Mi tío y simplemente María

Walter Pimienta.

Nada es distinto, después de esta noche habrá otro  día  y luego  otro…

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El pasado infinito se  hace mente, recuerdo  y  memoria.

Mi tío José Martín, en  el calor de su hogar, saliendo de la  cocina de su casa  el  vapor de  la olla de  presión con un  olor a  carne  guisada que le  hacía Tona,  su familiar y  leal servidora de años, sentado en la sala, frente a su  televisor en blanco  y  negro, a  las cinco  de  la tarde, veía la  telenovela “Simplemente  María”. Acaso buscando en  esto la  huella de  viejos amores de juventud desvanecidos y que no  fueran los que tuviera  con  mi  tía  Julia porque estos sí que lo  fueron  hasta la  muerte.

Cuando  aquello,  yo,  de estudiante en  la Escuela  Normal, procedente del pueblo,  buscando  hacerme  maestro  de escuela, tomaba  los alimentos  en  su casa y, haciendo tiempo  del tiempo, paseaba con  mi  tío recuerdos familiares como  una  manera  de ver las cosas viejas en  el  bien  de  conversas con  sabor  a  historias en  presente.

La televisión en  blanco y  negro y la telenovela “Simplemente  María” que veía mi  tío, hoy se  hace anticuario suspendida  en la animación y  los  patrocinios de “Top”,  “el detergente de  más blancura y  más limpieza” y  de “La  Fina”,  la margarina, la  preferida en   la mesa y  la cocina”…En  tanto  Tona,  saliéndose de la  cocina para echar  un rato un  ojo a la pantalla, suspendiendo atenciones, acogía  en  su  alma los sufrimientos amorosos de María hasta  que cierto olor a quemado de la  carne le decía:  “Tona, corre  que se te quema  toda y  bájale la  mecha al  fogón”.

¡Vida,  para  que no  te acabaras! Decía Diomedes.

Viendo a “Simplemente María, en  la incomprensión siempre presente de  un  rico  enamorado  de una  pobre que toda  telenovela  maneja como  tema,  mi  tío José Martín, se aislaba  del mundo  que  le  rodeaba y no  percibía el  ligero  tufillo de la  carne quemada que el  leve  descuido  de  Tona, ahora  dominaba  en  el ambiente. Allí,  frente  a  la pantalla  en  blanco  y  negro,  estaba él, refugiado ante el inefable presente de María,  una simple  costurera  de  pueblo llegada a  la  ciudad,  enamorada  de  “un  imposible”.

¿Hasta donde  entendemos el  presente hoy, en  este caso? “Simplemente María” tendría  que darse a color y el  televisor de  mi  tío no  sería  de perilla para  cambiar  de  canal, sino a  control  remoto. A Tona no  se le  quemaría un  poquito  la  carne  guisada porque una olla  de  presión  inteligente,  programada  por Google, le  diría,  de manera repetida y en   idioma de olla: “Tona, se está quemando  la carne”. “Tona,  se te está quemando  la  carne”. “Tona, se te está quemando la  carne”… y  ya  la María  del  cuento no  cosería  en  una “Singer”  de  pedal  sino en  una  “Brother. Innovis A150 eléctrica con  ajustes  manuales también a control remoto. Y entonces,  de estar ahora  vivo  mi  tío,  no sé qué valoraría más: si  la María  de la  máquina de  pedal, la carne  un  poquito  quemada de  Tona o los  aires innovadores de este tiempo  donde “las ollas hablan “.

¡Qué vaina!

Recordar es  vivir,  se dice. Pero a este recordar de  ahora,  toca  hacerle  ajustes y  aplicaciones. Nadie recomendaría  hoy,  hablando con    otros,  la olla de  presión de  Tona en  la que, por culpa de  la  telenovela “Simplemente María”, a esta se le quemaba un  poquito la carne,  y  mi  tío, por  su parte,  profetizando por  adelantado  la trama  de la novela, asesorado  por  su  intuición, le  diría a  María: “María,  no sea  pendeja,   búscate a  otro porque ese tipo  de quien estás enamorada, tiene  otra y  no  te quiere”.

No joda, por  eso siempre  se  me  ocurre decir que el  pasado  está  vivo en  presente…

Esto no significa que  yo siempre haga   apología  del pasado, no, simplemente me  ocurre  que  lo  leo en  presente en  el  gusto eterno de no tomarme  un  café  instantáneo  sino  colado.

El  pasado de mi  tío viendo a “Simplemente  María”,  y  el de  Tona y  su olla que no  hablaba, debe estar  extraviado por  ahí sin  ganas  de irse en  la  idea de  voces que  percibo cuando  en  la armonía  de su  casa,  él  le  decía a mi  tía  Julia: “Julia,  corre que ya va a empezar la  novela”…y en   aquel  exceso de pasado preveo un  futuro  posible…

¿Hasta dónde entendemos los  humanos el pasado? En  los  que aman  el  presente sin entenderlo, dijo  alguna  vez  Alejandro  Dumas,  y digo yo  ahora: también  en  los que vimos a “Betty,  la fea” y  pedimos hoy  que nos la  repitan…

A veces mi  tío se veía a “Bonanza” contextualizado  con  su  vida  de  hombre  de  pueblo  y  de campo,  acaso  buscando en  la imágenes cuáles caballos corrían más  rápido: si los  de  los bandido asaltantes de  bancos sin  vigilantes o los  de los justicieros…y  así,  hasta  el  fin  de  los tiempos que en  ciertos  casos parecen  no  haber  cambiado para nada.

Tío,  te  lo  dejo  de colofón: María,  la de “Simplemente  María”,  la que tú  en  blanco  y  negro  viste, termina ahora donde ella le  da  un beso  eterno y  profundo a  su novio en  medio  de  un  mundo  de bombas…Y,  tú, Tona, corre,  corre que,  igual,  en  cualquier  olla, por moderna que esta sea,  si no  se  le bajas  la mecha a la estufa,  la carne  se te  quema…

¡Vida,  para  que no  te acabaras! Decía Diomedes.