El Funeral de una Facultad

Por: Álvaro Cotes Córdoba

En el año de 1982, cuando comenzaba a estudiar Comunicación Social en la Universidad Autónoma del Caribe, Barranquilla, se me ocurrió escribir un artículo que titulé: «El Funeral de una Facultad».

Un proyecto de ley que hacía curso en el Congreso de ese entonces, para ser incluido en el nóvel programa con un articulado que ordenaba la tarjeta profesional a los graduados de esa carrera, me inspiró a escribir sobre el tema, porque intuí que con esa novedad, la facultad carecería de estudiantes en un futuro no tan lejano e iniciaba su funeral.

Recuerdo muy bien que ese escrito me causó un problema bastante serio, que por poco me echan de la U el mismo día en que salió publicado en la página editorial del Diario del Caribe, el segundo periódico más importante de Barranquilla para la época.

El decano de la facultad de entonces, me mandó a buscar con la Vicedecana, quien de repente apareció en el salón e interrumpió la sana clase que teníamos esa mañana con la profesora de medios, la temible y respetable, Nelly Gómez Abuchaibe.

— Buenos días …— Nos sorprendió — el joven Álvaro Cotes Córdoba, por favor; levántese y venga conmigo, que el decano quiere hablar con usted.

Todo el mundo en aquel salón de clases quedó paralizado y más yo a quien había nombrado. Lo primero que pensé, aún lo recuerdo como si fuera ayer, fue que yo no había hecho nada malo, salvo besarme con una novia que tenía allí, en otro salón diferente y solitario, ubicado en el tercer piso de ese bloque de la edificación total de aquel claustro superior construido con ladrillos vitrificados. ¿Será que alguien nos vio y acusó? supuse.

En la oficina del decano, a quien por primera vez conocía, fui sometido a un interrogatorio antes de recibir la preocupante noticia de que, a partir de ese día, quedaba con matrícula condicional. Otro malentendido, así fuera con algún otro estudiante, me dejaría por fuera del alma máter. Recuerdo bien una de las preguntas inquisidoras: «¿Usted es familiar del señor Consuegra? Yo ni sabía quién carajo era Consuegra, de quien supe días después, luego de averiguar con el jefe de redacción del Diario del Caribe de entonces y quien fue el que por primera vez me dio la oportunidad de publicar un escrito mío en un periódico de Barranquilla, que se trataba de un reconocido columnista de esa ciudad y el cual mantenía una columna en otro periódico importante de Barranquilla para la época, en El Heraldo, con análisis muy profundos de temas y pensamientos de la extrema izquierda.

Para mi fue como si me hubieran mentado la madre, descubrir después que aquel decano me había tratado de involucrar con ideales de quien jamás había leído ni visto nunca y mucho menos conocido. Además, nunca pude entender el motivo por el cual me dieron matrícula condicional si en el escrito que escribí, «El Funeral de una Facultad», trataba de defenderla del «apocalipsi» que le esperaba si llegaban a aprobar y sancionar la ley que obligaba a los recién graduados de Comunicación Social a adquirir la tarjeta profesional, luego de tres años de experiencia.

Hoy en día me pregunto si tal vez aquella conclusión a que yo llegué de lo que le podía suceder a la facultad de Comunicación Social en el futuro fue una premonición de lo que en verdad podría acabarla de una vez por todas de las universidades del país, ante el poco y deseable privilegio que han adquirido últimamente en las redes sociales e Internet, en donde cualquiera crea su portal, empieza a escribir sandeces o no, falsedades o verdades, noticias o remedos de noticias y son tratados como periodistas hasta por los mismos gobernantes, una preocupante y lamentable situación que pone hoy en día a reflexionar a los verdaderos periodistas y preguntarnos: ¿Será que estudiar Comunicación Social todavía vale la pena con tanta competencia que hay hoy en día en las redes sociales? ¿Será que se amerita semejante gasto?

Yo creo que tal vez si los congresistas retoman la idea que había en el 82, sobre exigir la tarjeta profesional después de tres años de experiencia, sería hoy en día lo más recomendable para no hacer tan accesible a nuestra profesión, a la cual puede caer todo el mundo sin estudiar o estudiando otras profesiones, eso pienso yo ahora, no se ustedes colegas ¿qué opinan?