El impacto ambiental y social de la minería ilegal y el cambio climático amenaza los recursos hídricos del suroccidente colombiano.
En una de las operaciones más impactantes de los últimos años contra la minería ilegal en el departamento del Cauca, el Ejército Nacional de Colombia hizo un descubrimiento devastador: el río Sambingo, uno de los afluentes más importantes del suroccidente del país, ha desaparecido por completo. El hallazgo fue hecho durante un sobrevuelo en el que los militares, al iluminar con reflectores las zonas afectadas, se toparon con un desolador paisaje de tierras áridas y pequeñas lagunas aisladas. Un suboficial que participó en la operación relató a la revista Semana: “No podíamos creerlo. Ver ese panorama nos produjo muchísima tristeza, rabia y dolor”.
Este cauce, que alguna vez fue un río caudaloso y vital para la región, ahora es una sombra de lo que fue. El Sambingo, que es tributario del río Patía, recorrió históricamente alrededor de 150 kilómetros de montañas y bosque tropical antes de desembocar en el océano Pacífico. No solo fue un cuerpo de agua crucial para la biodiversidad de la zona, sino que también desempeñó un papel clave en la vida de las comunidades locales, que dependían de él para sus actividades agrícolas y de subsistencia.
La tragedia del Sambingo no es un hecho aislado ni reciente. En diciembre de 2014, este mismo río fue escenario de una avalancha que causó la muerte de cinco personas y dejó a otras ocho desaparecidas. Sin embargo, su desaparición total, reportada en esta operación, va más allá de los fenómenos naturales. Según los científicos, la severa disminución del caudal del Sambingo no se debe exclusivamente al fenómeno del Niño—que ha provocado sequías en otras partes del país—, sino que es resultado directo de la minería ilegal en la región. Las enormes zanjas cavadas para la extracción de minerales han alterado por completo el ecosistema, provocando la extinción de especies locales y la destrucción de más de 360 hectáreas de bosque nativo.

El daño no se detiene ahí. Durante la operación militar, las autoridades encontraron cinco retroexcavadoras y una clasificadora, además de otros equipos utilizados para llevar a cabo la extracción ilegal de recursos naturales. Se estima que esta actividad generaba alrededor de 1.081.757 dólares mensuales en ingresos ilícitos, una suma que contrasta dolorosamente con el costo que tendría la recuperación del río. Semana informa que restaurar el afluente no solo tomaría décadas, sino que costaría aproximadamente 360.585.790 dólares.
Este caso revela una doble crisis que afecta a muchas regiones de Colombia: por un lado, el impacto del cambio climático, exacerbado por fenómenos como el Niño, y por otro, la minería ilegal, que destruye el entorno y deja tras de sí un legado de devastación ambiental y social. La desaparición del Sambingo representa el colapso de un ecosistema completo y la pérdida de un recurso fundamental para las comunidades locales. Además, pone en evidencia la urgencia de enfrentar la minería ilegal de manera más efectiva y de proteger los recursos hídricos que están en riesgo por actividades extractivas descontroladas.
Es en este contexto que surgen preguntas preocupantes: ¿Cuántos ríos más deberán desaparecer antes de que las autoridades tomen medidas más contundentes para detener la minería ilegal? ¿Qué se está haciendo para restaurar no solo los cauces, sino también la biodiversidad que depende de ellos? Y lo más importante, ¿qué futuro le espera a las comunidades que viven de estos recursos y que ahora enfrentan la incertidumbre ante la desaparición de sus fuentes de vida?
La desaparición del río Sambingo no es solo un problema ambiental, sino un llamado de atención sobre la necesidad urgente de una gestión más sostenible de los recursos naturales en Colombia. La minería ilegal sigue siendo una amenaza latente para muchas regiones, y su impacto, combinado con el cambio climático, podría desencadenar una crisis aún mayor si no se toman medidas inmediatas.