Bastidas, Pinedo y el predecible desplante

Por Gennys Álvarez

La fecha de los 500 años de Santa Marta está cada vez más cerca y lo que en algún momento se pensó como el gran acontecimiento para la reivindicación y reconocimiento al aporte cultural y social de los pueblos ancestrales y las comunidades negras, terminó convertido en la planeación de un bacanal al estilo de los salones europeos, en la exaltación del noble Bastidas, y en la defensa de una supuesta convivencia pacífica que se dio durante la colonización, tanto así que se muestra como un hecho celebrativo.

Este giro copernicano tiene un protagonista, y diría yo que son más, se trata de Carlos Pinedo, alcalde de Santa Marta por un cambalache jurídico, descendiente de una de las familias que tradicionalmente han ostentado el poder: hermano de un congresista condenado por parapolítica (Miguel Pinedo Vidal), además financiado por grupos empresariales y otras familias que, como si vivieran en tiempos de la colonia, defienden y hacen honor a su escudo familiar. Este es sin duda, el nuevo frente aristocrático, que como en la época del Libertador, han decidido seguir siendo fieles a la Corona española y a sus antiguas costumbres.

Pues, bien, la cohorte de pseudo europeos, que continúan conservando las viejas prácticas de reunirse en clubes, emparentándose entre sí y viendo a los que no son de su clase como seres inferiores, han decidido hacer una celebración el próximo 29 de julio del 2025, y el afiche para promocionar su fiesta tiene el detalle que resume lo que será: un Rodrigo de Bastidas en una posición central y privilegiada del pliego, y detrás, dos indígenas como coprotagonistas de un hecho que ellos nunca desearon, un obstinado relato que le hace daño a la historia de los Tayronas y sus actuales descendientes.

Esta nueva afrenta, lanzada con bombos y platillos, es el segundo traspié de Pinedo, el primero fue la rasgada de vestiduras cuando el ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia, Juan David Correa, les dijo a los ilustres hijos de la “madre patria”, que aquí no había nada que celebrar, esto causó revuelo entre los realistas samarios que expusieron un argumento vacío de lo que debía acontecer el próximo año, incluso esos mismos
que descaradamente llaman “hermanos mayores” a los indígenas.

Quiero pensar que las tesis del consenso posmodernista no se han infiltrado a los cabildos indígenas del Magdalena, y que este cartel salió sin una consulta previa, pues, la carencia de verdaderos elementos conmemorativos muestran el descarte por lo fundamental. Esta es, a su manera, una forma peyorativa de tratar al verdadero origen, es como si a un plumazo los cuatro pueblos de la Sierra se les siguiera llamando “indios”, en los términos más racistas y desobligantes. Invito a los Arhuacos, Koguis, Wiwas y Kankuamos, a hacer defender su pasado, ese que no empieza con la llegada de los españoles, sino del que data de miles de años. Así como a las comunidades negras, palenqueras y raizales a defender su aporte al proceso histórico que le dio vida a Santa Marta.

Pero las coincidencias de esta desafortunada concepción del V Centenario van más allá, para los que no han atado cabos, les cuento: en octubre de 2020 el presidente Iván Duque sancionó la Ley 2058 “Por medio del cual la Nación se asocia a la celebración del Quinto Centenario de Fundación de la ciudad de Santa Marta”, un proyecto presentado por el entonces representante a la Cámara, José Luis Pinedo Campo, sobrino de Carlos Pinedo, como si se tratara de una saga. El articulado, además de promover una Comisión preparatoria que no dio chicle, guarda en su espíritu un clima festivo y no conmemorativo, legalizando el bacanal.

Pero calma, que esta discusión ya la tuvimos en 1992, cuando varios personajes de la academia Latinoamericana, como Enrique Dussel, se mantuvieron en que como pueblo existíamos desde antes de la llegada de Colón y que nadie nos descubrió. “Es decir, para el «yo» europeo (del conquistador, evangelizador o comerciante) el «otro» era «algo» que solo cobraba sentido por haber sido des-cubierto (des-velado): lo que «antes» hubiera sido no tiene importancia alguna”, explica Dussel la visión antropológica española. Y continúa, “El autóctono habitante de América es como una mera «materia» sin sentido, sin historia, sin humanidad: un puro recipiente posible de la evangelización”, más de la visión española de la época, esa misma que buscan celebrar.

Y sigue el filósofo: “si se mira «desde» el mundo del habitante de este continente (desde «abajo»), se trata más bien de una «invasión» del extranjero, del ajeno, del que viene de fuera; matan al varón, educan al huérfano y se «acuestan» («amanceban» se decía en el castellano del siglo XVI) con la mujer india”. Las explicaciones se podrían extender aún más con las crónicas de Bartolomé de las Casas, que contaban el trato de los invasores hacia los nativos, por tanto, insisto: no hay nada que celebrar. Y estos antecedentes no son el recurso para quienes ideológicamente somos de izquierda, es el testimonio histórico del que ninguna ideología se puede escapar.

Pero las cosas ilógicas de América, mientras la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se mantuvo en que la corona española debe pedir disculpas al pueblo mexicano como desagravio a la colonización, justo aquí en Santa Marta, Pinedo le lava la imagen a Bastidas mezclándolo con indígenas, juntando víctimas con victimarios. Y si bien, pedir perdón materialmente no va a devolver el oro saqueado y las vidas quitadas, sí sería un gesto de honor y verdad para estos pueblos.

Borrar a los negros de la historia de Santa Marta y mantener el relato patriarcal, no es un asunto coincidencial, es la terquedad de los aristócratas que pasan por encima de las sentencias de la Corte, olvidando hacer un acto conmemorativo incluyente, donde las migraciones de negros esclavos y las mujeres, muchas de ellas violadas, reciban todo tipo de reconocimiento y resarcimiento. El genocidio español no es una cuestión irreal.

Sin duda, aquí hubo un nuevo desplante a los indígenas y al pueblo negro, los verdaderos orígenes de los 500 años de Santa Marta.

Escribo esto no para que estés de acuerdo conmigo.