¿Gabo, pedagogo?

POR: ISAAC ROMERO

Cuando se habla de Gabriel García Márquez, es común pensarlo como un genio del periodismo y la literatura latinoamericana y universal. El relacionar a Gabo con la educación podría resultar extraño para muchos, y más al darle la categoría de pedagogo. Por tanto, el objeto de este escrito es trazar el camino escolar que siguió el nobel desde sus inicios en Aracataca hasta el abandono de la carrera de derecho en la Universidad  Nacional de Bogotá, su experiencia como maestro en la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y los postulados que hizo sobre la necesidad de una educación formadora, vocacional y direccionada a explotar las habilidades y talentos congénitos de la niñez y la juventud, para construir una nueva sociedad.
De esta forma, es necesario responder dos preguntas que serán dilucidadas en el transcurso de la lectura: cómo una persona formada en medio de un sistema educativo tradicional alcanzó el olimpo de la literatura? (¿Cuál fue el camino educativo seguido por nuestro Nobel?), y, se puede considerar a Gabo un pedagogo?
La educación, comprendida en su complejidad y amplitud como un «proceso social» (en palabras de sociólogo francés Emile Durkheim), es un punto clave para comprender la vida y obra de Gabriel García Márquez. Al penetrar en el realismo mágico de Macondo, en su profundidad, riqueza cultural, histórica y excelsa dicción, es factible interrogarse como una persona formada en un momento histórico donde el tradicionalismo pedagógico predominaba como un modelo memorístico y repetitivo pudo lograr destacarse en las letras latinoamericanas y universales. De esta manera, es válido adentrarnos en el camino educativo de nobel desde su primera infancia hasta el abandono de la carrera de derecho para dedicarse de lleno al periodismo y la literatura. En su niñez, vivió los primeros 7 años de su vida en Aracataca, un pueblo cálido y húmedo del caribe colombiano, de arena y vía férrea, en el cual se producían los bananos más grandes y donde la vida transcurría apaciblemente.
Al cuidado de sus abuelos maternos, Gabo se fue formando una idea de lo que era el mundo de las armas, la guerra y la sangre, a través de las anécdotas referidas por su abuelo, don Nicolás Márquez, quien había participado en la guerra más cruenta del rentado nacional: la guerra de los mil días. Por su parte, la abuela materna, doña Tranquilina lguarán, forjó en la conciencia del futuro nobel, la magia de la superstición y el influjo de la imaginación en la realidad, a través de cuentos de brujas, fantasmas y explicaciones fantasiosas de los sueños.
Esa génesis de educación informal (lo que se aprende proveniente de personas, sociedad, cultural y costumbres), sientan las bases de la conciencia, memoria e imaginario del realismo mágico garciamarquiano (Saldivar, D). El amor por las letras, nace y es incentivado desde muy pequeño por don Nicolás, que con diccionario en mano enseña los términos desconocidos al niño ávido de lectura. Su primera experiencia de educación formal, es en la escuela María Montessori, una pequeña institución recién inaugurada en Aracataca, por la maestra Rosa Fergusson, que buscaba enseñar siguiendo el método de la pedagoga italiana, haciendo énfasis “en el potencial creativo del niño, el deseo innato de crecer y aprender, y en la individualidad, la iniciativa y la orientación personal se adquieren a través de los sentidos del propio niño». (Martin, G).
Este periodo, que va hasta los siete años, influido por la educación recibida en casa de sus abuelos maternos, Gabo está inmerso en un mundo de lecturas, dibujo (hasta en las paredes con permiso de su abuelo), idas al cine, circos y novedades que llegaban al pueblo, visitas de personas adultas y sobre todo mujeres. Todos estos elementos, realidades y circunstancias influyeron en la imaginación del niño. Según su biógrafo oficial, Gerald Martin (como el mismo García Márquez dijo en una entrevista en 2006), es durante los primeros años que se crea el Macondo idílico que habría de conquistar al mundo entero. Un segundo periodo se puede situar en Barranquilla, donde Gabo llega con sus padres y hermanos en 1938, con 11 años de edad y la tristeza de haber dejado el mundo de Aracataca.
La familia reside en el popular Barrio Abajo, donde su padre abre una botica homeopática para el sustento familiar. Durante este tiempo, viven bajo condiciones materiales y económicas dificultosas, en una casa (que al día de hoy se mantiene en pie) conocida como «El castillo de Boyé», ataviada de una pequeña torre en la fachada, pintada de crema y rojo y decorada en la sala con columnas dóricas.
El pequeño, escuálido y mal alimentado, se ganaba algunos pesos repartiendo volantes, haciendo avisos jocosos como “Hoy no se fía, mañana sí”, en la tienda de la esquina, llamada “el Tokio”, y una vez, hasta pintando en el patio de su casa el letrero de un bus que cubría la ruta del barrio y por el cual le dieron la considerable suma de veinticinco pesos (Saldívar, D). La madre decide inscribirlo en el Colegio Cartagena de Indias, presidido por Juan Ventura Casalins, para que continuara con sus estudios primarios.
En esta época recordada por el literato como llena de dificultades y tribulaciones alcanza a leer obras como el Conde de Montecristo y La isla del tesoro. Posteriormente, la familia se traslada a Sucre para buscar mejores condiciones y optan por inscribirlo en El Colegio San José para iniciar la secundaria en una institución católica de renombre y tradición, dejándolo a cargo de unos familiares cercanos. En esta época, Gabito muestra sus dotes literarios y poéticos, dejando una honda impresión entre profesores y compañeros de clase. A los 15 años, conoce en unas tertulias poéticas a una mujer casada que describe en su autobiografía, vivir para contarlo, como una “blanca vaciada en cuerpo de mulata», se enamoran perdidamente, hasta que ella decide frenar el romance por miedo a su esposo, el cual trabajaba en un buque mercante.
El rompimiento dejó desconsolado al joven que, al llegar a las vacaciones de diciembre a la nueva residencia en Sucre, le dice a su familia que no quiere continuar estudiando en Barranquilla. (Martin, G.). En 1943, los padres deciden enviar al adolescente a Bogotá para aspirar a una beca de estudio, inicialmente quería postularse en el aristocrático colegio de San Bartolomé, pero lo ubican en un colegio nuevo, el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, a unos cincuenta kilómetros de la capital. La institución educativa, albergaba alumnos de todo el país, respiraba aire izquierdista y progresista, con docentes jóvenes y de alta calidad. Era un tiempo en el cual la hegemonía conservadora estaba en decadencia y la iglesia perdía el control sobre la educación, dando paso a una formación liberal y laica.
En la escuela Gabo leyó a Marx, Freud, Nostradamus, los griegos y romanos, Mark Twain, obras españolas y colombianas recientes, poetas del Siglo de Oro, combinado con una fuerte base de historia Latinoamericana y de Colombia. El joven continúo realizando ejercicios literarios y poemas, alcanzando popularidad en la escuela y la publicación de uno de sus poemas por parte de El Tiempo (el diario más importante de Colombia), el último día de 1944, al final de su segundo año escolar en Zipaquirá. En el trasegar educativo de Gabo, vemos la influencia que tuvo en sus primeros años el abuelo, don Nicolas Márquez, al introducirlo en el mundo de los diccionarios y las letras. En cuanto a la educación formal, tuvo siempre apoyo y acompañamiento de sus profesores en el desarrollo de sus ejercicios literarios. Además, de la vocación arrasadora para leer clásicos de la literatura y la poesía, fueron varios los maestros que lograron inspirarlo y motivarlo para que explotara sus dotes como escritor, por ejemplo, su profesor de literatura en el Liceo Nacional de Varones, Carlos Julio Calderón Hermida.
Al finalizar el liceo, más por su formación humanista, el horario matutino que le permitía ganar unos pesos en otros trabajos y la presión familiar, ingresa en la Universidad Nacional de Colombia a estudiar derecho, la cual tuvo que abandonar tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948, capítulo funesto de la historia nacional que narra con de forma magistral en su autobiografía vivir para contarlo. Tras El Bogotazo, decide trasladarse al Caribe, para continuar sus estudios jurisprudenciales en la universidad de Cartagena. Sin embargo, la vocación por las letras termina imponiéndose y abandona los estudios para dedicarse de lleno al periodismo, las tertulias y la literatura.