La paz como fundamento de la democracia y la sostenibilidad

Por George Gurgel de Oliveira, Profesor de la Universidad Federal de Bahía y Director del Instituto Politécnico de Bahía

Los conflictos y las guerras regionales ponen en evidencia la insostenibilidad de la sociedad contemporánea. Las guerras que involucran a Ucrania y Rusia, así como a Israel y Palestina, son solo la punta del iceberg que expresa las contradicciones del mundo en que vivimos, donde la cultura de la Guerra Fría aún persiste, principalmente a través de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, frente a una realidad mundial multipolar que presenta a China, Rusia, Japón y la propia Unión Europea como actores relevantes en el escenario internacional actual.

¿Cómo se posiciona la Comunidad Internacional, en particular la ONU, frente a esta compleja realidad? Desde febrero de 2022, la guerra entre Rusia y Ucrania ocupa un lugar destacado en las noticias internacionales. Involucra directamente a los EE.UU., la OTAN, la Unión Europea y, de manera indirecta, a China. Al igual que la guerra entre Israel y Palestina, que comenzó en octubre de 2023. Son disputas geopolíticas, como las que ocurrieron y ocurren hoy en diversas regiones del planeta, incluso durante el siglo XX, con el desencadenamiento de las dos guerras mundiales y el periodo de la Guerra Fría.

Hoy en día, por ejemplo, ¿cuál sería la razón de la existencia de la OTAN? Sabemos que fue creada después de la Segunda Guerra Mundial para impedir la expansión de la extinta Unión Soviética, que ya no existe desde 1991. ¿Cómo son y se desarrollarán las relaciones entre EE.UU. y China, y cuál es el papel de la Unión Europea y Rusia en este contexto? Son cuestiones que deben plantearse para una mejor comprensión del escenario internacional actual y del papel de los distintos actores involucrados.

Por lo tanto, las guerras y los conflictos regionales cuestionan el anacronismo de las organizaciones multilaterales, como la ONU, que aún funciona bajo la lógica de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, con el poder de veto de Rusia (que reemplaza a la URSS), EE.UU., China, Reino Unido y Francia. Según la ONU, actualmente hay 30 regiones en conflicto en el mundo, la mayoría armadas. Los conflictos involucran disputas territoriales, diferencias étnicas, religiosas y recursos naturales como petróleo, gas, agua… Existen zonas de tensión geopolítica desde hace décadas, como Corea del Norte, Irán, Palestina e Israel. Además, hay movimientos separatistas que generan inestabilidad política y económica regional, como en Irlanda del Norte, el País Vasco y Cataluña (España), Quebec (Canadá) y Colombia, entre otros.

En tiempo real, de manera dramática y espectacular, el mundo sigue la tragedia en Ucrania y Palestina. Mientras tanto, se informa poco sobre los conflictos regionales que tienen lugar en América, África, Asia y la propia Europa desde hace décadas. Así, están en disputa los modelos de hegemonía a nivel internacional: la unipolaridad de EE.UU. consagrada tras el colapso del modelo soviético en 1991 o la perspectiva de un mundo multipolar, un proceso en marcha en el que la Unión Europea, Japón, los BRICS, incluidos China y la propia Rusia, Brasil, Sudáfrica, India y otros países podrían y deberían tener una participación más efectiva en la ONU y en los organismos multilaterales, construyendo un nuevo orden mundial, más amplio y abierto a la cooperación internacional.

¿Desde qué perspectiva nos posicionamos? ¿Qué tenemos que decir como ciudadanos en el proceso de construcción de una cultura de paz como fundamento de la sostenibilidad humana en el planeta?

Los desafíos actuales y el futuro

En este contexto mundial debemos evaluar las guerras y los conflictos regionales en curso y los impactos de las declaraciones y acciones de los principales líderes de EE.UU. y Europa, destacando también a China, Rusia y los países directamente involucrados en las guerras y conflictos regionales. La lógica de la guerra, de resolver los conflictos entre países por la fuerza, no interesa a la mayoría de la humanidad. Interesa a los complejos industriales militares históricamente construidos, consolidados en tiempos de la Guerra Fría y que sobreviven hasta la actualidad, generando enormes beneficios a los señores de la guerra en el proceso de destrucción y reconstrucción de los territorios afectados por los conflictos, matando, en su mayoría, a niños, jóvenes y la población civil en general, además de destruir la naturaleza, la arquitectura y la cultura milenaria de la humanidad.

El imperativo es la lucha en defensa y ampliación de la democracia como camino para la construcción de nuevas relaciones centradas en la vida y en la preservación de la naturaleza, poniendo la cultura y la educación para la paz como fundamentos de nuevas relaciones nacionales, continentales e internacionales. La articulación de esta construcción, a través del diálogo y la cooperación permanentes, son desafíos que se presentan ante las dificultades que estamos viviendo en Brasil y en toda la humanidad, seguidas en tiempo real y espectacularizadas en los medios de comunicación. Las guerras en Ucrania y Palestina, los conflictos regionales y los impactos del cambio climático revelan las fragilidades de los sistemas políticos, económicos y sociales en los que vivimos, desafiando a la humanidad a construir nuevas relaciones entre sí y con la propia naturaleza.

Las realidades de las calles y las redes sociales traen en tiempo real a toda la humanidad los genocidios, la tragedia social de millones de personas que sobreviven a las masacres, permaneciendo al margen de las conquistas sociales elementales: educación, trabajo, alimentación, vivienda, salud, saneamiento básico, movilidad y una renta básica, garantizados en la Declaración Universal y en algunas Constituciones Nacionales, incluida la actual Constitución brasileña.

El tejido de una alternativa democrática a las crisis política, económica, social, sanitaria y ambiental que vivimos nos desafía a trabajar de manera urgente en la unidad de las fuerzas democráticas, dialogando con el mundo del trabajo y la cultura para movilizar un frente político que garantice el Estado de Derecho y el ejercicio de la ciudadanía en el camino hacia la mejora de la vida de la población brasileña y mundial. Hay espacios en Brasil y en el mundo para la construcción de nuevas relaciones políticas, económicas y sociales, dirigiendo las inversiones hoy utilizadas para la guerra hacia la educación y la ciencia y tecnología, enfrentando los problemas económicos, sociales y ambientales reales de la humanidad.

La sostenibilidad política, económica, social y ambiental planetaria está en la agenda. Estamos destinados a construir sociedades democráticas en el camino hacia una cultura de paz para Brasil y toda la humanidad.

Por lo tanto, la lucha por la paz es la lucha por la sostenibilidad del planeta, es la lucha por la vida de cada uno de nosotros. La política, la diplomacia y la ciudadanía deben estar unidas para resolver los conflictos militares, los refugiados o cualquier otro conflicto social y ambiental que exista hoy en el mundo. La ONU debe seguir siendo el espacio privilegiado para la resolución de los conflictos militares entre Rusia y Ucrania, entre Israel y Palestina, y de todos los demás conflictos militares o de cualquier tipo en curso en el planeta. Cada ser humano es importante, independientemente de su nacionalidad, color de piel, orientación sexual o religión.

Hoy más que nunca, debemos trabajar y luchar por una cultura de paz. Afirmar y reafirmar los valores que nos hacen humanos: la cooperación, la solidaridad, la lucha por la igualdad, la libertad y la fraternidad; valorando, defendiendo y consolidando la democracia como camino e instrumento fundamental en este proceso.

Los caminos y las alternativas están claras: las opciones entre la democracia y la barbarie siguen presentes. Es un proceso permanente, en construcción. La cuestión democrática, la sostenibilidad y la cultura de la paz se plantean como valores para la sociedad contemporánea en sus relaciones entre sí y con la propia naturaleza, en el camino hacia ser una mejor humanidad. Nosotros seremos capaces? El desafío es para todos…