A ratos, si uno piensa bien, da la impresión de que las nuevas directivas llegaron pensando que dirigirían un monasterio budista, y no una entidad con un aparato criminal enquistado.
Por Angelica Monsalve Gaviria
Se nota que no saben, o no quieren saber, que antes de irse Barbosa y Mancera, ellos dejaron a todos sus socios ascendidos en los mejores cargos, y bien atornillados, toda una feria de ascensos, nombramientos y traslados, para que se perdieran en la burocracia de la fiscalía; tan evidente que entre los funcionarios hizo carrera el chiste: que cuando llegara la nueva administración, lo único que iban a encontrar eran las fotocopiadoras.
Este aparato mafioso, que incluye también a los familiares de los socios de Barbosa y Mancera nombrados dentro de la Fiscalía, sigue intacto. Tan es así que, como las mafias, la Fiscalía terminó repartida por familias, y cuando los ascensos no alcanzaron para saciar tanta hambre, empezaron a repartir los viáticos por comisiones para cosas como “ir a reuniones”.
Así, de los cercanos, socios, cómplices, y lambones de Barbosa y Mancera, nadie de quedó sin hacer su negocio grande o pequeño; no exagero cuando digo que crearon una casta de nuevos ricos dentro de la rama judicial. De hecho, siguen ahí intactos y no hay poder que los remueva, a pesar de ser muchos, de libre nombramiento y remoción.
Fue un verdadero asalto y saqueo a la Justicia, luego les daré nombres y cargos, la mayoría de ellos, están en la Dirección Especializada Anticorrupción. ¡Dizque anticorrupción!