LA OFENDICULA: CON CARA GANO YO, Y CON SELLO PIERDES TU

                                                       

Por GREGORIO TORREGROSA P.

En el bajo mundo de los tahúres callejeros, esos de ¿dónde está la bolita, dónde está la bolita?,   modalidad de engaño menos dañina que la del paquete chileno, porque al fin de cuentas sólo se usan tres tapitas como instrumento de la perfidia, los más avezados timadores se gradúan de expertos cuando logran engatusar a su víctima con un bello juego de manos, acompasado con palabras sonoras, como encantando serpientes, hasta convencerla de pactar, como condición justa de la apuesta en juego, aceptar el azar de la caída de la moneda una vez lanzada al cielo, donde, con cara gana el tahúr y con sello pierde el ingenuo contrario. Esta, al parecer, debió ser la lógica que inspiró al impertérrito, ínclito y probo hombre de la patria, más conocido en el alto mundo de la política como el delfín German Vargas, al involucrarse en el juego que tiene como premio mayor quedarse con la Procuraduría General de la Nación.

Para tal efecto, y aún a riesgo, o mejor, sin importarle quedar en evidencia, instaló, con exagerado tacto, a dos de sus más ilustres alfiles, uno en cada la lista, de las cuales, tanto la Corte Suprema de Justicia como el Consejo de Estado deben, por mandato constitucional, seleccionar al más apto, para integrar, junto con un tercer candidato designado por el señor presidente de la república, la terna para que el senado efectúe la respectiva elección del próximo procurador general de la nación.

Los alfiles ungidos fueron: Luis Felipe Henao Cardona, escogido por el Consejo de Estado, y Germán Varón Cotrino, por la Corte Suprema de Justicia, ambos de reconocida e inocultable raigambre vargasllerista, por lo que sorprende que, al no ser simultanea la escogencia de los respectivos candidatos, las altas cortes hayan coincidido de manera casual, precisamente, en la designación de esos dos personajes, sin advertir, que ello, con seguridad absoluta, le permitiría a Vargas Lleras, mucho antes de la solemne elección en el congreso, gritar a voz en cuello: ¡bingo!; y, como el tahúr callejero, festejar que ha timado al ingenuo de Petro en la puja por ganarse la procuraduría, al lograr pactar como regla del juego, que con cara gana Germán y con sello pierde Petro. Insisto, no creo que sea un hecho casual el que en las altas cortes se haya dado la escogencia ignorando el origen de la impronta política de los aludidos candidatos. El aroma a Cambio Radical resultaba intenso y asfixiante.

Pero siguiendo con el desarrollo del juego, cuyo triunfo ya estaba garantizado, al poseer Germán Vargas las cartas marcadas con los dos personajes de marras; ambos muy conocedores de los vericuetos del poder a nivel del congreso, entonces, solo restaba, sin prisa alguna, con indiferencia absoluta, sentarse a esperar a que Petro escogiera al que se le diera la gana, pues ningún candidato parido desde las mismas entrañas ideológicas del presidente, tendría posibilidad alguna para ser elegido como nuevo procurador en el senado de la república.

Es decir, la jugada maestra de Vargas Lleras fue lograr que ambas cortes escogieran como sus candidatos a miembros con la marca registrada de Cambio Radical. Lo que al final significó una atragantada de ambición, que al tiempo, lo asfixió, y en los estertores del ahogo hizo tanto ruido que el ingenuo de Petro despertó del letargo que lo mantuvo dormido en similares situaciones, como por ejemplo, en la escogencia del Fiscal General de la Nación, o del mismo Contralor; dos grandes organismos de control, en donde nadie puede vaticinar que tiene garantizado un trato mesurado a  futuro,  o que, como sucede en la actual, o sucedió en la procuraduría de Alejandro Ordoñez, mientras sea para Petro, con mucho gusto, a nadie se le niega una apertura de investigación, incluyendo suspensión y destitución en el paquete.     

Pero al parecer, todo indica que como en cualquier juego, en la boca del horno a Vargas Lleras se le quemó el pan, pues el presidente Petro, en un arrebato de lucidez mental, quizás despertado por el ruido de los estertores del ahogo de alguien, o tal vez, por un menaje celestial, procedió como nunca lo había hecho frente a situaciones similares, como fue el actuar con el pragmatismo debido, es decir, con la intención de ganar. Para lo cual abandonó de inmediato cualquier tentación de escoger como su ungido candidato a uno de los suyos en términos ideológicos, como hubiera sido lo ideal en un juego democrático, sin marullas; pero frente a la jugadita de Germán Vargas, no quedaba otro camino que escoger un caballo ganador, y de paso fino, como Gregorio  Eljach, quien, sí bien es cierto, no perteneciendo a las huestes petristas, encarna una opción capaz de hacer el suficiente contrapeso a los candidatos de Vargas Lleras, al punto que, desde ya, muchos lo consideramos seguro ganador.

El doctor Eljach resulta ser el candidato ideal, pues es poseedor de una formación que trasciende más allá de lo estrictamente académico, por su sentido de ecuanimidad, equilibrio, y, en especial, su don de gentes, cualidad que lo ha situado, de manera imperceptible, en un plano de rango distinguido, del que solo se adquiere conciencia cuando en situaciones como estas se convierte en el único personaje bienvenido para todos los miembros de los distintos partidos, por más irreconciliables que se muestren sus orillas ideológicas. Eljach, como nunca sucede en el país, excepto con la selección de futbol, genera sobrada coincidencia entre los extremos, al punto, que, a ocho días de la esperada elección, todos los partidos han emitido comunicado expresando su apoyo irrestricto. 

Por lo que la escogencia de Gregorio, el tocayo, como aspiro seguir llamándolo, pese a los sonidos rumiantes de algunos ingenuos, además de otros reconocidos detractores, es la movida ideal por ser la única carta, que en el juego de Germán Vargas impide que se haga realidad su audaz estrategia: con cara gana Germán y con sello pierde Petro.