Bolívar: nuestro prometeo liberador

Reynaldo Mora Mora.

Por: Reynaldo Mora Mora, para Tribuna Pedagógica

“Aré en el mar y edifiqué en el viento”. Hace 194 años falleció el Libertador Simón Bolívar (17 de diciembre de 1830-diciembre 17 de 2024) de la manera más miserable, abandonado por todos aquellos a quienes había encumbrado. Su frase siempre me ha impresionado profundamente. Aquí podemos señalar, que quien así escribe, es el Bolívar eterno, para todos los tiempos, nuestro Prometeo que desencadenó a las antiguas colonias hispanas. Esta frase tiene una notable resonancia hoy en día, en estos 24 años del nuevo milenio. Nos encontramos en un periodo de permanente crisis moral. La sociedad colombiana cada día es más proclive a cerrar los ojos, en una especie de ceguera ética. La historia en estos 194 años se ha desarrollado frente a nosotros a ritmos que no alcanzamos a digerir, que nos deja pensativos y preocupados por lo que pasará mañana.

Bolívar la fuerza impulsora de Nuestra América, también desde la eternidad está pensativo, como energía sus pensamientos fluyen para seguir impulsando su sueño: la constitución de la Gran Patria. Bolívar sigue siendo fundamental para toda forma de organización política en nuestros Estados Panlatinoamericanos. La presencia de su extraordinaria personalidad es el aura de energía intensa que emana de sus documentos proféticos. Su vida fue una potente máquina de producir energía para nuestra independencia, él era corriente perpetua de energía que trasciende el 17 de diciembre de 1830. Podemos decir, que las raíces de futuro de nuestros pueblos están profundamente asidos al pensamiento del Libertador. Quizá la mayor barrera para el conocimiento de su teoría práctica-política es la del sistema educativo, es nuestro mal endémico, que no forma para combatir la corrupción, por ejemplo, porque la Escuela no enseña para comprender la vitalidad de su pensamiento, porque además tenemos docentes que ven esta realidad como algo normal, ceguera que seguirá acabando el edificio ético que plasmó Bolívar en sus documentos: “moral y luces son los polos de una república”.

De alguna manera, su energía, fuente de inspiración, supo transmitirla a sus soldados, edecanes, como Tomás Cipriano Mosquera, Iturbide, Wilson, Ferguson, entre otros, a su “amable loca”, a la bella Manuelita, y a su “hijo”, el Gran Mariscal de Ayacucho, el “Abel de Colombia”, José Antonio de Sucre. Este don fue una de sus tantas características. Pero, la claridad de esta intensidad era diferente en cada uno de ellos, por ejemplo, su energía amorosa, para sus incontables amores. Bolívar fue energía tensa y disciplinada, siempre había en él un desbordante entusiasmo juvenil. Su dinamismo fue exuberante: según cálculos, Bolívar recorrió más caminos que Aníbal, Alejandro Magno, Julio César y Napoleón juntos. En los albores de su siglo, Bolívar proféticamente habló de los tiempos poderosos, “lo que yo digo perdura”, decía con fuerza, son tiempos que describe en su profética Carta de Jamaica de 1815. Se trata, de un documento escrito por un ilustrado, un texto con una notable aproximación a las problemáticas de las antiguas colonias hispanas, lo que condujo a una comprensión y a unas actitudes nuevas frente a la sociedad, el gobierno, la justicia social y con la educación.

Bolívar un hijo de la Ilustración desafió el derecho de la vieja monarquía española y de las aristocracias criollas, como la del Perú, poniendo con su revolución llevar la libertad, justicia y el establecimiento de repúblicas que se convirtieron en ideales de la Gran Colombia. Bolívar fue energía ilustrada disciplinada. Se había propuesto cumplir su Misión juramentada en el Monte Sacro (Italia), aprendiendo de su Maestro, el rousseauniano, don Simón Rodríguez, correr, saltar de aquí para allá sin detenerse: de Caracas a Bolivia, por ejemplo. Fue un genio con emociones y exuberancia. Sus momentos eran coordinados para dominar su propia energía (recordemos aquí el insuceso de Pativilca, donde hallamos a un Bolívar moribundo. Se le pregunta, qué quería y respondió con fuerza prometeica: ¡triunfar! Hizo realidad dicha Misión con entusiasmo, muy a pesar de las derrotas, las inquinas, las deserciones, pero, siempre estuvo presente en él, el estímulo del desafío. En esta oceánica empresa produjo grandes documentos fundacionales e instituyentes: Manifiesto de Cartagena (1812); Carta de Jamaica (1815); Decreto de guerra a muerte (1813); Discurso ante el Congreso de Angostura (1819); Constitución para Bolivia (1826); fueron textos creados con su confianza en sí mismo acompañada de su larga experiencia vivencial y lectora, a los cuales les insufló su energía constante y estable.

Muy a pesar de los permanentes quebrantos de salud, su estado sólido de poder radiante en sí mismo se apoderó de su batallar (también contra sus enemigos cercanos, como Páez y Santander), que constituyó la cima de realización como ser humano. En todos estos documentos fundacionales e instituyentes de la Gran Patria, está siempre presente el gran fin a que apunta toda la historia de su pensamiento: la realización de la unidad de nuestros pueblos panlatinoamericanos. Este criterio, ciertamente hiperbólico, no es del todo ridículo: ahí está la Unión Europea. La unión de nuestras naciones es un gran desafío. Es mucho lo que está en juego: nuestra época es demasiada compleja, sus desafíos demasiados importantes, sus procesos demasiados grandes. En esto la educación ayudaría. Debemos ampliar el poder formativo de nuestras escuelas y universidades hacia esos desafíos, porque, “el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo”, afirmaba certeramente Bolívar. Es el desafío de la Escuela de enseñar y formar en la manera de pensar prácticamente sobre nuestro momento actual, de entender su complejidad y sus interrelaciones entre nuestros pueblos para tener una visión panorámica.

Bolívar nos dejó equipados para continuar nuestra lucha por la justicia social, porque lo que Bolívar, no hizo aún está por hacer, lo sostuvo con peso José Martí: “¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!” Su pensamiento da sentido a la complejidad de nuestras realidades (leer la Carta de Jamaica). Hay nuevos retos y nuevas oportunidades para lograr la paz. Bolívar nos dejó una sed de conocimiento y comprensión, un gran deseo de darle sentido a la Unidad Panlatinoamericana y de prever hacia dónde dirigirnos. Bolívar vio y legó esta gran perspectiva. Bolívar fue la más grande energía humana convertida en intensidad de lucha libertaria, por lo tanto, fue un gran depositario de energías latentes y potenciales, lo que se presencia en toda su energía en la creación de la Gran Colombia (Presidencia de Quito, Capitanía General de Venezuela y Virreinato de la Nueva Granada).

Para ello trabajó sin descanso a fin de dar forma y esencia a su juramento sacro, escogiendo personalmente a sus acompañantes, por ejemplo, al negro José, Sucre, a don Antonio Nariño, entre otros; con ellos diseño y proyectó procedimientos, por ejemplo, la famosa Campaña Admirable de 1813, el Decreto de guerra a muerte, fijando prioridades y metas, dando ejemplo personal hacia los valores patrios que deseaba promover entre los habitantes de la nueva Patria, la América. Bolívar supo encontrar sentido a su tiempo transformador, el tiempo de la liberación de nuestros pueblos. Por eso, mi intención es que el pensamiento del Libertador se convierta en una herramienta útil para quienes buscan entender mejor la justicia social. Sus premisas se basan en varias opciones que están presentes en sus documentos y en su correspondencia. La primera, es que la paz es el primer valor de los pueblos. La larga historia, nos lo confirma. La humanidad siempre está presente en esta búsqueda incesante. Hoy en día este sagrado valor es cada día más incierto, lo que genera una incertidumbre cada vez mayor con una progresiva consecuencia. La segunda, es que buena parte de esta incertidumbre es clara y visible: no se educa, no se forma para la paz. La tercera, es la justicia social, como lo que permite la realización de la paz. La cuarta, es que su pensamiento representa la espera de profundos cambios y oportunidades. La quinta, es que ningún pueblo puede aisladamente aspirar al logro de los ideales de su pensamiento, solo unidos en la Gran Nación, la América se logrará.