Por: Reynaldo Mora Mora
Para argumentar curricularmente pensando los procesos de formación integrales, debemos, como educadores críticos proponernos, de cómo encajar las cosmovisiones morales, los valores, los principios, los marcos y los saberes del contexto desde donde emerge nuestra práctica pedagógica; porque todo ello converge en la manera de cómo razonemos curricularmente hablando. Analizando esos razonamientos, podemos identificar, seleccionar, jerarquizar y priorizar los más plausibles y exitosos en nuestra praxis, y tienen las siguientes características: 1. Parten de premisas morales, es decir, versan sobre lo justo; 2. Usan valores enmarcados dentro de determinadas cosmovisiones morales del contexto; 3. Tienen una estructura narrativa explícita o implícita; es decir, todo contexto formativo tiene su historia y problemas; 4. Sirven como contra argumentos para debilitar los argumentos de los expertos del MEN y del Icfes que desconocen los contextos; 5. Tienen marcos teóricos y conceptuales que delimitan el problema curricular y su solución. De las anteriores consideraciones hay aspectos dignos de destacar, que merece la pena que el educador crítico los analice con detenimiento, porque los podemos presentar como buenos argumentos progresistas para una visión integral de principios morales y políticos para la formación integral. Primero, hay empatía: una preocupación por este formar. Segundo, se entienden estos argumentos como el buen uso de esos patrimonios curriculares en defensa de una condición muy humana, pensando la solidaridad para una vida con dignidad.
El currículo en estos procesos debe atraer la enseñanza y el aprendizaje por el goce ético, estético y placentero, porque la Escuela y la Universidad, en casi 20 años de nuestra permanencia como estudiantes en estos espacios sociales y culturales, debe ser la mejor edad con alegrías y esperanzas. Por ello, todo lo que allí destile debe ser para impulsar entre los actores educativos, saber vivir en armonía como buenos ciudadanos. Esto es lo que determina la verdadera formación con autonomía y criticidad, lo que debe ser enseñado y aprendido con placer, por ser el placer el elemento más humano, el goce por sí mismo desde nuestros aprendizajes. Esta relación de goce placentero entre enseñar y aprender es la fuerza que asegura una buena enseñabilidad y educabilidad, porque eleva el espíritu del estudiante a llevar una vida digna, como esa capacidad inteligente, como ese estado virtuoso, que por ello, la Escuela y la Universidad deben cultivar. Se trata, de la democratización del goce, del placer del enseñar y el aprender, que sean favorecidos por las instituciones educativas como beneficios de tener a futuro ciudadanos saludables mentalmente: porque es una comunidad de aprender y enseñar con placer, lo que pone de manifiesto su extensión, así como su fuerza, por ejemplo, para desarrollar y fortalecer la investigación. Es la popularidad de la imagen de vivir con alegría esperanzadora, donde la autonomía respetuosa aparece como el ideal virtuoso del buen ciudadano, que es un ideal democrático, generosamente dado y compartido con las autonomías de los demás.
Antes de dar el paso por parte de los tejedores colectivos del currículo para emprender su función, cual es, la de construir currículos contextualizados y pertinentes, es esencial que comprendan cabalmente la importancia del concepto de formación, que implica promover la autonomía como liberación personal. Si se comprende tal entendimiento, las instituciones educativas deberán acabar las barreras que como aprisionamiento están presentes en los espacios escolares (por ejemplo, las pruebas estandarizadas y homogéneas). Este reconocimiento es significativo, y es un recurso amplificador para el libre desarrollo de la personalidad de los educandos, porque introduce la autonomía como creatividad y esperanza, como recurso de aprendizaje al servicio del crecimiento humano. Este recurso viene a consistir en la aplicación de la capacidad creativa que realmente tiene sentido en los procesos de formación: es magia para conquistar el contexto, lo que nos ofrece su conocimiento a través de los saberes enseñables. Entonces, estos ingenieros curriculares trazan orientaciones que poseen una mentalidad ética, en cuanto medio para desarrollar y fortalecer una mentalidad abierta al respeto y a la convivencia con el otro. De hecho, el trabajo de estos constructores consiste en restituir esa identidad presente en la misión institucional. Ellos conforman el propio estado de idoneidad ética y pedagógica de los educadores para lograr este entendimiento, como responsabilidad de cada tejedor y de cada educador. Esto significa que se reconoce al contexto como esa herramienta desde la cual se da el proceso creativo. En cuanto recurso de aprendizaje significa interacción de docentes y estudiantes con las problemáticas sociales del entorno escolar, dotándose el currículo de iniciativas para pensar lo propio, convirtiéndose en una serie de palancas para el mismo aprendizaje que facilita.
Solo el currículo es capaz de este propósito formativo, a fin de poner a la Institución Educativa en armonía con las problemáticas sociales, con los aprendizajes asimilados, que les permite mirar más allá con soluciones. Este aprendizaje debe comenzar siempre con el despertar del espíritu de autonomía y con el rechazo a toda huella de estandarización en la misión y visión de la institución. Entonces, comprendemos por qué el currículo trasciende el espacio y tiempo escolar. Existen unos principios especiales para los tejedores, o los obradores del currículo. Estos serían: 1. El currículo pondera la necesidad de que los saberes enseñables y aprendibles tengan preocupaciones por las demandas de la sociedad, puesto que es la herramienta que posee unas coordenadas de tiempo y espacio para mandar mensajes a lo que el docente debe enseñar. Son consideraciones de tiempo y espacio que están presentes en su hechura. El obrador, como un artista, que modela su obra de arte perfila los arreglos pertinentes para ajustarlos a la misionalidad de las instituciones educativas. 2. Es esencial hacer una clara distinción entre lo que piensa el currículo oficial y el currículo que se pone en escena cada día en el aula. Este criterio es saludable tenerlo presente porque correcciona las acciones formativas de los docentes. 3. El currículo debe reaccionar ante cualquier clase de error en los procesos de formación, como un deseo formativo de “sanar” esa confusión. 4. El currículo contextualizado y pertinente es la negación de la estandarización y la homogenización. Solo esta mentalidad en los obradores curriculares puede surtir efectos plausibles en la formación de buenos ciudadanos. De hecho, un currículo que no apunte al contexto y sus problemáticas no existe, porque no tiene un contenido substancial en su proyección. 5. El poder ajustarse el currículo al contexto genera la percepción correcta que da lugar a una formación también pertinente y contextualizada. El currículo es una poderosa herramienta llena de nutrientes que conlleva a una futura vida digna en los estudiantes. Sin ella, Colombia no tendrá futuro. 6. El currículo es una orientación misional de toda institución, porque posee los elementos de juicio para el abordaje de las problemáticas sociales. Si no hace referencia a ellas es irrelevante para la sociedad.
7. El precepto de pensar lo propio es la aseveración que exhorta a los obradores para que estén listos a asumir las demandas sociales, pues a ellas se deben las instituciones educativas. Es una petición formativa para que colaboren con esas dinámicas, que entrañan una conciencia de tiempo, ya que siempre se estará en diálogo con el pasado y el presente, avizorando el futuro. 8. El currículo favorece una enseñanza contextualizada y pertinente, que requiere del pensamiento crítico. 9. Solo los actos constructivos empoderan y le dan sentido al currículo, bajo el asesoramiento de los obradores, que hacen elevar el pensamiento crítico como responsable de la formación de ciudadanos. 10. Los obradores curriculares no fomentan confusiones, contribuyen a elegir las mejores opciones pedagógicas, evaluativas, entre otras, examinan detenidamente los convenimientos para una respectiva Institución Educativa. Todo ello es el resultado de pensar lo propio en los procesos de formación integral.