[EDITORIAL] Pan y Circo: La eterna distracción del pueblo

La historia tiene un curioso hábito de repetirse, aunque con disfraces modernos. En la Antigua Roma, los emperadores mantenían al pueblo entretenido con el famoso Panem et Circenses: pan y circo. Juegos espectaculares en el Coliseo, donde el pueblo, absorto en la emoción del espectáculo, olvidaba las penurias del día a día y las maniobras políticas de quienes ostentaban el poder. Hoy, en Barranquilla, parece que hemos heredado esta estrategia, adaptada al contexto del fútbol.
El reciente anuncio de las exorbitantes cifras ofrecidas a James Rodríguez para vestir la camiseta del Junior de Barranquilla ha capturado la atención de todos. Más de 2,5 millones de dólares que serían unos 11 mil millones en pesos colombianos estarían sobre la mesa para convencer al jugador de unirse al equipo de la ciudad. Una suma que, en un país con profundas desigualdades sociales y económicas, resulta casi incomprensible.
Lo que resulta aún más inquietante es la iniciativa que ha surgido de algunos sectores: organizar una “vaca”, un esfuerzo colectivo entre grandes empresarios para reunir los recursos necesarios y atraer al jugador. La creatividad y el entusiasmo detrás de esta propuesta son innegables, pero también despiertan una pregunta incómoda: ¿por qué no hacemos una vaca para brindar comida a quienes la necesitan, para financiar becas a estudiantes talentosos o para fortalecer la infraestructura de nuestros colegios y universidades?
Mientras la ciudad enfrenta retos estructurales como la mejora de su infraestructura, la seguridad o la reducción de la pobreza, estas prioridades quedan relegadas al olvido ante la emoción de un fichaje millonario. Cambiamos los gladiadores por futbolistas, pero el efecto es el mismo: distraer al público de los verdaderos problemas.
El deporte, en particular el fútbol, tiene un inmenso valor cultural y social. Une comunidades, brinda esperanza y genera espacios de esparcimiento. Pero, ¿a qué costo? En una ciudad como Barranquilla, donde cada peso debería invertirse estratégicamente, organizar recolecciones multimillonarias para fichar a un jugador parece más un acto de circo que una decisión sensata.
Tal como en Roma, el pan y circo nos recuerda el poder de la distracción. Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿queremos ser simples espectadores de un espectáculo bien producido, o actores en la construcción de una ciudad más justa y equitativa?
Es innegable que la llegada de James Rodríguez generaría impacto mediático, pero no solucionará los problemas de los barrios marginados, no sacará a un estudiante brillante de la pobreza ni mejorará la calidad de vida de miles de barranquilleros.
Barranquilla merece más que un circo; merece soluciones reales. Porque mientras algunos recogen fondos para atraer estrellas, otros siguen esperando oportunidades que los saquen de la penumbra. Y si pudiéramos movilizarnos con la misma pasión para transformar vidas, quizás entonces, estaríamos jugando el verdadero partido del progreso.