POR: ALEXIS BENITO REVOLLO PÉREZ
La escuela, por muchos años concebida como un espacio estático y transmisor de conocimientos, se encuentra en un punto de inflexión. Los vertiginosos avances tecnológicos, la globalización y los cambios socioculturales exigen una transformación profunda en los modelos educativos. Este escrito explora la noción de la escuela del siglo XXI, analizando las tensiones entre la utopía y la necesidad de una educación adaptada a los desafíos actuales, alrededor de la enseñabilidad, educabilidad y su relevancia en la construcción de una escuela más pertinente y humana. Esto a través de las miradas de autores como Hans Aebli, Wolfgang Klafki, Peter Berger y Thomas Luckmann, Rafael Porlán y Reynaldo Mora.
La enseñabilidad, entendida como la capacidad de transmitir conocimientos de manera efectiva, y la educabilidad, como la disposición y capacidad de aprender, son pilares fundamentales en la educación. Sin embargo, estos conceptos han evolucionado a lo largo del tiempo. Autores como Hans Aebli plantea doce formas básicas que van desde la exposición hasta la resolución de problemas, y destaca la importancia de seleccionar la estrategia más adecuada en función de los objetivos de aprendizaje y las características de los estudiantes. No obstante, las teorías contemporáneas, representadas por George Siemens y el conectivismo, nos invitan a repensar la educación en la era digital. Siemens plantea que el aprendizaje ya no se limita a la transmisión de conocimientos en entornos cerrados, sino que se produce en redes complejas y dinámicas. La conexión y la colaboración son claves en este nuevo paradigma, donde el conocimiento se construye a partir de la interacción con múltiples fuentes de información y personas.
Por su parte, autores como Wolfgang Klafki y Rafael Porlán han subrayado la necesidad de una educación significativa, que responda a las necesidades e intereses de los estudiantes. Klafki, con su enfoque crítico-social, propone una didáctica teórico-formativa, enfatiza la importancia de formar ciudadanos críticos y comprometidos con la transformación social, mientras que Porlán, desde el constructivismo, destaca la importancia de crear ambientes de aprendizaje donde los estudiantes sean protagonistas de su propio proceso de construcción del conocimiento.
La sociología del conocimiento, representada por Peter Berger y Thomas Luckmann, nos invita a reflexionar sobre la construcción social de la realidad y cómo las instituciones educativas influyen en la formación de las identidades, en este sentido, la escuela del futuro debe ser un espacio flexible, dinámico y que responda a las necesidades de una sociedad en constante cambio. En consonancia con ello, el concepto de educabilidad, no se limita a la adquisición de conocimientos, sino que implica una disposición a aprender a lo largo de toda la vida, a adaptarse a nuevas situaciones y a construir un proyecto de vida personal, en esa construcción permanente de su propia realidad. La escuela del futuro debe fomentar la creatividad, el pensamiento crítico y la colaboración, habilidades esenciales para desenvolverse en un mundo cada vez más complejo. La tecnología, lejos de ser una amenaza, debe convertirse en una herramienta para potenciar el aprendizaje y la innovación.
La construcción de la escuela del futuro plantea numerosos desafíos, entre los que destacan: 1. La brecha digital: No todos los estudiantes tienen acceso a las mismas herramientas tecnológicas, lo que genera desigualdades en las oportunidades de aprendizaje. 2. La formación docente: Los docentes deben estar preparados para enfrentar los nuevos retos de la educación, adquiriendo competencias digitales y pedagógicas. 3. La evaluación: Los sistemas de evaluación tradicionales deben adaptarse a los nuevos modelos de aprendizaje, poniendo el énfasis en el desarrollo de competencias y no solo en la memorización de contenidos.
No obstante, también hay nuevas oportunidades, para ello, se debe tener como referente los planteamientos de Reynaldo Mora Mora, quien, desde una perspectiva latinoamericana, nos muestra la importancia de contextualizar la educación y de reconocer las particularidades culturales y sociales de cada región. Con su propuesta investigativa de innovación curricular, ha destacado la necesidad de adaptar los procesos de enseñanza y aprendizaje a las realidades locales, promoviendo así una educación más pertinente y significativa. La pertinencia curricular es un nudo crítico en las Instituciones Educativas Colombianas, especialmente en la Región Caribe. Esto quizás se debe a un diseño curricular que al extremo rinde tributo a principios curriculares globales estandarizados y no locales.
Esta visión de Reynaldo Mora Mora, se aleja de modelos educativos homogéneos y estandarizados, proponiendo en su lugar una educación contextualizada y flexible. La Ruta Caribeña busca: Valorar la diversidad cultural: Reconocer y valorar las diferentes expresiones culturales presentes en la región Caribe, incorporándolas en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Promover la pertinencia social: Conectar los contenidos educativos con las realidades y problemáticas del contexto local, fomentando el compromiso social de los estudiantes. Fortalecer la identidad cultural: Contribuir a la construcción de una identidad cultural sólida, basada en el reconocimiento de las raíces y el respeto por la diversidad.
En conclusión, la escuela del futuro no es una utopía, sino una necesidad imperiosa. Para construirla, es necesario un esfuerzo conjunto de docentes, estudiantes, familias y comunidades educativas gubernamentales y no gubernamentales, desde una perspectiva de construcción social del conocimiento que apunte a las necesidades e intereses de las realidades locales e institucionales. La enseñabilidad y la educabilidad son conceptos clave que guiarán esta transformación, a partir de modelos educativos más pertinentes, inclusivos y equitativos. La escuela, debe ser un espacio donde los estudiantes sean los protagonistas de su propio aprendizaje, donde se fomente la creatividad, el pensamiento crítico y la colaboración. Al hacerlo, estaremos formando ciudadanos capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI y de construir un futuro más justo, equitativo y sostenible.