(Memoria retro)
Siempre hay días buenos y días malos, las secretarias de todos los tiempos lo saben
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Aquellas mujeres, jóvenes todas, sacaban sones (como decía mi madre) , sobre el teclado de una Remington, de una Olivetti o una Underwood joyas de un tiempo. Corrían los maravillosos y tranquilos años 60s. Ellas eran las” bateristas de las orquestas de las oficinas” tan pronto conseguían empleo. Todas, en el caso local, egresadas del recordado Técnico de Comercio, carrera 43 con calle 47, que a la sazón dirigía la connotada Seño Anita Sourdis de Cova, volviéndolas expertas en escribir 30 palabras por minuto con los ojos vendados como prueba reina, con jurados presentes y así alcanzar el título. A decir verdad, pasaron aquellas el duro examen final y, con sobrados méritos, se graduaron de Secretaria Comercial en tiempos en que media Barranquilla, a mediados de los ventoleros diciembres, se volcaba a las vitrinas de la Foto Tepedino y, de toga y birrete, las veían en el mosaico de la afamada institución cual prueba fehaciente del logro conseguido para orgullo de la familia.-
De las artistas de las máquinas de escribir, desplazadas tiempo después por la frías computadoras, dirá la historia, tenían el encanto laboral de ejercer un oficio ruidoso en el palpable mundo visual de la cinta de dos colores, negro y rojo, y del papel carbón como elemento de copia todo en el plano horizontal de un rodillo con campanita para dejar sangría…Qué encanto era aquello…Qué momentos más gratos nos regaló la vida con el sonido del tic…tictac..tictituc…tictititc… tic…tictic..tictitictititi salido de sus teclas desde la “Q” hasta la “M”, incluyendo signos y números, ambientando las horas de oficina cuando la palabra escrita y dictada por el jefe, pasaba a la máquina en el snob de artilugios que, a punta de tecla, subían las letras a mayúsculas o minúsculas cautivando todas las profesiones.
Qué encanto musical, repito, el que se desprendía de las oficinas de antes cuando la señorita secretaria de agiles manos, en su Remington , en su Olivetti o en su Underwood, con la delicadeza y la destreza del caso, escribía una carta poniendo, en alto, con su impecable ortografía y redacción, su profesión y estilo.
Veintiséis piezas interiores y articuladas tenían (tienen), “la bestia de letras”, como llamó Hemingway a la máquina de escribir en las que, tanto las secretarias de modales finos como los escritores de novelas, picoteando y picoteando letras, hasta ganaron el Premio Nóbel y con ellas la gloria que el mismo Hemingway después, escribiendo así, a máquina, alcanzara.
La mecanografía en Barranquilla, vinculada a la coordinación de manos y ojos, tiene una historia propia, el Instituto Técnico de Comercio, la Escuela de Comercio Moderno del profesor Modesto Gómez, el Sena, el Instituto Anita, el Colegio León XIII y otros, atestiguan una historia que cobra vida a través de los ojos de las usuarias que buscando los avisos clasificados de la prensa de aquel tiempo, esto leían: “Se busca secretaria mecanógrafa que además tenga conocimientos de taquigrafía y de excelente ortografía y redacción”… De modo que en la resonancia de aquellos años, dando en las teclas al sonido de una “batería de música”, las más avezadas se llevaban el puesto al escribir de manera irrefrenable: cartas, actas, largos discursos y comunicados, al rigor de un adusto jefe de lentes caídos hasta la punta de la nariz que les dictaba con la severidad del “vuelva y relea, por favor”, domando con precisión los 100 errores ortográficos más frecuentes del idioma español sin consultar el diccionario.
…Y fue así como, gracias al ritmo musical de las 44 teclas de las máquinas de escribir de ayer, al periodismo, a las notarías, a las aseguradoras, a las oficinas gubernamentales, a las empresas, a los bancos, a los juzgados y más, llegaron las secretarias trasformando el espacio con el sonido ambiental de laborar al son de las Remington, de las Olivetti y las Underwood convirtiendo el adusto paisaje de oficinas en un sitio del que los varones después no nos queríamos ir si el liberado jefe o gerente le permitía a su empleada el uso de graduadas minifaldas sugestivas y a la moda. Con todo, trabajar de mecanógrafa era por esas memorables calendas un oficio decente y respetable y, por demás, un clásico trabajo femenino para las chicas bien presentadas…
Hoy, el eco artístico de estos aparatos ahora piezas de museos, ya no reverbera en las oficinas; habrá, si acaso, por ahí, para el refresco y la fascinación de la memoria, alguien con una que otra foto amarillenta en blanco de una secretaria fijos los ojos sobre e l teclado de su máquina de escribir y, en el espacio aromado, entre su escritorio y el piso, la exhibición de unas torneadas piernas cruzadas de mujer bonita para observar e imaginar con ella hasta una inédita novela… haciéndola tangible al lado de una resma de papel, de un teléfono negro de disco…Secretarias A, B, C de melancolía, máquina de escribir fiel piano de tocar poesías… Secretarias de ayer, reinas de los paréntesis, de la raya, el asterisco y el guion; del espacio, del acento en la palabra y de la cinta colorada que se salía del carrete y abierta la ventana, rodeada de cartas en el encanto de musicales teclas saltarinas en vuelo…
Memoria retro…
Para hacer más real la lectura, música de la máquina de escribir pulsando