La historia nos enseña que desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, casi todos los gobiernos han tendido un “puente de oro” a través de múltiples leyes de amnistía e indulto, como caminos para conseguir una paz estable y duradera.
Como se recordará, en plena confrontación liberal-conservadora por allá por el año 1953, el General Gustavo Rojas Pinilla en su calidad de Presidente de la República, expidió un amplio decreto de amnistía que comprendía tanto a guerrilleros como a los agentes del Estado que se hubieran excedido en su defensa.
Durante el Frente Nacional, el presidente Alberto Lleras Camargo expidió otra ley en igual sentido, Alfonso López Michelsen llevó a cabo aproximaciones; Julio César Turbay Ayala confrontó por la vía militar a las guerrillas, pero buscó también la paz creando una comisión para tal fin.
De manera audaz, el presidente Belisario Betancur Cuartas llegó a acuerdos con la entonces poderosa Coordinadora Nacional Guerrillera. Generosamente, sacó de las cárceles a los guerrilleros del M-19 que estaban presos por delitos políticos; las alegadas violaciones de la tregua por el M-19 dieron lugar al muy tristemente recordado holocausto del Palacio de Justicia.
El presidente Virgilio Barco Vargas retomó el camino de las negociaciones y en el mes de marzo de 1990 firmó un exitoso acuerdo de paz con el M-19, sin dejar de buscar la paz con las otras guerrillas existentes desde esa época.
Por su parte, el presidente César Gaviria Trujillo continuó esa misma ruta y en medio de la euforia de la Constituyente de esa época logró desarmar a los grupos guerrilleros E.P.L., el P.R.T. y el Quintín Lame, entre otros.
Otro presidente, Ernesto Samper Pizano también buscó solucionar de manera negociada al conflicto armado y consiguió que el Congreso le aprobara la Ley 418 de 1997, que sirvió de marco jurídico para las negociaciones de paz en Colombia.
Andrés Pastrana, para poner fin a la guerra y con el apoyo ciudadano, hizo lo posible con el proceso llevado a cabo en el Caguán, en el que se incluyó toda clase de concesiones y de lo cual se recuerda –como si fuera ayer– el episodio de la silla vacía que dio la vuelta al mundo.
Por su parte, el presidente Álvaro Uribe Vélez también tuvo comisionados de Paz y en medio de la política de confrontación abierta ofreció caminos de diálogo, entre ellos el que terminó en la desmovilización de las A.U.C.
Juan Manuel Santos, con todo y las dificultades, pudo desarmar con su proceso a la guerrilla de la Farc, la más antigua y poderosa de Colombia para lo cual se creó la conocida JEP.
Y como se sabe, el presidente Gustavo Petro Urrego lanzó su audaz pero arriesgada idea de la Paz Total, que por primera vez no solo abarca a las guerrillas con objetivos políticos, sino a toda clase de organizaciones delincuenciales, incluidas las claramente asociadas al narcotráfico.
Quiso también liberar a centenares de jóvenes de la llamada primera línea, procesados o condenados por fiscales y jueces, en algunos casos por homicidio y torturas.
Todos sabemos que las reformas propuestas con bastante antelación, se constituyen en los programas banderas del presidente Gustavo Petro, lo cual se puede constituir en su consagración, si estas se logran o su frustración, si no se consolidan en lo que falta de su cuatrienio; seguramente en un futuro no muy lejano se comprobará si el actual Gobierno es capaz de alcanzar la tan esquiva y anhelada paz o no.