En su reciente columna, Angélica Monsalve abordó la controversia en torno a la Sra. de Gnecco, quien expresó desesperación ante una denuncia en su contra. Monsalve, desde su propia experiencia con el sistema judicial, ofrece una crítica incisiva que resalta las dinámicas del poder en la Fiscalía y el tratamiento desigual de las denuncias en Colombia.
Uno de los puntos más destacados de la columna es la clara diferenciación que Monsalve establece entre su caso y el de Gnecco. A través de su propia narrativa como «víctima del abuso de poder«, enfatiza que la Sra. de Gnecco no debe considerarse excepcional ni merecedora de un trato privilegiado. La columnista sugiere que el miedo y la angustia de Gnecco son reacciones que muchos otros ciudadanos enfrentan, especialmente aquellos que, como ella, se ven involucrados en procesos judiciales que a menudo son manipulados por influencias externas.
Monsalve señala que la Estructura de Apoyo de la Fiscalía (EDA) tiene como objetivo combatir bandas criminales, y que todas las denuncias, incluida la de Gnecco, son tratadas con igual seriedad. Este punto es crucial, ya que refuerza la idea de que el sistema, a pesar de sus defectos, busca un enfoque equitativo en la atención de los casos. La mención de que el caso de Gnecco fue enviado a reparto en lugar de ser asignado a un fiscal específico contrasta con su experiencia previa, donde los casos fueron manipulados por fiscales leales a figuras de poder.
El tono de la columna es desafiante y, en ocasiones, sarcástico. Monsalve utiliza la frase «deje de llorar y victimizarse» para subrayar la falta de empatía que siente hacia Gnecco, sugiriendo que la figura pública no está capacitada para entender el sufrimiento de quienes son realmente oprimidos por el sistema. Esta perspectiva plantea un dilema moral: ¿deberían las figuras públicas mostrar más vulnerabilidad ante las denuncias, o deben aceptar las consecuencias de sus acciones sin hacer alarde de su status?
Además, la referencia a la reacción de periodistas de renombre en el extranjero ante denuncias por mal ejercicio de la profesión plantea un argumento sobre la responsabilidad y la rendición de cuentas. Monsalve sugiere que ser objeto de denuncias es parte del ejercicio del poder y la influencia, y que lamentarse por ello puede ser visto como un signo de debilidad o falta de carácter.
En conclusión, la columna de Angélica Monsalve no solo es una defensa de su propia experiencia, sino también un llamado a la reflexión sobre las desigualdades dentro del sistema judicial colombiano. Su crítica a la figura de Gnecco invita a cuestionar la forma en que se perciben y manejan las denuncias, especialmente en un contexto donde las dinámicas de poder y la corrupción pueden distorsionar la justicia. Monsalve concluye con un recordatorio contundente de que todos, sin importar su posición, deben enfrentar las consecuencias de sus acciones en un marco de justicia que aspire a ser equitativo.