Por: Reynaldo Mora Mora
El secreto insondable del currículo es el de ofrecer un sentido humano a los procesos de formación, en este sentido, se constituye en un fenómeno histórico-social y cultural donde confluyen el pensamiento crítico, el reconocimiento de una Institución Educativa y la gracia alegre de los estudiantes, como el ideal de juntar el contexto con sus problemáticas con los saberes enseñables, como un amplio abanico de posibilidades, de entre las cuales cada sabe de cada docente puede seleccionar una para concretar innovaciones que se expresen en la incertidumbre existencial de lo que somos: como esa humanización y reflexión creativa diaria que como docentes críticos debeos realizar, como la existencia de diferentes dimensiones de la realidad para disfrutar del planeta que somos cada docente. Recordemos que cada clase es una reelaboración de nuestra primera case, y apoyándonos en Borges decimos, que todo escritor, léase, todo docente, escribe, léase, enseña fundamentalmente sobre lo mismo a lo largo de la vida, lo que hace el escritor, es lo que debemos hacer nosotros los educadores, hacerlo con todos los medios a nuestro alcance para insuflarle nuevas diferentes formas y apreciaciones, léase, a nuevas formas básicas de enseñar, de lo que se dispone (es lo que he venido escribiendo y enseñando sobre el campo del currículo por más de 20 años). Debemos procurar para la Historia de la Educación del Caribe colombiano dejar nuestras huellas como nuestros presupuestos teóricos y prácticos, que den claves que permitan observar en el tiempo la forma secreta en la que opera, por ejemplo, el poder de la evaluación.
Nuestro pensamiento curricular tiene conceptos en constante mutabilidad que lo hace integral, contextualizado y pertinente, pero también, permite que nos mantengamos cotidianamente presente. En nuestros ensayos proponemos un mapa de este pensar a fin de explorar las trayectorias conceptuales de este campo, ligadas de manera crucial a las influencias intelectuales que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra formación permanente. En nuestra Biblioteca Curricular hemos ido resguardando esta memoria, como la dimensión de Archivo para analizar el “discurso curricular”, una especie de arqueología de este campo, para decirnos que la educación es la seguridad para todos, es la operación intelectual para construir una genealogía del pensamiento curricular contemporáneo colombiano, que nos lleve a descubrir las fallas del sistema educativo. Por ello, nuestra crítica a las pruebas estatales remite a la idea de que existe la esencia del hombre y que esa esencia es una tarea, un deber como educadores críticos fortalecerla en la humanidad de los estudiantes, como futuros buenos ciudadanos. Es nuestro gran desafío. Por lo tanto, nuestra práctica pedagógica como enfoque filosófico debe estar profundamente ligada a la vida práctica de los estudiantes, llevándolos a reflexionar sobre los deberes éticos como ciudadanos y sobre cómo la virtud y la justicia constitucional deben guiar nuestras vidas. Esto revela nuestro énfasis en el uso didáctico de los problemas sociales como guía para una vida digna tanto en lo personal como en lo social. Creemos en la supremacía de la vida cotidiana como reflejo de lo humano, lo que nos hace comprender los desafíos de la sociedad: aprender de los errores del pasado para no repetirlos en el presente de nuestra cotidianidad.
En orden a proporcionar orientaciones en la perspectiva de un Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP, se debe realizar una selección cultural ligada con las preocupaciones de la sociedad y de los contextos particulares, a fin de recapitular el propósito del conjunto de posibilidades formativas del sistema educativo, precisando que la tesis propia de nuestra perspectiva consiste en sostener la idea de la humanización del currículo para estrecharlo con la vida cotidiana. En cierto sentido, este modo de proceder se ha querido privilegiar en contra de la estandarización y la homogenización de las prácticas evaluativas. En cuanto al fondo, esta perspectiva pretende romper con la manera habitual de comprender la formación a través de las pruebas estatales: pues así razonan los señores tecnócratas del Icfes y del MEN. Si he considerado oportuno hacer este análisis es para que el lector tome conciencia de los problemas de orden formal y real presentes en el currículo, haciendo nuestro el “Sapere aude”: atrévete a servirte de tu propia razón. Es la autonomía curricular. Es la reflexión sugerente. Es una reflexión, donde ella no se agota, porque es un texto pensado curricularmente, como un texto especialmente enseñable, como un conjunto perfectamente plausible de razones para la vida, como una táctica argumental y con un sello característico: enseñar pensando para la vida, como la correcta idea misional del sistema educativo. Es la necesidad de asumirnos como sujetos sociales en la coyuntura actual como intelectuales críticos con elementos propositivos para observar y valorar las particularidades culturales desde el pensamiento curricular, lo que es una “rara avis” en el pensamiento de esos tecnócratas.
Es la inquietante claridad a la que aspiramos como educadores críticos, en la medida de valorar al currículo como un manojo de emociones, sentimientos, intereses y capacidades. A estas alturas de nuestra reflexión, una vez tomada la decisión fundamental de valorar el CCP y el Horizonte de Formación para la Resolución de Problemas de la Sociedad, HRPS, la cuestión esencial que debemos resolver es preguntarnos, ¿cuándo actuamos en tal propósito? Nuestra propuesta de construir Currículos Contextualizados y Pertinentes privilegia y exalta la tendencia a ser cada día más humanos. Este papel estelar que se le asigna al currículo refleja el tipo de valoración que se le asigna para desarrollar y fortalecer la autonomía en la Formación Integral. Por ello, nuestro análisis parte de esta declaración: primero la Humanidad. Y, es que la situación actual puesta bajo el microcosmos del análisis curricular nos presenta una sociedad sinóptica de adictos por esas pervertidas pruebas. En tal sentido, debemos pensar en resignificaciones movilizadoras por una vida digna desde el enseñar abordando problemas relacionados con su calidad. Desde nuestra propuesta diremos adiós a esas pedagogías no participativas, a los esquemas tayloristas de organización, a la gestión rentable y eficientista de la formación. Adiós a estos peligrosos estereotipos porque son situaciones de riesgo para una autonomía respetuosa por el otro. Por el contrario, necesitamos de un Estado, de una familia y de una sociedad sensible y responsable con la educación, como aplicación de la comprensión humana como buenos ciudadanos.
Por lo que acabo de exponer, considero que la perspectiva de los CCP y del HPRS es lo viable, porque es la óptica cultural-humana de la formación, ya que el currículo es un arbitrio cultural, porque no puede ser neutro ni aséptico. En este sentido, el currículo es una tentativa por comunicar lo humano de la formación, es el hipotético acuerdo entre la Escuela, la sociedad y la familia a través del enseñar, que representa el currículo que queremos, es la intencionalidad misional del sistema educativo. En este contexto de análisis, es conveniente que construyamos planteamientos teóricos fundados en definiciones de currículo y práctica pedagógica para profundizar en su elaboración y aplicación, perfilando un retrato más completo, más integral y más dinámico frente a las problemáticas sociales. Esto nos lleva a sistematizar para dotarnos de argumentos explícitos contra una concepción cerrada e instrumental, como el paradigma despliegue de lo oficial frente al currículo. Nos preguntamos, ¿hasta qué punto la asunción de este tema es crucial?