Fiesta de la presentación del Señor
Diócesis de Barranquilla, Parroquia San Isidro Labrador
Iglesia católica apostólica
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
Gloria a Tí Señor
El evangelio nos relata la vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20 sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden. Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios. Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.
Lo extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.
Por lo mismo, en todas las lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el mundo. Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo… y seremos profetas, y seremos pescadores.
Quiero agradecer la acogida de mis lectores y las personas que se han comunicado conmigo un abrazo grande estoy para servirles.
Te invito siempre a conectarte a nuestra Eucaristía dominical 9:00 am y 6:00 pm vincúlate a la página de Tik Tok de mi parroquia de San Isidro Labrador.
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