
Una simpática nota de Alfonso Fuenmayor en torno a un negociación entre Alejandro Obregón y un sacerdote que deseaba adquirir uno de los cuadros el pintor

Escribe Alfonso Fuenmayor, en el libro El Grupo de Barranquilla
La noticia se supo por Juancho Jinete quien, según sus propias palabras, guardaba secretos como: «una tumba abierta». Primero, de acuerdo con su «técnica», fue un simple rumor, pero éste fue concretándose. Y era cierto.
El Vaticano estaba interesado en enriquecer su fabulosa colección pictórica con un cuadro de Alejandro. Cuánto iba a pagar el papa por la obra fue objeto de conjeturas, alguna de éstas necesariamente disparatadas.
Para ese entonces Alejandro había hecho un aprendizaje fundamental: sabía cobrar. Ya conocía y dominaba los trucos, las argucias, los recursos, a veces completamente innecesarios, para hacerse pagar bien.
La transacción no debía hacerse en Barranquilla. Por razones que no fueron nunca claramente explicadas, Alejandro debía entrevistarse con un prelado de la iglesia en algún lugar del interior de la república. Me parece que ese lugar era Pereira. El asunto, al principio, se manejó por cartas en las que la sutileza tenía una participación preponderante.
Alejandro fijó un precio cuyo monto nunca conocí. El sacerdote con el que se entendía, como era natural, lo consideró elevado. Y razonó para que Alejandro rebajara. Naturalmente, vino el argumento que que fácilmente se adivina: El cuadro de Alejandro, en el Vaticano, iba a estar en buena compañía.
Además, eso daba prestigio. Se esperaba, desde luego, que esos argumentos, investidos de una gran fuerza dialéctica, ablandaran el corazón del artista. Pero el corazón del artista no ablandaba. La terquedad en Alejandro, sobre todo si milita a su favor, tiene los atributos de una consigna.
El sacerdote contraatacó a fondo. No solamente ofrecía una suma razonable sino que, además, por salvación del alma del artista se oficiarían quince mil misas.
-He sabido- dijo levita- que usted las necesita. Acaso más- agregó.
Alejandro puso punto final al diferendo con estas palabras:
–Vea, padre, con respecto de la plata no rebajo un solo centavo. En cuanto a las misas, rebajo las que usted quiera– fue su respuesta con una gran nota de humor
Fuente: pepecomenta.com