Por: Carol Patricia Valenzuela Quintero
Al leer los «Pensamientos formativos curriculares» del Profesor Reynaldo Mora Mora sobre la importancia de integrar los valores fundamentales en el currículo y cómo estos valores dan forma a la identidad educativa de las instituciones, me surgieron algunas reflexiones que he estado elaborando.
Como docente que inicia en la investigación de la educación inclusiva a partir del Proyecto de Tesis que desarrollaré en el Doctorado en Ciencias de la Educación-RudeColombia, Universidad del Atlántico, es fundamental identificar momentos críticos en la trayectoria escolar para brindar el acompañamiento necesario ante los retos que enfrentan nuestros estudiantes. Muchos de estos retos pueden generar estrés debido al volumen de tareas, la ansiedad durante la transición de un nivel educativo a otro y la presión por tomar decisiones sobre su futuro académico y personal.
Desde mi rol como docente, considero que uno de los momentos más críticos en la trayectoria escolar de los estudiantes es la transición entre los diferentes niveles educativos. Durante el paso de primaria a bachillerato, el estudiante experimenta cambios físicos y emocionales que impactan su rendimiento académico. Por ejemplo, el cambio de primaria a secundaria puede generar sentimientos de abandono, ya que, desde su percepción del mundo, dejan de recibir la atención constante de sus padres y comienzan a convivir con otros niños y adultos. La adaptación en los primeros años puede ser desafiante debido a que los estudiantes enfrentan mayores exigencias académicas y emocionales. En este período, pasan de tener un único docente a trabajar con cinco o más profesores, lo que los expone a nuevos modelos de enseñanza y a una transformación de su identidad.
Durante la educación media, los estudiantes se enfrentan a la presión de tomar decisiones sobre su futuro. Esta situación puede provocar ansiedad y estrés, especialmente si las opciones ofrecidas por la institución no coinciden con sus intereses. Esta desconexión afecta su desempeño académico y bienestar emocional, ya que deben adaptarse a nuevos grupos de compañeros. También debemos considerar los factores externos que influyen en su aprendizaje, dependiendo de cómo la escuela conecte estos aspectos con su vida escolar.
En mi opinión, «no temer al paso del proceso» debería ser una filosofía de vida que emerja en el corazón tanto del docente como del estudiante. La educación inclusiva nos invita a reconocernos como seres pensantes y usuarios de la tecnología, en lugar de señalarla como un distractor constante en el aula. Aquí radica el poder de los valores, que son un apoyo tanto para el sistema educativo como para la sociedad. Es crucial enseñar a los estudiantes que transitan de la niñez a la adolescencia a utilizar esta herramienta para beneficiar su aprendizaje, sin dejarse llevar por las divergencias que ofrece.