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En San Jacinto, aquel pueblo donde las espigas de ma铆z parec铆an mecerse con el viento solo para recordar el paso del tiempo, la Polic铆a Comunitaria organiz贸 un cumplea帽os que parec铆a m谩s una fiesta de la vida misma. El calor del d铆a abrazaba a los 25 ni帽os, cuyas caras reflejaban la sorpresa y la alegr铆a propias de quienes, por un instante, olvidaban la soledad que los rodeaba en sus barrios m谩s marginados.
Desde el amanecer, la plaza del pueblo se hab铆a llenado de colores y olores. No faltaron las tortas, los dulces, ni los obsequios que se ofrec铆an con la generosidad que solo se encuentra en los pueblos peque帽os. Pero m谩s all谩 del bullicio de la celebraci贸n, las voces de los mayores les ense帽aban algo que no olvidar谩n jam谩s: el valor de protegerse, de apreciar sus cuerpos como si fueran templos sagrados, de evitar las trampas del mal que acechaba, silencioso, en cada esquina.
Aquella tarde, entre concursos y carcajadas, los ni帽os se lanzaban a jugar como si el tiempo no existiera, como si la vida fuera solo un soplo de aire fresco en el caluroso d铆a de San Jacinto. La Polic铆a y la comunidad, inseparables en ese d铆a de fiesta, parec铆an dos almas hermanas que, sin darse cuenta, se apoyaban en un pacto t谩cito de amor por la vida y la patria. Las palabras fluyeron sin necesidad de discursos formales, pues en cada sonrisa, en cada abrazo, se tej铆a el verdadero mensaje: la vida, como el ma铆z, crece fuerte cuando se le cuida con esmero.







En el coraz贸n de la fiesta, se produjo un particular detalle: la hamaca vieja, colgada entre dos 谩rboles robustos, se balanceaba bajo el sol. A simple vista, era un objeto com煤n, pero en aquel momento se convirti贸 en un s铆mbolo de lo que representaba el d铆a. La hamaca, como la vida de esos ni帽os, se sosten铆a por un hilo, pero el sol de la solidaridad la manten铆a firme, brindando sombra a los que m谩s lo necesitaban.
La alcaldesa Merly Viana, junto a comerciantes y benefactores, particip贸 con una alegr铆a que se reflejaba en cada ni帽o. Era un acto de compromiso con el futuro. Los regalos no eran simples objetos sino semillas que alg煤n d铆a florecer谩n en los corazones de esos peque帽os, en una tierra donde la esperanza crece en medio del polvo y la sequ铆a.
Al caer la tarde, cuando las primeras estrellas comenzaron a asomarse t铆midamente en el cielo despejado, la Polic铆a Comunitaria hizo una promesa en silencio: seguir铆an trayendo el fuego de la esperanza a cada rinc贸n de San Jacinto. En cada sector vulnerable, en cada barrio olvidado, seguir铆an tejiendo el futuro, con la misma ternura con que aquel d铆a se meci贸 la hamaca bajo el sol, en la peque帽a plaza del pueblo.










