En las selvas del Cauca, los grupos armados, al mando de Iván Mordisco, han sembrado de muerte a niños y adolescentes, sometiéndolos a un ciclo de violencia y abuso que ha dejado profundas cicatrices en la niñez colombiana.
Por: Redacción Web.
Diario La Libertad.
En las profundidades de la selva colombiana, en territorios como el Cauca, las disidencias de las Farc, lideradas por Iván Mordisco, han desatado una ola de violencia jamás vista, cuyo principal blanco son los niños y adolescentes.
Este fenómeno, que podría parecer una pesadilla distante, es una realidad palpable que se extiende por los rincones más olvidados del país. Las fosas comunes, donde reposan los cuerpos de menores asesinados con tiros de gracia, son una de las manifestaciones más cruentas de este recrudecimiento de la violencia.
El general Federico Mejía, comandante de la Tercera División del Ejército, no puede evitar sentir una mezcla de rabia y tristeza al reconocer la magnitud de las atrocidades cometidas. A su despacho llegan a diario relatos desgarradores de fusilamientos y abusos a manos de estos grupos armados, que no dudan en ejecutar a los menores que logran escapar de su cautiverio.
En el norte del Cauca, el 22 de noviembre, fueron hallados los cuerpos de cinco adolescentes que habían intentado huir de su captor. Entre ellos se encontraba Mauren Alejandra Ulchur, una joven de 14 años, reclutada en La Plata, Huila, que vio una oportunidad para escapar, solo para ser asesinada junto a sus compañeros. Fueron enterrados en una fosa común improvisada, una práctica macabra que se ha convertido en la regla dentro de estos grupos armados.
El reclutamiento forzado es, según el general Mejía, la principal razón de estos asesinatos. Los menores son engañados o arrancados de sus hogares para ser convertidos en soldados de estas bandas criminales. La situación es aún más desesperante en el Cauca, donde los niños son obligados a vivir en condiciones inhumanas, sometidos a abusos físicos y psicológicos por parte de los cabecillas. Intentar escapar es una misión casi imposible, pues los guerrilleros se encargan de vigilar y prevenir cualquier intento de fuga.
Los relatos son estremecedores. El general Mejía revela casos de jóvenes que, al intentar escapar en grupos, fueron fusilados por orden de los líderes armados. En uno de los casos más conmovedores, un grupo de diez jóvenes fue capturado cuando intentó huir a bordo de una camioneta.
Los reclutadores, tras entregarlos nuevamente a los guerrilleros, los formaron frente a sus compañeros y los ejecutaron. Solo uno de ellos logró escapar, con una herida de bala, y fue rescatado en el municipio de Balboa, donde relató lo ocurrido.
El caso de los menores reclutados en el Cauca refleja una realidad aún más perturbadora: los grupos armados han perfeccionado sus métodos de captación, utilizando plataformas digitales como Facebook y TikTok para acercarse a los jóvenes vulnerables.
A través de estas redes sociales, los reclutadores les prometen una vida de poder, dinero y privilegios, una mentira que termina en una realidad de esclavitud, violencia y muerte.
El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), encabezado por Leonardo González, señala que la situación en el Cauca no es un caso aislado. Las prácticas de reclutamiento forzado son comunes en otras regiones como el Valle del Cauca y Nariño, donde también se han registrado altos índices de incorporación de menores.
“En el Cauca se ha convertido en una base de reclutamiento de menores, que luego son enviados a otras regiones del país para fortalecer las estructuras criminales de las disidencias”, asegura González. La realidad es que, según el derecho internacional humanitario, todo menor de edad en un grupo armado debe considerarse reclutado forzosamente, aunque muchos de estos jóvenes intenten justificar su vinculación.
Las estadísticas son alarmantes: entre 2013 y 2022, el ICBF reportó más de 2.000 casos de menores víctimas de reclutamiento, un 37,3% de ellos pertenecientes a comunidades indígenas. En 2023, se registraron 301 reclutamientos, y en 2024, a fecha de septiembre, ya van 189. Esta tendencia revela la persistencia de estos grupos armados en su labor de captación, aún cuando el número de deserciones ha aumentado.
Para el general Mejía, estas cifras no son solo números. Son vidas perdidas. Niños y adolescentes cuyas expectativas de futuro han sido anuladas por una violencia estructural que, en muchos casos, termina con su vida de forma brutal y sin piedad. El Cauca sigue siendo uno de los centros neurálgicos de esta guerra no declarada contra la niñez colombiana.
Así las cosas, el reclutamiento forzado de menores sigue siendo una de las tragedias más grandes de la violencia en Colombia. A pesar de los esfuerzos por parte de las autoridades para frenar este fenómeno, los grupos armados continúan utilizando estrategias cada vez más sofisticadas para atraer y retener a los jóvenes en sus filas.
Mientras los niños y adolescentes sigan siendo víctimas de esta guerra, la reconstrucción del tejido social en las zonas afectadas será cada vez más difícil, y el ciclo de violencia se perpetuará sin fin.
Fuente: Sistema Integrado de Información.
Y.A.