Del imaginario local: EN EL BUS DE “CABEZA E’PUERCO”

Molino de papel-Escribe; Walter Pimienta

Este es el bus…o, mejor dicho, lo que atrevidamente llaman bus y que, todavía, milagrosamente, anda botando humo por todas partes en medio de un ruido de latas oxidadas-. Lo conduce su propietario, “Cabeza e’ Puerco”- así le dicen en el gremio a su chofer. Hará 26 paradas hasta llegar al sitio a donde voy, si es que antes no se vara, espero que no, porque es una carcacha modelo 1951 de la Benz con repotenciado motor por parte los mecánicos de “El Boliche”, eso me ha dicho el tal “Cabeza e’ Puerco” en otras conversas en que me ha tocó cogerlo….Y, otra vez, en este voy ahora sentado en una banca que lleva los resortes por fuera, esperando que Dios me permite, eso espero, vivir en su recorrido tantas distintas vidas como vidas y gentes hay en Barranquilla… aquí vamos… suban, los invito…

A veces el bus de “Cabeza e’ Puerco” avanza como apagado o en silencio… descontado el ruido de su motor, el de su radio encendido y el de su traqueteante carrocería…Pero aclaremos: me refiero es al silencio que guardan sus ocupantes que a lo mejor llevan una algarabía de preocupaciones en el alma…¿quién sabe?…
En una esquina, al bus donde voy, una persona a quien llaman “intermedio”, y que tiene entre manos una cartulina y un bolígrafo, y amarrado a un árbol un reloj de cuerda tan grande que no da la hora sino que la grita, le toma el tiempo…Y entonces me pregunto si a todos los que aquí vamos, nos alcanzará el tiempo para vivir a plenitud lo que deseamos…
El chofer, luego de pasar el reloj, acelera para alcanzar al bus que le precede: “!Estas caído!” Le grita el del control del tiempo…y al bus se le atraviesa un camión repartidor de gaseosas, y entre los choferes hay gritos y mentadas de madre mutuamente…Y se forma un trancón vehicular y todos los carros pitan. De pronto, un inesperado giro de un taxista involucrado, desata el nudo y todos se mueven y, después de un expresivo: ¡Hijueputaaaa! Que se escucha, la cuadra enmudece.
-Tengo tres minutos- dice el conductor?…Y me vuelvo a preguntar: ¿Y si en la vida nada más tuviéramos tres minutos, con cuántos sueños sin alcanzar nos iríamos?
Sube al bus un hombre con pecho de acero y cara de pajarito fino, y entiendo lo de su cara; silba como todos los pájaros del mundo a cambio de unas monedas; algunos pasajeros se las dan y el tipo vuela y, dos cuadras más abajo, desaparece dejando una pluma en el bus.
El bus ha parado ahora donde queda el viejo estadio de fútbol. En este, jugaron futbolistas que ahora son abuelos y, alguien, con la pena moral de haber visto allí a alguno meter un autogol, se le humedecen los ojos e, inmerso en la intimidad de los pasajeros más viejos, recuerda las chilenas de “Dida”, un brasilero que trajeron por estos lares y que jugando en el equipo de la urbe, un domingo, le metió 3 goles al Atlético Quindío, en tanto él, confeso el pecado, en la tribuna de sol se fumó la última vareta de la jornada.
-¿Hasta donde vas?- pregunta uno a u otro que está sentado a su lado.
-Hasta el Paseo de Bolívar- responde el aludido.
-¿A qué?- vuelve a preguntar el primero.
-A ver el espectáculo.
-¿Cuál espectáculo?- arremete el otro.
-Hoy, por fin, viejo mán… relincha el caballo de yeso donde, en su monumento, está montado el Libertador- fue la contesta.
…Y se escuchan risas.
Llegamos a un semáforo. Está en rojo. El chofer nos mira por el espejo que tiene enfrente.
-Córranse- dice a los que van de pie-, y remata con esta nota: “Allá atrás reparten jugos.
-¿Tus tenis son “Adidas?- pregunta un amigo al otro.

  • “Doncroy”- . Después entendí, le dijo que eran “Croydon” , pero al revés
    Una señora aprieta fuerte su bolso y “Cabeza e’ Puerco” dice: “hay un dron”. Y el ladrón, conocedor del código, sonriendo, se baja raudo y en la calle se escucha que grita.
    -¡Los espero en la próxima!
    Colgados de los pasamanos, van como 22 personas que parecen ir bailando la canción que suena en la radio: “…el mapalé, el mapalé, jelo, jelo, jelo, jelo, jelo , jelo, jelola…”
    Se vinieron unas gotas de lluvia con sol y, sin querer, vemos una maratón en la calle; para allá y para acá, corre la gente.
    De pronto, las gotas cesan. Las dos últimas cayeron en el roto vidrio panorámico del bus que no tiene plumillas de barrido.
    Entra una muchacha y un viejo, le dice.
    -¡Uf…carajo… mujé de guele a sabroso!
    Y otra vez hay risas.
    Sube una mujer anciana en muletas. Le falta una pierna. Detrás de ella, intenta uno que tiene las dos y no alcanza el bus.
    De la anciana es la victoria.
    Sube un testigo de Jehová disfrazado de vendedor de dulces y nos levanta con el salmo 91.
    Regresa la lluvia. Yo había tomado el bus en un verano primaveral, ahora, quienes en este vamos, vamos en un bus invernal que se llueve más por dentro que por fuera.
    Frente a la pared de un edificio se detiene el bus. Hay allí el mural de un chupaflor con el pico roto chupando el néctar de una roja cayena. Lo del pico roto es porque, en esa parte del dibujo, se borró la pintura.
    Un hombre que va de pie, rosa por las nalgas a una mujer y esta le obsequia la rabia de su mirada.
    Se baja un pasajero que conoce al chofer y este, camuflado entre los vendedores de la calle 30, le grita.
    -“!Cabeza e’ Puerco, roba vueltoooo!
  • ¡Tu madreeee! Le responde el afectado.
    …Y aquí, sin llegar a mi destino, en el bus de “Cabeza e’ Puerco”, junto conmigo van todas las palabras reunidas: la palabra silencio, la palabra sudor, la palabra morbo, la palabra indiferencia, la palabra trabajo, la palabra cansancio, la palabra imprudencia la palabra vida, porque la vida, dentro de un bus, anda en cuatro ruedas…