Por Álvaro Cotes Córdoba
Llega el uribista JCP a Barranquilla, luego de una vagancia larga y forzada entre Washington y Bogotá, para cumplir la invitación que le hizo el alcalde AC, de ser su asesor de seguridad en lo que resta de su mandato en la ciudad donde la familia de ascendencia sirio-libanesa forjó su imperio y riqueza.
— Alejandro – le pregunta JCP, antes de salir de su despacho en la Alcaldía y antes de atender a los periodistas que han esperado afuera sus primeras declaraciones como el nuevo asesor de seguridad en la convulsionada ciudad que en tan solo un año tuvo casi mil crímenes y es en la actualidad una enorme cueva de bandidos criminales que se dedican a la extorsión y asesinatos.
— ¡Dígame mi llave! — le contesta AC, no sin antes de acomodarse por milésima vez su gorra coqueta.
— Ala sumercé, ¿Qué chimba le voy a decir a los periodistas?
— ¡Ombe, mi llave, sólo dígales que la culpa de la inseguridad en Quilla es por la falta de fiscales y jueces!
— Pero eso es un absurdo mi costeño favorito y podrían hasta cuestionarme por eso — concluyó JCP.
— Mira, viejo cacha, por eso no te preocupes: Ellos ya saben cómo es la jugada. Así que confía en mí y diles eso. Nuestros periodistas son los mejores de todo el país, a excepción del Junior, porque nadie está por encima del equipo tiburón.
JCP se sonrió, al ver la frescura con la que AC maneja su discurso, un amigo costeño a quien había conocido sólo un día, cuando llegó a la ciudad carnavalera como ministro de defensa, pero que ahora lo trata como si él fuera amigo de él desde la infancia.
— Ala, ustedes los costeños son la patada — le quiso decir, pero se arrepintió de inmediato, al recordar el abultado sueldo del nuevo cargo.
Esta historia continúa…