La legislación penal de Colombia sigue en mora en el sentido de ajustar las penas que merecen los violadores con las más severas condenas, principalmente de aquellos que lo hacen con menores de edad. Repetidos casos de abuso sexual en diferentes escenarios de la comunidad barranquillera, costeña y colombiana en general, claman justicia para que el merecido castigo a los autores sea causa de escarmiento. Aunque en nuestro departamento el número de denuncias sobre maltrato infantil sigue siendo bajo en comparación con el resto del país, especialistas en el ramo señalan que los menores siguen padeciendo por este fenómeno.
Los agravantes del abuso sexual infantil, se puede decir que es el inadecuado manejo que en algunos casos se le está dando al Internet y que debe regularse por los padres, ya que los niños, niñas y jóvenes están utilizando esta herramienta para aprender sobre sexo y mirar páginas de este tipo; hay que tener cuidado porque están ganando terreno en el escabroso tema del abuso sexual.
Expertos en la materia nos enseñan que el abusador sexual comienza desde joven, con un comportamiento anormal desde muy temprana edad y que muchos de los abusadores han sido víctimas en algún momento de sus vidas. En la actualidad el tema no deja de tener la mayor significación e importancia, máxime cuando las circunstancias del momento y la descomposición social, todos los días amenazan más con arrasar la tranquilidad, la vida y el futuro de los niños y niñas. Hasta no hace mucho tiempo el mundo de los niños era un entorno respetado por todos, mayores y jóvenes, autoridades y ciudadanos protegían, familiares y extraños defendían los derechos de los menores y a pesar de que la guerra, la violencia, el odio y las pasiones eran el común denominador en las relaciones entre los hombres, nada alcanzaba a salpicar el universo en que se movían los niños. Es como si en tiempos pasados hubiese existido un acuerdo entre todos de respetar y no involucrar a los menores en los problemas cotidianos y en las diferencias que existían entre los asociados. Por más graves que fueran las dificultades y más difíciles de saldar, más alejados se les mantenía a los menores de los conflictos. Basta oír las malas noticias de cada día, para comprobar que en cada hecho violento, en cada acción absurda, en cada situación de conflicto, en cada acto estremecedor se encuentra la participación activa de un adolescente que todavía no es sujeto de derecho, ni de responsabilidad. Todo esto sumado a los abusos, a los malos tratos, a la explotación y a las injusticias que se cometen con menores, cada vez son más los obligados a la explotación sexual, reclutados a la fuerza –como se supo recientemente– utilizados para trabajos pesados, o aprovechados para cometer ilícitos, o sometidos a los peores y más indignantes abusos. Vistos los hechos que a diario acontecen se debe concluir –por parte de los legisladores– que la tolerancia que hacen sus leyes es tan dañina como el crimen mismo. Todo lo anterior debe ser un motivo y una oportunidad para reflexionar sobre el mal que le estamos haciendo al mundo, abandonando a los menores a su suerte y permitiendo, por acción o por omisión, que la voracidad de los intereses egoístas y los apetitos personales, la ambición de dinero y el resquebrajamiento de los valores, acaben con los que son el futuro de la humanidad.