Medicina en la U. del Atlántico

Por Orlando Andrade Gallardo

La excelente noticia de la semana anterior sobre la apertura de la facultad de Medicina en la emblemática Universidad del Atlántico fue recibida con inmensa satisfacción y alegría por parte de las familias atlanticenses. Después de una lucha incansable de la comunidad solicitando al gobierno central y departamental  la necesidad  de  abrir una facultad de medicina en la universidad pública para las familias sin posibilidad económica para pagar tan exagerada sumas de 20 y 30 millones de pesos por semestre para que sus hijos adelantaran la profesión, es una realidad. La noticia no fue sorpresa, según informaciones de prensa el programa estaba aprobado, pero el problema burocrático y centralista atrasó los trámites y definitivamente para el próximo año, 50 estudiantes con cupo limitado ingresarán a la facultad.

La Universidad del Atlántico desde siempre ha sido la alternativa y la joya de la corona para estudiantes sin recursos económicos que desean superarse, en la  institución son cientos de profesionales brillantes que hoy ocupan cargos  importantes tanto en el sector público como privado. La noticia de la renovación  de alta calidad expedida por el Consejo Nacional de Acreditación a seis años, fue recibida con entusiasmo y compromiso,  la calidad y competitividad de sus profesionales  es  garantía de que el alma mater cumple con todos los estándares que exige la educación superior.   

El conocimiento que imparten las universidades debe ser universal, por ser superior y cuando se niega esta universalidad es desconocer  su rol en la sociedad, la docencia es una actividad sensible y delicada, donde todos se benefician, ignorar su entorno es desconocer su importancia.  En la mayoría de países subdesarrollados aíslan las universidades, centros de investigaciones y entidades dedicadas a explorar el conocimiento, por esa razón sufren de  estigmatización y atraso. Estas premisas nos conducen a considerar el aspecto de identidad  en la problemática universitaria, y el rosario de quejas no cesan sobre su funcionamiento, algunas respuestas apuntan al económico, y la fórmula  es,  si se quiere hacer más, es necesario invertir más, no solo en cemento, hierro y arena. La transferencia de tecnología es una gran herramienta, pero la gran mayoría de instituciones ignoran el humano como el principal componente en el rendimiento académico. Es evidente que en cientos de centros educativos la remuneración a los educadores calificados es muy baja, lo que conlleva a resultados deficientes académicamente. Los jornaleros  académicos, como se conoce a los profesores busetas y taconeros, prestan sus servicios por hora cátedra, laboran 25 y 30 horas semanales durante cuatro meses al año y sin ninguna prestación social, la fórmula fue implantada por el ex presidente Julio César Turbay Ayala, abuelo de un polémico e irreverente  senador del CD. Estas prácticas docentes se constituyen en las pérdidas de valores y poco interés del maestro que improvisa y repite las clases por falta de investigación, en estas condiciones es ilusorio esperar buenos resultados. La ciudadanía espera que los docentes de medicina no sean improvisados,  en la ciudad hay excelentes  médicos, pero la buena enseñanza  requiere preparación, disciplina y   experiencia, para responder al gran reto de educar, que muchos la consideran un apostolado. Un problema que es latente  son los cupos que se disputarán, no por los aspirante aventajados, sino por quienes manejan el poder en la ciudad y el departamento, seguramente ya tienen sus candidatos de los hijos de personajes que los han ayudado en sus campañas políticas  dejando por fuera a los estudiantes sobresalientes. 

La situación actual de las universidades en la región es delicada por la cantidad de profesores migrantes del vecino país de Venezuela, que ingresan en busca de oportunidades, dejando por fuera a los docentes colombianos y en muchas ocasiones compitiendo en los salarios. El otro problema que no se supera es la hora cátedra, no obstante las luchas por las reivindicaciones de los profesores que el actual gobierno respalda, pero los resultados no se ven. Conocemos docentes que enseñan en colegios y universidades con salarios de hambre, pero mantienen la mística de hacer lo que les gusta hacer,  aprovechados por empresarios de los centros educativos para explotarlos y acumular riqueza, construyendo edificios y mansiones que disfrutan con familiares y amigos. Que dolor de patria. Universidad del Atlántico, símbolo ñero de los atlanticenses.