Crece la emergencia en Cuba tras crisis alimentaria y energética

La crisis alimentaria en Cuba ha alcanzado niveles alarmantes, exacerbada por la escasez de energía que enfrenta la isla. Los ciudadanos experimentan un aumento en la dificultad para acceder a productos básicos, lo que ha ocasionado largas filas en tiendas de alimentos subsidiados, de las cuales muchos salen con las manos vacías.

Este problema, parte de un conflicto más amplio que se arrastra durante más de seis décadas, se ha intensificado en los últimos meses.

Linorka Montenegro, una residente de La Habana Vieja, no oculta su frustración y declaró: “Hay que decir la verdad, como dura que sea: esto está mal”. Su testimonio refleja el clamor de una población que lucha por satisfacer necesidades alimenticias básicas.

La situación se agravó recientemente cuando un barco cargado de trigo no pudo desembarcar en el puerto de La Habana debido a la falta de financiamiento, un hecho que ha impactado gravemente la producción de pan racionado. Según información del Ministerio de Industria Alimentaria, Cuba necesita 3.000 toneladas de trigo al mes, pero solo ha podido adquirir 1.000 toneladas en julio y 600 en septiembre. Con este desabastecimiento, se ha decidido reducir temporalmente la cantidad de pan subsidiado de 80 a 60 gramos por persona.

Rosalía Terrero, empleada de una bodega, menciona que su familia actualmente recibe solo siete panes diarios, insuficientes para satisfacer las necesidades de sus nietos. La situación se complica aún más para las personas mayores, que enfrentan pensiones mínimas y insuficiencias alimentarias acentuadas.

La crisis alimentaria no está sola; otros productos esenciales como el arroz y el aceite también escasean. La ministra de Comercio Interior ha informado que durante este mes no habrá distribución de aceite ni café, lo que aumenta la incertidumbre sobre el abastecimiento de productos básicos.

Además, la falta de electricidad ha llevado a situaciones insólitas, como un carrito que transporta bandejas de masa de pan de una panadería a otra, trasladándose en medio de cortes de energía que ponen en riesgo la salud pública.

Esta crisis energética ha sido reconocida por el régimen, con el ministro de Energía y Minas admitiendo que el suministro de combustible es inestable, lo que ha resultado en apagones de hasta 20 horas.

Los cubanos han comenzado a sentir los efectos más severos de esta crisis, la más grave desde la década de 1990, que ha creado una creciente desigualdad. Muchos se ven forzados a recurrir al mercado negro o a tiendas privadas, donde los precios son significativamente más altos y fuera del alcance de la mayoría.

A pesar de las manifestaciones de descontento y las críticas expresadas en la sociedad, la crisis alimentaria y energética persiste, dejando a la población en una situación cada vez más crítica y desesperante. Observadores internacionales y ciudadanos por igual continúan exigiendo soluciones urgentes y efectivas para aliviar la sufrida población cubana.