-Molino  de papel- TODO UN  ACTO  DE MAGIA

Escribe; Walter Pimienta.

*La  magia de  la  vida es la misma  vida…

***

Esta  vez, Richardine regresó al pueblo en octubre anunciando a  los  cuatro  vientos por  todas  las  calles.  con  bombos  y  platillos,  y desde  una camioneta vieja con  bocina,   su espectáculo de circo  garantizando a quienes fueran  a verlo, no pediría  a ningún espontáneo le  sirviera  de asistente para serrucharlo vivo en  dos partes, y  luego pegarlo  y revivirlo,  porque para  eso había traído a  Marlene,  su esposa, con  quien practicaría su  mortal  y  peligroso número  de  magia.

Richardine,  como  algo  novedoso,  había pensado  hacerlo  con Modesta de  Jesús,   su suegra,   pero esta le  pedía por  adelantado  un seguro de  vida por  si,  de pronto,    le  fallaba la  peligrosa vaina y así,  por  lo  menos,   dejarles  algo a sus  quince  nietos   en  la pobreza,  incluyendo  en  el trato  una cláusula especial donde firmaba sería él  quien terminaría de criarlos y los sostendría de todo hasta que estos fuesen  mayores de edad.

A  la  suegra de Richardine, preocupada por el  resultado de la mortal  experiencia,  esta  vez   tomando el  ilusionista a su hija como sujeto de  prueba algo  insegura  y  poca  efectiva,   la invadía la  duda de que  el  mago,   a su  parecer,  estaba enamorado  de Ingermina Del  Romedal  y quería quedar  viudo para  casarse  con  esta alegando después,  ante  las  autoridades,  como  normal,   que su  esposa había muerto  como  causa  de un  absurdo accidente  de  trabajo.

A la  suegra  de Richardine, además,  cualquier  revelación del  destino le era posible,  angustiada también porque la Del Romeral era más  bella y  joven   que Marlene, motivo  por el cual, el  mago, cuando su  esposa estaba indispuesta por lo  de la  costumbre mensual de toda muer, él la llevaba de asistente alternante luciendo un atractivo y  lujurioso vestido de baño  rojo,  zapatillas rojas  y  un  sombrero  de  bombín negro.

Se  sabía de  historia, que el  mago Verlón de  Hungría,  en  el  siglo  XVI, en  una de estas falló y mató  con  su serrucho,  en  Hibácharo,  partiéndolo  en  dos partes iguales,  a “Chiquitín” Barrera Moreno,  un valiente espontáneo  convocado por la atracción,  terminando esa  vez los asistentes al macabro espectáculo por  ir al velorio del  voluntario;  en  tanto el  tal  Verlón de Hungría, haciendo  de su arte lo  más sorprendente e  increíble,  enseguida desapareció por arte  de  magia. Y de  ahí, la  lógica inquietud de la  suegra de Richardine.

Toca  señalar,  por  otra  parte,  que Richardine, en  verdad de verdad, no  quería errar en  el número y  horas antes, había leído  su  libro  de  magia “La verdad y  la mentira de  los magos”, un  tratado  universal de estrategias coyunturales  que iba desde  los  consejos para  sacar conejos de lo  sombreros de  copa,  hasta tragarse  una espada de acero  toledano y  luego  extraérsela saliendo  indemne del  escalofriante  trance.

Había dudas sobre el  caso. Se llegó  a afirmar  en el  pueblo que el  truco del  acto  mágico,  estaba en  el serrucho y Richardine, para avalar la  veracidad del evento, ante testigos, en  la “Ferretería de Roque Cantina”, compró el  más filoso que había para  reemplazarlo por  el usualmente ocupado, y como  garantía de fidelidad  lo dejó  en manos de las  autoridades hasta la  hora de la presentación, deshaciendo así   cualquier  sospecha  al  respecto.

Marlene,  entre la  verdad y la  ficción del hecho, llegó  a sentir  miedo y, temerosa de ser cortada viva  en  dos partes, a  escondidas de  Richardine, se  tomó una pócima de  las que este  se bebía para desaparecerse, pero le  falló. Y  pensó en  la Del Romeral ausente.

Nueve de  la  noche.  El  Teatro Montecristo  estaba a reventar.  Richardine se  había encomendado a  la hadas y  a  los polvos de la  Madre Celestina.  Hizo,  para el  magnetismo,  una  oración a su  piedra  acerina  empuñándola en  la mano  izquierda.  Sufría una expectativa  incierta…Igual  su  mujer.

-Júrame que no  fallarás-  le  dijo  ella.

El  juramento no  tuvo  respuesta.

Richardine  comenzó a sentir  un  miedo  infantil.

Practicó quince veces  con  una gallina  durante  una semana y  el  truco no  lo  falló.

¿Podía fallar? Sí.

Tenía  34  años de experiencia como  mago.

¿Podía equivocarse? Sí.

-Compensaré  con  otros  trucos y  no  con  ese- se  dijo- pero habría una revuelta entre el  público- consideró.

Sacó el  carrito  de la  muerte.  Era la  rutina.

A dos policías  presentes,  el  mago pidió  el serrucho nuevo.  Probó  el  filo  de este cortando  en dos  una resma  de  papel.

En  plena intimidad, Marlene no  quería  salir  al  escenario.

Y se  había  vestido  de  asistente. Ella se  guardaba  un secreto. Pero  en  el  código  de los magos,  se acertaba  o se fallaba…

Cualquier  cosa podía ocurrir,  como  el  día  de “Chiquitín Barrera”.

Richardine  tenía cara  de  problema; pero  en ese momento  no  renunciaría a su  vocación.

Con  firmeza  probó la  resistencia del serrucho doblándolo  un poco.

Salió Marlene. El  público aplaudió.

Ella  y  él  se dieron  una mirada que no  podían eludir.

Habían sido felices desde los  15 y  hasta  esa fecha  sin  descendencia,  algo  en  lo  que  estaban  de acuerdo  para no abandonar  la  profesión.

El  aire se  puso denso.

Había  apuestas en  la sala.

-Apuesto  $30  a  que la mata- dijo Silvestre-.

-Apuesto  30 a que no-  le  contestó Nandito,  el  de “la Niña Sara”

Era el  momento. Era el  ilusionismo.  La  muerte   o  la vida.

Un  silencio lo  envolvía todo.

A Richardine le  temblaba  el  pulso. Sudaba. Se puso pálido  como  el primer  pálido  que hubo  en  el  mundo. Se  acordó  de la Del Romeral pero  ya  era  tarde. Y  se  arrepentía de no  haber dado  a  su suegra el  seguro de vida que le exigía para  actuar  de espontánea.

Marlene se  iba a  tender  sobre la  caja  de la  muerte y  en  la  soledad de  su  propia  soledad,  con  voz  de  peso terrenal,  para  que todos lo  escucharan, de pronto  dijo  al  mago.

¡Alto  ahí! No matarás a  Richardinito.

El  mago detuvo el  impulso de su  arma  asesina.

Marlene tenía un  mes  de embarazada.

…Y  hubo   vivas y  hubo aplausos  a  la  vida  en  la sala. La  gente  se  puso de  pie.

El  éxito fue total.