Socialización y afectividad en la formación de maestros en una escuela normal superior

Foto: referencia.

Por: Maritza Eugenia Molano Ordoñez

La Escuela Normal Superior, durante décadas ha contribuido desde su currículo, a la formación de maestros en procesos didácticos fundamentales en el quehacer pedagógico, los cuales a través del tiempo vislumbran la necesidad de articular el eje de Socialización y Afectividad; si bien es cierto, el desarrollo humano, dignifica la vida y fortalece la inteligencia emocional.

Al hacer el recorrido por los diversos territorios, se corrobora que, en las diversas culturas, el afecto mueve y potencializa la autoestima; las diferentes formas de su expresión dan el reconocimiento a la necesidad de amar y ser amado. Por tal razón se hace fundamental la formación del ser en la academia; además, se entrevé como pilar de la educación (Delors, 2006). De acuerdo a lo anterior, se vislumbra que, la educación ha desarrollado diferentes formas de enseñar, formar y evaluar, exigiendo cambios significativos, pues el mundo de hoy requiere estrategias metodológicas y pedagógicas acordes con las transformaciones que vive la sociedad, las cuales están mediadas también, por el eje transversal de formación humana.

García, (2002) menciona que la educación, ha de responder por la formación de niños y jóvenes para las condiciones de la actual sociedad, pero que también atienda al mismo tiempo los elementos más importantes de la tradición educativa, en este caso, la educación integral como componente esencial de la transformación social. Efectivamente, el desarrollo humano, es una necesidad de los profesionales de la educación, como tal, se espera que en los diferentes momentos de su quehacer pedagógico, se fortalezca mediante habilidades comunicativas enriquecedoras de la profesión docente, además que, cimientan el proyecto de vida de los futuros maestros.

Mulssow, (2008) manifiesta que el desarrollo humano, ha tenido lugar desde que los seres humanos existen; esto muestra la importancia de la dimensión psicosocial; en ella se encuentran las emociones, el temperamento, las habilidades sociales, la influencia familiar de la comunidad y la sociedad, teniendo en cuenta las diferencias culturales, los valores y papeles que pueda desempeñar (la posibilidad de interrelacionarse en ambientes de socialización diversos).

Ser docente, es un reto de cualificación pedagógica y didáctica que genera, a través de la experiencia, múltiples inquietudes alrededor de las prácticas de los estudiantes. Formar maestros hoy en día, no solo implica llenar su cerebro de conocimientos, sino que amerita, a través de él, entrar en la realidad de las duras situaciones a las que se enfrentan los niños y las niñas de las Instituciones Educativas. Es tan fácil entablar un diálogo sobre las nuevas estrategias metodológicas y sobre los últimos avances del desarrollo cognitivo, pero es tan difícil hacerlo sobre las formas de enseñar a amar.

Cuando se intenta escribir sobre el amor y la misión del ser “maestro”, podemos remitirnos a la historia, en libros bíblicos y teológicos, donde la palabra maestro proviene del vocablo hebreo, Rabí, que literalmente significa “mi Grande”, título de prestigio; viene del Maestro de Maestros: JESÚS, el que nos dejó el legado de enseñar cosas admirables y hacerlo con autoridad (Mc 1, 27), además de emplear para la didáctica, recursos de la naturaleza, enseñando con comparaciones al alcance de todos, así como reconocer por su nombre a cada uno de los estudiantes. Educar con amor y paciencia, posibilita animar, evaluar, felicitar y corregir. De la misma manera, educar la libertad personal, y la capacidad crítica, permite tener criterios de discernimiento, despertar iniciativas, capacitar y asumir las dificultades; así se forman los líderes para mejorar el mundo (Didáctica de Jesús, 2012). Así, se puede afirmar que, en el proceso educativo, igual el desarrollo humano, es eje fundamental en la carrera docente. De ahí la importancia de recordar de dónde provienen y qué significan las palabras socialización y afectividad en el contexto educativo. Según el diccionario etimológico, la palabra socio proviene del latín socius (compañero), y la palabra afectividad viene del latín affectus que se refiere al estado emocional agradable hacia algo o alguien.

La socialización y la afectividad son procesos que se fortalecen a partir de la gestación hasta el fin de la vida; es el modo de adquirir autoestima, seguridad y alcanzar autonomía personal. Educar a los niños ha sido una de las preocupaciones más constantes a lo largo de la historia de la humanidad, la formación integral del individuo era y es el objetivo principal de cualquier proceso de aprendizaje (González, 2005).

La práctica educativa apenas ha valorado la importancia que tiene la afectividad en el desarrollo. Por tanto, la educación emocional hoy en día en las instituciones educativas se encuentra viviendo un nuevo paradigma que implica una manera diferente de vivenciar las prácticas pedagógicas, primero, el conocimiento de la persona (Criado y González, 2002). El maestro necesita conocer ampliamente sobre las dimensiones de sus estudiantes. El ser humano es integral, se desenvuelve dentro de un ambiente donde influyen un sinnúmero de características biológicas, psicológicas, sociales y espirituales. Está dotado de conciencia, inteligencia, voluntad, intencionalidad, afectividad y creatividad (Alonso, Escorcia, 2012). Es por ello, el llamado a generar alianza estratégica entre padres de familia y docentes mediante un puente pedagógico que trascienda a la formación holística. Formar en el amor necesita de la coherencia, clave del ejemplo. Un maestro solo, sin el acompañamiento del padre de familia en el proceso académico, poco garantiza la formación sólida en sus educandos. Hay necesidad, entonces, de concientizarse mutuamente.
A manera de conclusión, se puede inferir que la innovación pedagógica, desde las estrategias de aprendizaje metacognitivas, cognitivas y actitudinales, posibilitan a los estudiantes procesos de cómo aprender y tener éxito dentro y fuera del ámbito académico. Además, quienes las colocan en práctica, se convierten en aprendices autónomos y suelen ser más eficaces en el desarrollo de sus tareas cotidianas. De esta manera, Monereo, (1999, en Brockbank y McGill, 2002), complementa que estas estrategias, se definen como procesos de toma de decisiones, en los cuales el estudiante elige y recupera los conocimientos que necesita en una determinada tarea u objetivo. Además, que quienes las aprenden, demuestran coherencia al ser capaces de ajustar su comportamiento a las exigencias de la actividad encomendada por el docente y en las circunstancias en que la tarea se produce.

Silva y Torres (2005), aducen que las competencias metacognitivas se refieren a la capacidad de realizar diversos procesos mentales importantes en el ejercicio ciudadano. Entre ellas, se destaca que permiten generar alternativas de solución a conflictos, así mismo, identificar las distintas consecuencias que podría tener una decisión. Así que, en este pequeño recorrido, se intenta vislumbrar la urgente necesidad de sentir pensar a través de los sentidos.