En medio de los últimos acontecimientos a nivel político y gubernamental acaecidos a escala nacional, lo que se sigue vislumbrando es que el 2024 no ha sido un año de tranquilidad para la mayoría del pueblo colombiano, especialmente en lo atinente al reajuste de los precios de bienes y servicios, sobre todo en lo que respecta a la canasta familiar, con el incremento permanente en el costo de los combustibles.
El presente año se ha mantenido de una manera alarmante y preocupante para la gran mayoría del pueblo colombiano, como consecuencia de las generalizadas alzas que a diario se conocen, si bien es cierto este fenómeno es común en los últimos meses de cada año, en esta ocasión el golpe ha sido demasiado severo.
Con este panorama lo que se vislumbra es una meta de inflación, que con toda seguridad seguirá influyendo certeramente en los precios de los alimentos, se presagian aumentos en las tarifas de los servicios públicos como agua y electricidad y telefonía.
Se incrementará el valor de los peajes y como consecuencia, las tarifas del transporte de carga y de pasajeros.
Con toda seguridad las cuotas moderadoras de salud se seguirán incrementando en el equivalente a la inflación causada y aumentará también el costo de la medicina prepagada, en algunos casos ya se notificó a los usuarios de aumentos de hasta el diez por ciento.
El valor de las matrículas a cargo del golpeado bolsillo de los padres de familia aumentó ostensiblemente para el caso de los colegios privados, aumentarán los precios de los textos escolares y las matrículas universitarias no se quedarán atrás.
Seguramente que se incrementarán las cuotas de administración de los conjuntos residenciales, ya aumentaron los valores de las boletas para ingresar a espectáculos públicos, incluyendo los deportivos y culturales.
La clase media por principio es enemiga de las alzas, porque estas le complican su situación económica; como sabemos dentro de los parámetros de la economía de mercado, suben los insumos y estos a su vez disparan los precios de los artículos manufacturados y procesados y lo uno conlleva a lo otro.
Por la misma razón es que a diario crecen las protestas y el reclamo de las familias de escasos recursos económicos, cuando se producen permanentes aumentos de los precios, especialmente en aquellos productos que constituyen la canasta familiar, es así como se origina lo que se conoce como el efecto dominó: los distribuidores aducen que los transportadores aumentan los costos de los fletes, éstos a su vez atribuyen su aumento al incremento de los precios de la gasolina y los peajes, y al final como siempre sucede, es el consumidor final el que termina pagando los platos rotos.
A lo anterior hay que agregar los ya tradicionales brotes especulativos, fomentados por avivatos acaparadores que se aprovechan de los incautos compradores, para así obtener grandes ganancias a costilla de los consumidores, sin que las autoridades intervengan para sancionar a los culpables de estas prácticas ilícitas.
No olvidemos que los barranquilleros a menudo somos sorprendidos con las alzas de precios de los productos alimenticios transportados de otras regiones.
Por todo lo anteriormente relatado, hacemos un llamado a las autoridades competentes a fin de que se decidan hacer cumplir las disposiciones que rigen la materia de precios, pesas y medidas en Barranquilla.