Por Lucho Paternina Amaya
Desde nuestras infancias tuve el pálpito de que Alfredo Salinas Arroyo, se inclinaría por estudiar la ciencia que enfrentara el desafío de resolver los misterios que aún rondan a la humanidad. Jamás se me ocurrió pensar en la posibilidad de verlo y oírlo expresarse en versos, aunque sí conocí de su romanticismo cuando el corazón se le arrugaba frente a las mujeres que captaban su atención por la luminosidad de su belleza, así como , también se tornaba sensible , cuando en la contemplación por la naturaleza, no escondía su admiración hasta la seducción, por el colorido de sus paisajes y la inmensidad de sus mares, montañas, valles y el más allá del infinito cielo que esconde mundos y vidas distintos, donde seguramente abundaran otros poetas glorificando la realidad que los vislumbra.
Desde el título de la obra (Metamorfosis del amor) hasta su final, me voy tropezando con un Alfredo Salinas que me habla como si fuera el que conocí desde la pubertad. Tiene una » cita con el tiempo», empujado por » la metamorfosis del amor», hasta experimentar estados del alma que no es fácil intuir qué tanto el amor se puede metamorfosear a estados que solo el poeta nos está diciendo que ha vivido.
Definir entonces hasta donde quiere llegar con su propuesta exaltada con el poema, es tarea propia de mentes apasionadas por una febril intuición hasta hacer del pensamiento la fuente más rica e impredecible para la creación, asistido por el romance, la objetividad y las emociones que conmueven.
No más fijémonos en ese monstruo de la literatura universal, Franz Kafka, quien apelando a la misma palabra con que Alfredo bautiza este libro, trasladó la angustia existencial del ser humano, a un escarabajo sin que éste perdiera la conciencia de sus responsabilidades, en su nueva condición de un bicho que seguía pensando y sufriendo por la imposibilidad de cumplirlas, sentándose así las bases para que naciera el existencialismo como escuela filosófica.
Elementos que yo califico de categorías son tratados en esta obra con evidente ternura vivencial cuando nos habla de la naturaleza, el mar, la mujer, la amistad, el erotismo y con qué grado de nostalgia se refiere al Simón Araujo y compañeros, donde bebió del conocimiento y fortaleció vínculos afectivos. Pero, debo resaltar con inocultable agitación espiritual, la referencia que hace de Gloria al traérnosla con estos versos: » destilas entre el silencio de la brisa/ lágrimas de cristales/, Más allá del firmamento/, que hoy te pertenece». Qué bien la define como una “sombra de luz apagada con el silencio”, pero antes de cruzar «el puente de la eternidad, llena de energía», se movió entre nosotros «al compás del porro y el fandango». Palabras de gran contenido para recordar a la siempre sonriente Gloria que sólo morirá cuando el olvido la sepulte. Término que, por ahora, no se avizora en el infinito.
En esta noche nos llenamos de gozo, porque unos versos que pertenecían a la intimidad, vale decir, se encontraban reposando en el corazón de un poeta, también nos pertenecerán a partir de este momento en que los recibimos sin beneficio de inventario, ya que nosotros, igual que el bardo, no somos ajenos a la especial realidad romántica que los inspira. Quién no ha querido sentir y decir: » El viento recubre tu piel, / la luna se asoma al anochecer, / Destellos vibrantes alumbran/ la miel de tu figura, / donde llego a beber le esencia de tu ser». Pero, quien se puede abstraer de unos versos como que » juntos rompamos el silencio/ hasta que la noche/ nos despierte lleno de felicidad».
Y así nos vamos encontrando y encariñando con la melodía con que cada palabra se refiere al amor, especialmente cuando lo sintetiza diciendo » que es difícil saber/ desde hace cuánto tiempo, sorprendiste/ mi corazón con el aroma de tu luz», tal como lo canta para dibujar tan alto sentimiento en torno a su esposa que no es inferior al mensaje del nombre que lleva, porque ella, para él, es luz que no se apaga.
Son versos, pues que se mueven entre realidades tangibles, como lo sugiere su hijo en el prólogo, y exploraciones espirituales , donde la imaginación y la inspiración se entrometen para que el poeta no renuncie a escarbar la posibilidad de resolver misterios , como si en verdad su cabeza encaneciera frente a un laboratorio rodeado de probetas y elementos químicos resolviendo la fórmula, ecuación o teorema que solo encontrará si sigue dejándose llevar de su sensibilidad para permitirnos continuar recibiendo sus vivencias esotéricas y reales coloreadas con el pincel de la poesía.
Valió la pena el haberme paseado por estas líneas que me hicieron recordar el poder del verso para remontarnos a realidades sin tiempo, pero sin desprendernos de las circunstancias que nos pertenecen, oportunamente traídas por Alfred Sayle, como le llamábamos en El Araujo, para que sigan navegando por el viento que sopla cargado con los más edificantes sentimientos que el poeta no se ahorra en regalarnos.