[EDITORIAL] Nubarrones en el futuro político de Colombia

Un somero análisis del Consejo Editorial del Diario LA LIBERTAD realizado este fin de semana, nos hace llegar a la fácil conclusión que la polarización de la que tanto se ha venido hablando en los últimos meses en nuestro país, en la realidad no es un fenómeno generalizado entre todos los ciudadanos, a los que no les interesan las diversas tendencias políticas, las que hoy en día lo que persiguen es mostrar su hegemonía, a través de lo que se conoce ahora como el “posicionamiento ideológico”, en relación con la militancia en las numerosas agrupaciones partidistas existentes en Colombia –catalogado el país del mundo con más partidos políticos– en las cuales no se encuentra afiliada la mayoría del pueblo  colombiano, el que siempre ha estado ubicado más cerca del centro que de la derecha o de la izquierda.

Como se sabe, en el año 2026 se realizará el debate para elegir el nuevo Presidente de la República, pero desde ya en lo que falta de 2024, se comienza a hablar de las estructuras de los elementos que determinarán el mapa electoral en nuestro país, lo cual quedó patentizado en el hecho que desde ya existe un ramillete de damas que han expresado sus deseos de llegar al solio presidencial.

Lo que no está lo suficientemente claro, es hacia dónde irá Colombia con una economía bastante quebrantada, con un desempleo disparado y si su dirigencia sigue dividida, enfrascada en discusiones mezquinas, queriendo ridiculizar las iniciativas mucho antes de su trámite correspondiente, divagando y perdiendo tiempo valioso, mientras aun no comienzan a vislumbrarse las candidaturas.

Si seguimos escuchando desde el Ministerio de Hacienda las propuestas de nuevas cargas tributarias para la clase media y más aumentos del IVA, vayámonos preparando para que la elección la gane una oposición radical y populista, independientemente de cuál sea el nombre del candidato o candidata.

Por eso resulta fácil llegar a la conclusión que es posible la generación de una profunda polarización política en nuestro país, la cual se evidencia más que todo entre aquellos grupos que se encuentran en los extremos, ya se ha podido comprobar que entre estos no tiene cabida el diálogo, pero sí los permanentes insultos y un dogmatismo excluyente, tanto de izquierda como de derecha.

Ante esta gran realidad política un inmenso conglomerado de la sociedad colombiana se encuentra expectante en medio de estos grupos irreconciliables, con sus grandes problemas sin resolver y siempre con las esperanzas puestas en la posibilidad de que en las siguientes elecciones presidenciales sea elegido un Presidente y un Congreso que sean mejores que el anterior.

Lo cierto es que de la actual situación  no puede esperarse algo diferente al ahondamiento de las diferencias; lo que se necesita en Colombia son posiciones políticas con verdadero diálogo y entendimiento auténtico y civilizado, no centrado en los permanentes improperios y descalificaciones personales, un fenómeno que ha hecho aflorar la existencia de dos países completamente diferentes.

Un país que anuncia siempre cambios inminentes y otro país real, convertido en un gigantesco problema social, cuyo eje es la inequidad económica.

Por otra parte, el notorio desinterés de la juventud por la política es una clara demostración de su actitud frente al modo habitual de hacer política en Colombia, la que no les atrae en absoluto.

Seguramente en el debate en las próximas campañas electorales escucharemos hablar de revolución, de más cambios, de políticas de izquierda y de derecha, de renovación social profunda y de cosas parecidas, mucha gente las escuchará, pero con el mismo desencanto de siempre.