‘Queremos justicia’: el grito de despedida en el entierro de los cuatro niños asesinados de Las Malvinas

El 31 de diciembre de 2024, las calles de Guayaquil se llenaron de dolor y rabia cuando cientos de personas, familiares, amigos y vecinos, se unieron en el cortejo fúnebre de los cuatro niños asesinados tras un operativo militar en el barrio Las Malvinas.

Gritando a coro «justicia», los presentes acompañaron los féretros de los menores de edad asesinados, cuyas muertes han sacudido a toda la nación ecuatoriana.

Los cuatro niños, Ismael y Josué Arroyo, Saúl Arboleda y Steven Medina, fueron detenidos el 8 de diciembre por un contingente militar en el sur de Guayaquil. Según los relatos de sus familiares, los menores habían salido a jugar fútbol, pero las autoridades militares los acusaron erróneamente de participar en un robo. Sin embargo, el fiscal del caso desmintió tales acusaciones, asegurando que no hay evidencia que vincule a los niños con algún acto ilícito.

El operativo que terminó con la muerte de los menores quedó envuelto en una serie de versiones contradictorias. Mientras las autoridades aseguraban que los niños fueron liberados en una zona rural, cerca de Taura, en Naranjal, a más de 40 kilómetros de Guayaquil, las familias recibieron angustiosas llamadas informando sobre el maltrato sufrido por los niños. A las 22:40 del mismo día, los menores fueron encontrados golpeados y abandonados en esa zona, sin ropa.

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El 24 de diciembre, en una zona agreste de Taura, los cuerpos de los niños fueron hallados incinerados, lo que desató una ola de indignación y exigencias de justicia. A pesar de las versiones oficiales que indicaban que los niños fueron liberados en la zona rural, la muerte de los menores generó una profunda desconfianza en la versión militar, que se fue intensificando cuando la Fiscalía confirmó, el 31 de diciembre, que los cuerpos encontrados en Taura pertenecían a los cuatro niños desaparecidos. Como resultado, 16 militares fueron detenidos y se les dictó prisión preventiva mientras se investiga el caso.

El día del entierro, tras un velatorio en tres hogares, las familias, unidas por el dolor, llevaron los féretros al hombro en una emotiva caminata hacia la casa comunal del barrio Las Malvinas. La música de arrullos y marimbas del grupo afroecuatoriano Afromestizo, que acompañó el último adiós, resonaba en las calles mientras los familiares y amigos pedían justicia para los niños. En medio de la tristeza, se escucharon gritos como «militares criminales» y consignas como «Y como es la huevada, asesinan a los niños y el gobierno no hace nada», dirigidas a las autoridades nacionales.

El cortejo fúnebre partió a las 15:00 hacia el cementerio del Suburbio, ubicado en el suroeste de Guayaquil, y recorrió a pie los casi ocho kilómetros de distancia bajo un intenso sol. Decenas de motocicletas acompañaron el paso de los féretros, mientras la multitud continuaba exigiendo justicia. Al llegar al cementerio Ángel María Canals a las 16:40, los asistentes corearon «justicia» y repudiaron la violencia de los militares que les arrebataron a los menores.

El entierro de los cuatro niños, en cuatro bóvedas de cemento fresco, fue un acto de despedida doloroso, marcado por la ira y la tristeza de una comunidad que, además de enfrentar el racismo, ve cómo las vidas de estos jóvenes fueron truncadas en circunstancias aún por esclarecer.

Este caso ha conmocionado al país y desatado un clamor por la justicia en Ecuador, mientras las familias y la sociedad claman por respuestas ante una tragedia que ha dejado cicatrices profundas en el corazón de la comunidad de Las Malvinas.