Por: Mariana Castilla
El artículo “El currículo contextualizado y pertinente” de Reynaldo Mora Mora, publicado el 12 de noviembre de 2024 en el diario La Libertad, ofrece una profunda reflexión sobre la importancia del currículo en el contexto educativo. El autor comienza estableciendo que el currículo es la esencia de cualquier sistema educativo, lo que resuena en la idea de que es mucho más que una simple lista de contenidos o estándares. El currículo, según su postura, debe ser un reflejo de la realidad social y cultural en la que se imparte. Argumenta que el currículo efectivo no debería estar limitado a resultados cognitivos aritméticamente medibles, tal como lo dictan las normativas de entidades como el Icfes o el MEN, sino que debe ser una herramienta que responda a las problemáticas del contexto y que busque formar ciudadanos comprometidos y críticos.
El autor subraya que el currículo debe fomentar un entorno de aprendizaje inclusivo, donde se valoren las diversas perspectivas y se fomente el respeto por la diversidad cultural. La educación, en este sentido, debe ser un espacio de encuentro en el que los estudiantes aprendan no solo a adquirir conocimientos, sino también a cuestionar y a colaborar con otros. Esto conlleva un cambio de paradigma, donde el rol del educador ya no se reduce a ser un mero transmisor de información, sino que se convierte en un facilitador del aprendizaje, promoviendo la participación activa de los estudiantes en su propio proceso educativo.
La crítica al instrumentalismo en la educación, como señala Mora, es un llamado a repensar el propósito y la metodología de los sistemas educativos contemporáneos que, en muchas ocasiones, priorizan el rendimiento académico medido a través de exámenes estandarizados sobre otros aspectos igualmente fundamentales de la formación integral del individuo. Este enfoque, que busca cuantificar el aprendizaje y comparar el desempeño de los estudiantes, tiende a reducir la educación a un simple mecanismo de evaluación, olvidando que el aprendizaje es un proceso complejo que abarca no solo la adquisición de conocimientos, sino también el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y éticas.
Al priorizar el rendimiento académico, el sistema educativo moderno puede desatender el desarrollo emocional de los estudiantes, un aspecto crucial para su bienestar y su capacidad para relacionarse con los demás.
Esto puede llevar a consecuencias negativas, como el aumento del estrés, la ansiedad y la desmotivación entre los estudiantes, quienes sienten que su valor se mide únicamente en función de sus calificaciones en exámenes. Aboga por un enfoque más holístico de la educación que reconozca y promueva el desarrollo socioafectivo de los estudiantes. Este enfoque no solo considera las habilidades académicas, sino que también valora la inteligencia emocional, la empatía, la ética y la capacidad de trabajar en equipo. La educación debería ser un espacio donde se fomente el conocimiento de sí mismo y de los otros, la resolución de conflictos y el desarrollo de una ciudadanía activa y responsable.
El enfoque que plantea la importancia de elaborar un currículo contextualizado resalta la idea de que cada escuela opera dentro de un marco único que está influenciado por su entorno social, cultural y económico. Al tomar en cuenta esta diversidad, se promueve una educación que no solo se adapta a las realidades locales, sino que también se nutre de ellas. Este proceso de construcción curricular se vuelve, así, una oportunidad para que la comunidad exprese su historia, sus tradiciones y sus aspiraciones.
Una de las bases fundamentales de este enfoque es el reconocimiento de la experiencia y el conocimiento de los miembros de la comunidad educativa.
Esto incluye a estudiantes, docentes, padres y otros actores sociales que pueden aportar perspectivas valiosas sobre las necesidades y los desafíos que enfrentan. Al involucrar a estos actores en la creación y revisión del currículo, se fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia el proceso educativo. Los interesados no solamente se convierten en receptores de un currículo predeterminado, sino que se transforman en co-creadores de su educación, lo que potencialmente incrementa la relevancia y el impacto de las experiencias de aprendizaje. Esta construcción colaborativa del currículo promueve una educación inclusiva, que respeta y valora la diversidad cultural. Permite que se reconozcan y se integren saberes ancestrales, prácticas comunitarias y lenguas autóctonas, contribuyendo así a la preservación de la identidad cultural de la comunidad. Al hacerlo, se fomenta no solo un aprendizaje significativo, sino también un sentido de orgullo y conexión con las raíces culturales.
La utilización de los recursos disponibles en la comunidad, ya sean materiales, humanos o simbólicos, también enriquece el proceso educativo. Los docentes pueden incorporar, por ejemplo, proyectos que involucren a artistas locales, expertos en oficios tradicionales, o actividades que utilicen espacios comunitarios como aulas al aire libre. Esto no solo hace que el aprendizaje sea más dinámico y relevante, sino que también fortalece los vínculos entre la escuela y su entorno, convirtiéndola en un punto de encuentro vital para la comunidad en su conjunto.
Es crucial que los educadores y responsables de la política educativa asuman un papel activo en la defensa de un currículo que priorice la humanidad y la contextualización. Esto implica resistir la presión de los intereses económicos y tecnológicos que buscan reducir la educación a una mera comodidad, y en su lugar, promover una visión de la educación como un derecho fundamental que debe ser protegido y valorado. Solo así podemos asegurarnos de que la educación sirva para fortalecer la sociedad y promover el bienestar de todos los individuos.
En un contexto educativo cada vez más influenciado por la virtualidad y la estandarización, es fundamental que el currículo se convierta en un baluarte de resistencia contra las fuerzas que buscan deshumanizar el proceso de aprendizaje. Esto implica anclar el currículo en la realidad vivida de los estudiantes, valorando y comprendiendo el contexto social que los rodea. De esta manera, la educación puede trascender la mera transmisión de conocimientos y convertirse en una herramienta para la formación integral de individuos críticos, reflexivos y comprometidos con su comunidad. Este texto hace parte de los Talleres de Lectura y Escritura en Procesos Curriculares que se desarrollan con estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad del Atlántico (II-2024).