Un golpe devastador a las condiciones de vida de los argentinos.
En un revelador informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), se ha confirmado que la pobreza en Argentina ha alcanzado un impactante 52,9% de la población, un incremento de 11,2 puntos en comparación con la última medición a finales de 2023. Este alarmante aumento representa un cambio significativo en el panorama social del país y, por primera vez en 20 años, más de la mitad de los argentinos vive en condiciones de pobreza. Desde que asumió la presidencia Javier Milei, en diciembre pasado, 5,5 millones de personas han caído de la clase media, lo que refleja la magnitud de la crisis actual.
Los datos son abrumadores. La pobreza extrema, conocida como indigencia, también ha experimentado un drástico ascenso, subiendo del 12% al 18,1% en el primer semestre de este año. En total, 8,5 millones de argentinos no tienen cubiertas sus necesidades alimentarias básicas, lo que plantea un grave desafío para la estabilidad social del país.
El impacto de esta crisis se siente con más fuerza entre los grupos más vulnerables, especialmente niños y ancianos. Según las estadísticas, dos de cada tres menores de 14 años (66,1%) vive en condiciones de pobreza, y uno de cada cinco (27%) se encuentra en situación de indigencia. La situación no es mucho más alentadora para los adultos mayores, ya que el porcentaje de personas mayores de 65 años que son pobres se ha duplicado, pasando del 13,2% al 29,7% entre el primer semestre de 2023 y el mismo período de 2024.
Este incremento en los índices de pobreza es el más alto en dos décadas, comparable a los efectos de la crisis social de 2001, que dejó profundas cicatrices en la sociedad argentina. En ese momento, la pobreza alcanzó un 55,3% y la indigencia un 19,5%, lo que culminó en una inestabilidad política que llevó a la sucesión de cinco presidentes en solo once días y la trágica muerte de 39 manifestantes.
No obstante, el impacto de la pobreza no es uniforme en todo el país. En la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más próspero, la pobreza se sitúa en el 23,1%, mientras que en el norte argentino, las cifras son alarmantes, alcanzando el 67,6% en Formosa y el 76,2% en Chaco. Esta disparidad evidencia las desigualdades estructurales que enfrenta el país y la urgencia de políticas públicas que aborden estas diferencias.
Antes de la divulgación de los datos oficiales, el vocero presidencial, Manuel Adorni, atribuyó la crisis a la gestión del anterior gobierno de Alberto Fernández (2019-2023), señalando «las consecuencias del populismo» como un factor determinante. En un comunicado posterior, el Ministerio de Capital Humano indicó que el pico de pobreza se alcanzó en el primer trimestre del año y que se esperaba una tendencia descendente en los próximos meses. Sin embargo, las proyecciones son inciertas y dependen de una serie de factores económicos y sociales.
El sociólogo Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, sostiene que «los argentinos atraviesan un claro empeoramiento de sus condiciones de vida. Los ingresos están muy deteriorados». Según Donza, el salto de 11 puntos en la cantidad de pobres en solo seis meses se debe a las medidas económicas adoptadas por el gobierno de Milei, incluyendo una devaluación del 120%, que ha incrementado los precios de bienes y servicios, mientras que los ingresos de las familias no han crecido en la misma proporción.
La situación es particularmente crítica en los asentamientos populares, donde los efectos de la pobreza son palpables. Araceli Ledesma, líder comunitaria del barrio Lagomarsino en Pilar, destaca que «los números son cada vez más escalofriantes: hay una verdadera crisis social». Su experiencia refleja la dura realidad que enfrentan muchas familias argentinas en la actualidad.
Aunque se puede atribuir el aumento en la pobreza en gran medida al ajuste fiscal implementado por el gobierno actual, es importante reconocer que Argentina ha estado lidiando con tasas preocupantes de pobreza a lo largo de las últimas décadas. Desde 2011, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, el país ha estado en un camino ascendente en cuanto a indicadores de pobreza, que se intensificaron bajo las administraciones de Mauricio Macri y Alberto Fernández.
«Ninguno de los últimos presidentes pudo bajar la pobreza del 25%. Esto muestra que, por más de que en ciertos períodos se hayan hecho grandes avances, nunca encontraron la solución al problema. Ningún Gobierno, más de centro-izquierda o de centro-derecha, acertó definitivamente», concluye Donza. Esta realidad ha llevado a una pobreza estructural que se ha ido consolidando a lo largo del tiempo, creando un núcleo duro de personas que han vivido en privaciones durante generaciones.