El Premio Nobel de Economía de este año ha sido otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, quienes han revolucionado la forma en la que se entiende la prosperidad económica de los países, no sólo evidenciando el vínculo entre las instituciones sociales y el desarrollo económico, sino que también han proporcionado herramientas teóricas fundamentales para explicar por qué estas estructuras perduran y cómo pueden transformarse a lo largo del tiempo.
El jurado de la Real Academia de las Ciencias de Suecia ha resaltado que sus aportes ofrecen una comprensión profunda sobre las raíces históricas de la riqueza y la pobreza, develando el papel crucial que juegan las instituciones extractivas e inclusivas en el progreso o estancamiento de una nación.
Uno de los aspectos más innovadores de la investigación de Acemoglu, Johnson y Robinson es su enfoque empírico. Recurrieron a un análisis histórico comparativo que abarca desde el siglo XVI, cuando comenzó la expansión europea por el mundo. Examinaron las diferentes formas en que las potencias coloniales establecieron sus sistemas económicos en diversas regiones y cómo estas decisiones siguen repercutiendo en el desarrollo actual.
Sorprendentemente, los autores demostraron que los países que en el pasado eran más ricos han quedado rezagados en términos de producto interior bruto (PIB) per cápita. Su investigación reveló que, en regiones donde la mortalidad de los colonos fue elevada, surgieron sistemas económicos extractivos, que hoy en día se asocian con un menor desarrollo y una mayor desigualdad.
Para ilustrar sus conclusiones, los premiados utilizaron a la ciudad de Nogales como ejemplo, dividida por la frontera entre México y Estados Unidos. Aunque geográficamente idéntica, la diferencia institucional entre el norte estadounidense y el sur mexicano es notable. Mientras que los ciudadanos al norte de la valla disfrutan de un sistema económico y político que les proporciona oportunidades y derechos, sus vecinos al sur están limitados por instituciones menos inclusivas.
Este contraste no es una excepción, sino que se repite en diversas regiones del mundo. Los países que adoptaron instituciones inclusivas —como ocurrió en los asentamientos con menor densidad poblacional donde los colonos europeos tuvieron mayor influencia— se han beneficiado de economías más dinámicas.
Uno de los grandes hallazgos de los galardonados es la correlación entre la densidad poblacional en las colonias y el tipo de instituciones que se desarrollaron. En áreas densamente pobladas, como América Latina o África, los colonizadores europeos se encontraron con grandes poblaciones resistentes que fueron sometidas a sistemas de explotación masiva. En regiones menos pobladas, como América del Norte o Australia, las instituciones inclusivas fomentaron el trabajo y la inversión de los colonos europeos, creando una base para un crecimiento económico más equitativo.
Los tres compartirán los 11 millones de coronas suecas (976.000 euros, 1,1 millones de dólares) con que están dotados este año todos los Nobel.