Por: Roberto Carlos Díaz Salina
El Dr. Reynaldo Mora presenta en sus “Pensamientos Formativos Curriculares” al currículo como un elemento central para conectar la educación con las problemáticas sociales y culturales del contexto. En su reflexión, Mora identifica la importancia de un currículo que trascienda los enfoques tecnocráticos y estandarizantes, y que, en cambio, se fundamente en un modelo democrático, participativo y culturalmente situado. Según Mora, el currículo debe actuar como un mediador cultural que permita integrar los valores, principios y experiencias de la comunidad educativa en el proceso formativo. Este enfoque propicia la construcción de una ciudadanía crítica y comprometida con la transformación social.
Mora enfatiza que la praxis educativa y la narrativa de los actores involucrados son fundamentales para diseñar un Currículo Contextualizado y Pertinente (CCP). Este modelo curricular resalta la relevancia de las Problemáticas Sociales (PS) como ejes articuladores del proceso educativo, transformando el aula en un espacio de diálogo y construcción colectiva del conocimiento. El trabajo del Dr. Mora enfatiza en la necesidad de repensar las estructuras curriculares para que estas se conviertan en herramientas de inclusión, equidad y justicia social.
El enfoque del Dr. Mora se articula con las teorías educativas contemporáneas y clásicas que enfatizan la relación entre educación, contexto y transformación social. Por ejemplo, Paulo Freire, en «Pedagogía de la Esperanza» (1992), describe la educación como un acto político y emancipador, un concepto que se alinea con la propuesta de Mora de un currículo que empodera a los estudiantes y docentes mediante el análisis crítico de su realidad (Freire, 1992, p. 67). La inclusión de las Problemáticas Sociales en el diseño curricular es una práctica que fortalece la conexión entre la educación y las necesidades del entorno.
John Dewey, en «Democracy and Education» (1916), establece que la educación debe estar intrínsecamente ligada a las experiencias de los estudiantes y su contexto social. El trabajo de Mora refuerza esta perspectiva al destacar que el currículo debe ser un reflejo de la realidad social y cultural de los estudiantes, permitiendo que estos se conviertan en agentes activos en su aprendizaje y en la construcción de su entorno (Dewey, 1916, p. 105).
Por otra parte, Michael Fullan, en «The New Meaning of Educational Change» (2007), enfatiza que el cambio educativo efectivo requiere un liderazgo transformador que impulse la participación activa de todos los actores educativos. Mora ejemplifica esta visión al proponer un modelo curricular que fomente el liderazgo colectivo dentro de la comunidad educativa, integrando a estudiantes, docentes y otros actores en un proceso de co-creación que trasciende las prácticas tradicionales (Fullan, 2007, p. 89).
Desde una perspectiva crítica, el trabajo de Mora también encuentra respaldo en los planteamientos de Stephen Kemmis, quien en «Educational Research and Action Research» (1988) resalta la importancia de la investigación-acción participativa para transformar las prácticas educativas. Mora incorpora este enfoque al destacar la relevancia de las narrativas y experiencias individuales como insumos para la construcción curricular, lo que garantiza que el proceso educativo sea inclusivo y relevante para todos los involucrados (Kemmis, 1988, p. 45).
En el contexto colombiano, Carlos Vasco Uribe, en «Epistemología y Metodología» (2003), analiza cómo el currículo puede convertirse en un proyecto cultural y social que trascienda las barreras institucionales. Mora aplica esta perspectiva al concebir el currículo como un espacio de articulación entre la escuela y la sociedad, promoviendo la formación de ciudadanos críticos y responsables (Vasco Uribe, 2003, p. 58).
De manera similar, Marco Raúl Mejía, en «Educación Popular y Currículo Crítico» (2005), destaca la importancia de un currículo que responda a las demandas de justicia social y cultural. Mora amplifica esta visión al diseñar un modelo que no solo aborda las Problemáticas Sociales, sino que también las convierte en el eje central del proceso educativo (Mejía, 2005, p. 73).
Finalmente, desde una perspectiva regional, Amílcar Caballero, en «Currículo y Contexto: Reflexiones desde el Caribe» (2015), analiza cómo el contexto cultural influye en la construcción curricular. Mora adopta este enfoque al proponer un Currículo Contextualizado y Pertinente que refleja las particularidades del Caribe colombiano, destacando la riqueza cultural y social de la región como elementos clave para la formación educativa (Caballero, 2015, p. 62).
Como conclusión: el trabajo del Dr. Reynaldo Mora Mora representa una contribución invaluable al campo de la teoría curricular, destacándose por su énfasis en la transformación social y cultural a través de la educación. Su modelo de Currículo Contextualizado y Pertinente no solo responde a las demandas de justicia social, sino que también propone una nueva forma de concebir la relación entre escuela y sociedad. Este enfoque, respaldado por teorías educativas clásicas y contemporáneas, ofrece una visión innovadora y transformadora que inspira a repensar el papel de la educación en el siglo XXI.
El legado del Dr. Mora, enriquecido por su compromiso con la equidad y la inclusión, establece un marco teórico y práctico que puede guiar a futuros investigadores y educadores en la construcción de una educación más justa y relevante para las realidades de nuestros tiempos.