que la decisión sobre el nombramiento de Mauricio Marín en Fiduprevisora no fue de su mano. Sin embargo, la pregunta que ronda es: ¿qué pasará realmente con los implicados? Nada, como siempre. La doctrina del “todo pasa” parece aplicarse aquí con regularidad.
En un giro aún más absurdo, la Casa de Nariño, esa fortaleza de poder, ha pasado a ser casi una casa cárcel de lujo. El presidente Petro, en un acto que muchos consideran un abuso de poder, recibió al periodista Gonzalo Guillén, quien ha calumniado al gobierno, y le ofreció cumplir su arresto domiciliario en el mismo Palacio Presidencial. Por si fuera poco, el ministro de Salud, Guillermo Jaramillo, intentó desafiar la independencia judicial recusando al magistrado de la Corte Constitucional que obligó al gobierno a ajustar el presupuesto en el sector salud.
Como si todo esto no fuera suficiente, el Ministro de Educación, quien se jactaba de ser un “modelo a seguir” en el mundo académico, recibió un fracaso rotundo en su tesis de maestría en la Universidad Nacional. A pesar de las críticas a su trabajo, Petro se mostró más que complacido, felicitándolo por ser un ministro que también estudia. Una declaración que, sin duda, hace pensar que el presidente no tiene claro el concepto de coherencia.
En medio de tanto caos, se sumó un nuevo capítulo con el nombramiento de Armando Benedetti como Ministro del Interior, un personaje que, en el pasado, no dudó en amenazar al presidente con la caída de todo su gobierno. Ahora, parece haber logrado su objetivo, y en un giro de 180 grados, es recibido con brazos abiertos por las feministas del Pacto Histórico.
Mientras tanto, el presidente Petro, quien parece cada vez más alejado de la realidad, afirmó en una entrevista con El País que gobernar le ha causado una profunda infelicidad. Si él se siente así, ¿qué pueden esperar los colombianos bajo su liderazgo?
Por último, Petro y su saliente Ministro de Defensa, Iván Velásquez, restaron importancia a la crisis de seguridad que azota al país, minimizando la violencia, las masacres, el desplazamiento forzado y los crímenes que desangran a Colombia. Para ellos, todo parece estar bajo control, y los colombianos, quienes día a día sufren las consecuencias, simplemente deben «no exagerar».
Así, el gobierno de Petro sigue añadiendo nuevos y sorprendentes episodios a su tragicomedia. Con tanto fuego amigo y una Casa de Nariño llena de traiciones y caos, parece solo cuestión de tiempo que, en cualquier momento, se incendie.