Nada es distinto, después de esta noche habrá otro día y luego otro…
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El pasado infinito se hace mente, recuerdo y memoria.
Mi tío José Martín, en el calor de su hogar, saliendo de la cocina de su casa el vapor de la olla de presión con un olor a carne guisada que le hacía Tona, su familiar y leal servidora de años, sentado en la sala, frente a su televisor en blanco y negro, a las cinco de la tarde, veía la telenovela “Simplemente María”. Acaso buscando en esto la huella de viejos amores de juventud desvanecidos y que no fueran los que tuviera con mi tía Julia porque estos sí que lo fueron hasta la muerte.
Cuando aquello, yo, de estudiante en la Escuela Normal, procedente del pueblo, buscando hacerme maestro de escuela, tomaba los alimentos en su casa y, haciendo tiempo del tiempo, paseaba con mi tío recuerdos familiares como una manera de ver las cosas viejas en el bien de conversas con sabor a historias en presente.
La televisión en blanco y negro y la telenovela “Simplemente María” que veía mi tío, hoy se hace anticuario suspendida en la animación y los patrocinios de “Top”, “el detergente de más blancura y más limpieza” y de “La Fina”, la margarina, la preferida en la mesa y la cocina”…En tanto Tona, saliéndose de la cocina para echar un rato un ojo a la pantalla, suspendiendo atenciones, acogía en su alma los sufrimientos amorosos de María hasta que cierto olor a quemado de la carne le decía: “Tona, corre que se te quema toda y bájale la mecha al fogón”.
¡Vida, para que no te acabaras! Decía Diomedes.
Viendo a “Simplemente María, en la incomprensión siempre presente de un rico enamorado de una pobre que toda telenovela maneja como tema, mi tío José Martín, se aislaba del mundo que le rodeaba y no percibía el ligero tufillo de la carne quemada que el leve descuido de Tona, ahora dominaba en el ambiente. Allí, frente a la pantalla en blanco y negro, estaba él, refugiado ante el inefable presente de María, una simple costurera de pueblo llegada a la ciudad, enamorada de “un imposible”.
¿Hasta donde entendemos el presente hoy, en este caso? “Simplemente María” tendría que darse a color y el televisor de mi tío no sería de perilla para cambiar de canal, sino a control remoto. A Tona no se le quemaría un poquito la carne guisada porque una olla de presión inteligente, programada por Google, le diría, de manera repetida y en idioma de olla: “Tona, se está quemando la carne”. “Tona, se te está quemando la carne”. “Tona, se te está quemando la carne”… y ya la María del cuento no cosería en una “Singer” de pedal sino en una “Brother. Innovis A150 eléctrica con ajustes manuales también a control remoto. Y entonces, de estar ahora vivo mi tío, no sé qué valoraría más: si la María de la máquina de pedal, la carne un poquito quemada de Tona o los aires innovadores de este tiempo donde “las ollas hablan “.
¡Qué vaina!
Recordar es vivir, se dice. Pero a este recordar de ahora, toca hacerle ajustes y aplicaciones. Nadie recomendaría hoy, hablando con otros, la olla de presión de Tona en la que, por culpa de la telenovela “Simplemente María”, a esta se le quemaba un poquito la carne, y mi tío, por su parte, profetizando por adelantado la trama de la novela, asesorado por su intuición, le diría a María: “María, no sea pendeja, búscate a otro porque ese tipo de quien estás enamorada, tiene otra y no te quiere”.
No joda, por eso siempre se me ocurre decir que el pasado está vivo en presente…
Esto no significa que yo siempre haga apología del pasado, no, simplemente me ocurre que lo leo en presente en el gusto eterno de no tomarme un café instantáneo sino colado.
El pasado de mi tío viendo a “Simplemente María”, y el de Tona y su olla que no hablaba, debe estar extraviado por ahí sin ganas de irse en la idea de voces que percibo cuando en la armonía de su casa, él le decía a mi tía Julia: “Julia, corre que ya va a empezar la novela”…y en aquel exceso de pasado preveo un futuro posible…
¿Hasta dónde entendemos los humanos el pasado? En los que aman el presente sin entenderlo, dijo alguna vez Alejandro Dumas, y digo yo ahora: también en los que vimos a “Betty, la fea” y pedimos hoy que nos la repitan…
A veces mi tío se veía a “Bonanza” contextualizado con su vida de hombre de pueblo y de campo, acaso buscando en la imágenes cuáles caballos corrían más rápido: si los de los bandido asaltantes de bancos sin vigilantes o los de los justicieros…y así, hasta el fin de los tiempos que en ciertos casos parecen no haber cambiado para nada.
Tío, te lo dejo de colofón: María, la de “Simplemente María”, la que tú en blanco y negro viste, termina ahora donde ella le da un beso eterno y profundo a su novio en medio de un mundo de bombas…Y, tú, Tona, corre, corre que, igual, en cualquier olla, por moderna que esta sea, si no se le bajas la mecha a la estufa, la carne se te quema…
¡Vida, para que no te acabaras! Decía Diomedes.