POR: BAYRON BOLIVAR GIL GRAU
Hay que subrayar la importancia de los currículos locales, lo que nos sugiere considerarlos como centros del proceso de formación integral, porque, en ellos están presentes las comunidades educativas de los contextos. Con el currículo local, propio, el enseñar y el aprender adoptan una nueva forma. Se vuelve muy particular en el orden de lo geográfico y en el orden de lo histórico, tomando cuerpo propio a través del contexto. Por ello, el concepto milenario de formación, lo considera como perfección de humanidad, pues se empieza a considerar al otro. Por ello, es significativo el conocimiento de la cultura con sus actores, donde el currículo será siempre el centro de referencia. El currículo local se convierte así en la casa común de toda una comunidad. Un currículo por lo propio apunta al reconocimiento de nuestro ser y de nuestras cualidades en el respeto por el otro. El currículo, por lo tanto es el espejo de los procesos de formación. Es, pues, la expresión de la identidad misional de una Institución Educativa, es autocomplacencia en su labor de quererse como institución y de querer a sus integrantes. En un sentido fundamental, el currículo es la voz escolar. Por ello, el currículo cubre las necesidades formativas como posibilidades reales. En este proceso su ámbito lo constituye las interacciones y relaciones interpersonales entre los miembros de una Comunidad Educativa. El currículo como expresión ética de una institución aparece con fuerza por el mandato constitucional del artículo 68 de la Carta Política de 1991. En esto se ha dado un paso adelante en la conquista de contar con docentes más idóneos, lo que proclama la idoneidad pedagógica de la Ley 115 de 1994 frente a la sociedad. Por el contrario, si seguimos con esa política de estandarización, le seguirá yendo mal al sistema educativo, porque la ética que impregna el estilo de esos señores del MEN y de los expertos del Icfes, que yo llamo el perjuicio egoísta contra la clase popular, que ve vetado su ingreso a la educación superior. De ahí que haga falta una Política Pública en Educación. No podemos seguir con las razones de sumisión a que nos han conducido esos señores del Icfes, porque el fin de una educación superior para el pueblo es la formación de una conciencia crítica, de una agregación de valores y virtudes, que son necesarias mantener para dar cohesión social a nuestra sociedad. Entonces, la educación es la virtud reguladora, por ejemplo, del respeto a la justicia, a los derechos humanos, al sentimiento de solidaridad, necesarios para agruparnos como Comunidad Educativa.
Un currículo por lo propio apunta al reconocimiento de nuestro ser y de nuestras cualidades en el respeto por el otro. El currículo, por lo tanto es el espejo de los procesos de formación. Es, pues, la expresión de la identidad misional de una Institución Educativa, es autocomplacencia en su labor de quererse como institución y de querer a sus integrantes. En un sentido fundamental, el currículo es la voz escolar. Por ello, el currículo cubre las necesidades formativas como posibilidades reales. En este proceso su ámbito lo constituye las interacciones y relaciones interpersonales entre los miembros de una Comunidad Educativa. El currículo como expresión ética de una institución aparece con fuerza por el mandato constitucional del artículo 68 de la Carta Política de 1991. En esto se ha dado un paso adelante en la conquista de contar con docentes más idóneos, lo que proclama la idoneidad pedagógica de la Ley 115 de 1994 frente a la sociedad. Por el contrario, si seguimos con esa política de estandarización, le seguirá yendo mal al sistema educativo, porque la ética que impregna el estilo de esos señores del MEN y de los expertos del Icfes, que yo llamo el perjuicio egoísta contra la clase popular, que ve vetado su ingreso a la educación superior. De ahí que haga falta una Política Pública en Educación. No podemos seguir con las razones de sumisión a que nos han conducido esos señores, porque el fin de una educación superior para el pueblo es la formación de una conciencia crítica, de una agregación de valores y virtudes, que son necesarias mantener para dar cohesión social a nuestra sociedad. Entonces, la educación es la virtud reguladora, por ejemplo, del respeto a la justicia, a los derechos humanos, al sentimiento de solidaridad, necesarios para agruparnos como Comunidad Educativa.
En los procesos de construcción de currículos regionales desde la creación de diálogos curriculares regionales, el currículo en estos territorios aparece como un nivel esencial para la gestión de procesos educativos humanos conectados con esas territorialidades, siendo la herramienta indispensable para una gestión coherente de los recursos públicos en la materia. Por ello, cuando reverdezcan las regiones con sus localidades tendremos un nuevo país, por lo tanto, los educadores críticos debemos abanderar este proceso, porque se afirma la incapacidad del Estado en lo educativo para ocuparse de lo que implica educar en los modos de su organización, de las reglas jurídicas y las prácticas necesarias para una buena gestión de una educación muy humana, lo que lleva introducir en el currículo los saberes y pertinentes de los contextos a nivel de las localidades. En esa dinámica hay que construir unos principios orientadores para esta dinámica, que sea el resultado de reflexiones por una educación regional y local responsable, plural y solidaria, lo que confirmaría la importancia central de pensar lo propio de estas territorialidades. En este ámbito el currículo estrecha las relaciones del contexto con los saberes pertinentes y se le define como la herramienta de apropiación de regional-local como el conjunto complejo de prácticas educativas, sociales y culturales que le dan sentido a qué enseñar y qué aprender.
En realidad los movimientos de centralización del sistema educativo colombiano es una reacción contra el carácter propio de los sistemas educativos regionales (que hay que luchar por su concreción), que constituyen la suma de los procesos educativos de las muchas localidades que componen una determinada región. El proceso curricular centralizado ha sido aquella acción pública de los gobiernos de turno, organizados de manera vertical. Tenemos que en el campo educativo, el redescubrimiento de los currículos locales, territoriales, son el resultado de las transformaciones propias de las regiones con sus localidades. Desde el momento en que surjan los sistemas educativos regionales basados en una combinación de llegar a ser y saber hacer en las dimensiones territoriales colombianas, lo que cobra el sentido de lo que ellas representan en el mapa geográfico del país. Desde esta perspectiva curricular hay que pensar en el capital social y cultural de los territorios, definido como la intensidad de las relaciones entre los actores y cada uno de estos tipos de capital, hay que entenderlas como el capital de las experiencias que cada comunidad territorial, por ejemplo, el corregimiento de Las Conchitas, municipio de Pinillos, Bolívar, tiene, adquiere un doble valor: garantiza la cohesión de esa comunidad y condiciona también las capacidades de desarrollo emocional, cultural educativa, social, económica, entre otras.
Pensar el territorio de las regiones con sus localidades en los procesos de formación, viene a manifestar todos los intentos por revitalizar el currículo pensando lo propio. En este sentido, hay que construir currículos con presupuestos participativos, porque la idea de asociar realmente a los habitantes a la elaboración de esta potente herramienta debe ser preocupación inicial y final de los educadores críticos. Este es su gran mérito, que radica en implementar técnicas y prácticas necesarias para que se concretice y generalice pensar lo propio en estas territorialidades. Pensar el territorio de las regiones con sus localidades en los procesos de formación se manifiesta en todos los intentos por revitalizar el currículo aprehendiendo lo propio. Tenemos que construir currículos con presupuestos participativos, porque la idea de asociar realmente a los habitantes a la elaboración de esta potente herramienta debe ser preocupación de los educadores críticos. Este es nuestro gran mérito, y radica en implementar técnicas y prácticas necesarias para que esto se concretice y generalice.