Por juan C. Trujillo
El auge de la inteligencia artificial (IA) y la crisis climática en aumento han alterado fundamentalmente el panorama del análisis económico. Hoy en día, los economistas ya no pueden permitirse el lujo de centrarse únicamente en parámetros tradicionales como el crecimiento del PIB y la eficiencia del mercado, entre otros. La propia definición de éxito económico depende ahora de nuestra capacidad para garantizar la supervivencia humana y la salud del planeta. Este cambio de paradigma exige una reevaluación crítica de los principios y metodologías básicos de la economía, tal como se enseña en la actualidad.
En un plano histórico, la economía se ha preocupado por optimizar la asignación de recursos y maximizar la riqueza material. Sin embargo, el ritmo acelerado del cambio tecnológico, en particular en el ámbito de la IA, amenaza con perturbar los mercados laborales tradicionales y exacerbar las desigualdades existentes. A medida que la automatización desplaza a los trabajadores humanos, el foco del análisis económico debe desplazarse hacia la comprensión de los impactos distributivos del progreso tecnológico y el desarrollo de políticas que garanticen una transición justa para todos.
Además, la crisis climática ensombrece el futuro de la actividad económica en general. Los crecientes costos de la degradación ambiental, desde los fenómenos meteorológicos extremos hasta el agotamiento de los recursos, plantean una amenaza existencial a la civilización humana. Los modelos económicos deben incorporar ahora las externalidades ambientales y tener en cuenta los costos a largo plazo de las prácticas insostenibles. Esto exige abandonar el énfasis tradicional en el crecimiento económico de corto plazo y reorientarse hacia el desarrollo sostenible.
La aparición de estos nuevos desafíos ha llevado a un creciente reconocimiento de las limitaciones del pensamiento económico tradicional u ortodoxo. El énfasis en los actores racionales y las condiciones de equilibrio a menudo no logra captar las complejidades del comportamiento humano y la dinámica de los sistemas complejos en la que los humanos interactuamos. Existe una creciente necesidad de enfoques interdisciplinarios que integren conocimientos de campos como la biología, la psicología, la sociología y la ecología.
Por lo anterior, el siglo XXI exige que se enseñe una nueva economía que esté en sintonía con las realidades de esta nueva era, a la que el premio Nobel de química, Paul Crutzen, denominó Antropoceno. Esta nueva economía debe priorizar el bienestar humano, la salud del planeta y la equidad social. También debe adoptar enfoques interdisciplinarios y cuestionar los supuestos de los modelos económicos tradicionales. El futuro de nuestro planeta depende de nuestra capacidad para desarrollar una economía que sea adecuada a esta nueva era de cambios sin precedentes.
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