“El Genio”

Walter Pimienta.

Por: Walter Pimienta

Todos llevamos un  borracho  adentro

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Le  dicen “El  Genio”,  porque cada vez que en  la  cantina  del  pueblo los tomadores,  para  pasar un  rato  ameno,  abren  la botella, él aparece por  algún  lado.

“El Genio”,  tiene un  hígado a prueba de  cirrosis y ha puesto  en entredicho el  decir publicitario del  gobierno que esto, en favor del  bienestar,  advierte a  la sociedad: “El exceso de alcohol es perjudicial  para  la salud, ley  30 de  1986”,  mismo que con pequeñas letras,  como  para  que  pase  inadvertido,  viene impreso  en  la  etiqueta  del “Ron  Blanco”.

“El Genio”,  encarna, por  más de cincuenta años  en  el  pueblo,   los guayabos de todos  los guayabos  de todos  los bebedores del mundo,  convocando  él en  su  “juma” a cuantos bebedores  hay de algún linaje vulgo sin que ninguno de ellos, después de la primera botella,  le de la  talla.

Es tal la  resistencia  de “el Genio” en  estas etílicas  lides,  que  en conjunción con el  mundo moderno  de  hoy,  la más grande verdad de él es verle  comprando  su  botella a escondidas para no  darle  de esta absolutamente a  nadie   un  trago,  remachando  la tapa con  diez  vueltas y  con  esta  su clave de chip secreta: www.”elgenio”@hotmail.con.co*#327

Durante el  día, bebiéndose la vida a sorbos y a pico de botella,  “el  Genio”,  tendido  en  el  piso del  parque,  mirando al  cielo, creyendo que es   de  noche, habla  con las estrellas y es la  película de  su  vida  un largometraje del personaje  más obvio,  franco y  claro para  decirse  así  mismo,  lo que en  una de sus canciones vallenatas,  como  si  hubiese sido  hecha  para  él,  dice Enrique Díaz: “El  hombre  que trabaja  y  bebe/ Déjenlo  gozá la vida/ Ay, después de  la  caja  negra/ Compadre/ Creo que más nada se lleve/”…

Esta es la vida   privada  de “el  Genio”,  pero hasta  el  día  de  su  muerte también su vida  pública en  el  corazón  de quienes  le estimamos y  le  damos   pa’ ’ el  trago cuando se queda sin un solo peso…Vigente e imperante  “héroe del  vidrio”,  de quien reedito  su sobrenombre porque,  a su  modo,  equivocado  o  no,  es  feliz vociferando  su alegre lema: “ Viva el  ron…carajooo! Como consigna  de  su  pea manifestada  con  voz  de  bomba en  prosa  explosiva.

 Voy  al  pueblo de vez  en  cuando y  al no ver a “el Genio” en la  plaza, lo hago  siempre omnipresente  increpando  a  la  vida con  el  filo  de  su  lengua encantando a  generosos parroquianos  con  un  “hey,  ven  acá, tírame algo  ahí pa’  la botella” y  así  resucitar de su   agonizante juma,  fiel l a su  parodia de siempre:  “El  hombre  que trabaja  y  bebe,  déjenlo  gozá la  vida”…autor  de  su  propia  literatura, mascullando   monólogos  de madrugada en  las  bancas  del  parque en espera  de  la  suerte  de  la  tarde…

La  justicia  canceló  con  “el Genio”  todos los llamados  de atención de alcaldes,  jueces ,  curas y policías  y  yo  lo  hago  hoy merecedor  de estas letras,  frenética  vida de  “loco” cuerdo,  quijote de sus alucinaciones cabalgando su  sueño  de  horas   en  los  sardineles ajenos,  irónico consigo mismo,  hostil con  los cují y  surrealista en  su  verdad de decir que el  ron  es  su  mejor  amigo…

Para mí, “el  Genio”, supera lo literario del  Apolinar Moscote,  el de  Cien  años  de  Soledad,  quien  se  tiraba  de  vez  en  cuando  sus tragos  y  sus  discursos, pues  en   el  sentido  paradigmático,  “el Genio” es una figura  de  carne  y  hueso que  siempre  vale  recordar  aunque  sea  borracho diciendo cosas serías tras haberse  empinado la  botella en  dos salvajes  trago de  “trucu trucu”… Y  de  hecho caer  al  piso  no  faltándole  en  la  comunidad la  solidaridad  de  quienes le  ayudábamos a  pararse en  el  desbalanceo  de sus  piernas  y de  sus  pasos  viéndolo en su  deserción  nocturna  desaparecer   desorientado en el  alma de  las tinieblas.

Tiene “el Genio”,   risas  en  lo  que dice  y  también lágrimas pequeñas  de venganza contra fanfarrones y  creídos.

“El Genio”  no  es escritor pero,   de  serlo,  brillantemente  tendría el  éxito y  el  Premio Novel   de  su pluma a la mansalva agotando  tinta enemiga  de  lo  lindo.

Los “recitales  de   “Ron Blanco” ” que “el Genio”, a costillas de otros se ha dado en  las esquinas de la  vida,  claman  por el  desparpajo  de  sus  quince días  de  trago  sin  parar en  la  acción  austera de otros quince   de  trabajo volviendo  a  la  misma  fórmula y,  a  lo Hemingway, sin  meterse  el  cañón  de  una escopeta  en  la  boca y  suicidarse como  lo  hizo  este,  jugarse  la  vida  con  “el  dulce veneno” de su  botella,  verdad  y  resistencia  de  vidrio  hasta la  última gota escurrida…

“El Genio”, botella flor pétalo de vidrio.

“El Genio”,  soberano  de  parques y terrazas y  somnolencia  de semanas.

“El Genio”,  labios reventados  al  borde del  vaso y vaso  al  borde  de  sus labios con boquera.

“El Genio”,  escupitajo  de piso con  su  forma de  ave en  vuelo y  su canto  verdadero:  “El  hombre  que  trabaja  y  bebe, déjenlo  gozá  la  vida”.

“El Genio”, mecanismo de fuga en la cantina a la hora de recoger las monedas de la paga.

Y  entonces  en  el  espacio  queda hecha  por  mí esta pregunta:

¿Quién  heredará  los  guayabos  de  “el Genio”?

Y  en  el  espacio,  ninguna  respuesta.  Él, al morir, se los llevará todos. Le  pertenecen por  derecho  de  borrachera gratis.   No  se los  dejará    a nadie. A  nadie. No  tendría caso  dejárselos a otros;  de él y  solo  de él  es esta  antología.  La  razón  es  una  sola:  el licor  es parte vital  de  su  vida. “Tiene alma  de  vino”,  la  calle es  su  cantina de  puerta abierta…Hoy,   las  tabernas  del  pueblo respiran  el  humo azul en espiral  de  otros  borrachos que  no alcanzan a las “lindas” borracheras de “el Genio,  parroquianos ebrios que  ven  en  todas  partes  su  huidizos  fantasma y  que,   copa en mano,  obstinados y  persistentes,  como si lo  tuvieran en frente,  le dicen.

¡Salud!

¡Viva el ron…carajooooo!

Canción representativa.