Por: Reynaldo Mora Mora
Siempre el educador crítico deberá realizar un análisis filosófico a la política implementada por el gobierno de turno, en especial, el discurso oculto de las competencias y la estandarización en los procesos de formación, porque nos parece que es el arma de fuego que usan para distraer la mente crítica de los educadores frente a los graves problema de la educación y la sociedad. Creo que este es un elemento muy importante para construir una Política Pública en Educación, pero, repito, este es el tema que debe ocupar nuestras mentes. Hallar soluciones a este problema supone comprender cuáles son sus raíces. Un análisis filosófico-curricular de la política actual del mundo de las competencias y de las pruebas estatales, nos lleva a relacionarla con la exclusión de una gran masa de estudiantes pobres, a los cuales no se les aclara su situación presente y futura por su no ingreso a la educación superior. En tal sentido, debemos y podemos encaminar nuestros pasos, es decir, cómo podríamos tratar de buscar una inclusión social más fuerte en esta educación. ¿Cómo funciona perversamente la exclusión social en la educación superior? Todos los sabemos. ¿Qué intereses la configuran? Todos lo sabemos. ¿Y qué papel desempeñan las pruebas estandarizadas en la creación del bueno y del malo en el ingreso a la universidad? Todo lo anterior motiva muchos malos comportamientos en el ámbito educativo y en lo social, sobre todo cuando se combina con la dinámica de la rabia y la culpabilización. Todo esto causa angustia y desesperación en nuestros jóvenes y en sus familias y, por lo tanto, provoca más caminos de desigualdad social desde la educación, lo que potencia muchos males sociales.
Se nos hace saber que nuestro Estado Social de Derecho, es en el momento actual, el garante para acabar con esta desigualdad educativa de exclusión social que promueven los expertos del Icfes a través de dichas pruebas. Pero, ¿será cierto? Probablemente no es así, porque la realidad es muy cierta y muy dura para quienes no pueden ingresar a las universidades estatales. Pienso que como ciudadanos debemos, y en especial, como educadores críticos redefinir el papel tradicional del Estado en materia educativa. Probablemente sea difícil. El camino puede ser la convocatoria de una Asamblea Constituyente Educativa, que he venido preponiendo por más de 10 años. También podemos preguntarnos, qué sucedería en el evento si llegase a convocársela, donde una gran mayoría de ciudadanos colombianos, movidos por sentimientos de igualdad educativa, considerasen que la desigualdad educativa promovida por esas pruebas es una injusticia violatoria de la Dignidad Humana de nuestros jóvenes. ¿Deberíamos pensar, como sugiere el estatalismo, al decir, que estamos equivocados? El problema general del Estado colombiano, a mi entender, es que, siempre a través de su frondosa burocracia, como la del Icfes, negará que se está produciendo una injusticia social educativa con los jóvenes que no ingresan a las universidades públicas. Dirá que todos tienen las mismas oportunidades (es el discurso oficial), y aplaudirá a quienes obtengan resultados positivos, pero, no buscará paliar esta situación de desigualdad social educativa. En nuestra conciencia y en nuestra lucha está el poder de convocar al Constituyente Primario como Constituyente Educativo.
Sobre la base de los anteriores planteamientos, en especial, los relacionados con las prácticas evaluativas excluyentes de las pruebas estatales, sugerimos las siguientes conclusiones sobre el fundamento experiencial, la coherencia y sistematicidad de estos ensayos oficiales de exclusión educativa en lo superior. 1. Invito a reconsiderar nuestros conceptos fundamentales sobre evaluación, calidad de la educación, los cuales a la luz del discurso oculto de las competencias y la estandarización, están organizados en términos de una desautonomía intelectual de los docentes. 2. Hay una sistematicidad en cada prueba de ensayo que hacen los gobiernos de turno, que no son coherentes con la realidad educativa de las regiones y sus localidades, y por supuesto, con las mismas instituciones educativas. Como señala la gran prensa, los colegios privados se ganan a los públicos en esta carrera oficial de exclusión, son casos aislados y arbitrarios: un colegio de estrato seis “vence” a uno de estrato uno. Este es el sistema incoherente que pregonan esos señores del Icfes. 3. Hay una sistematicidad generalizada en esas pruebas estandarizadas para las diferentes regiones y localidades, por ejemplo, los estudiantes del corregimiento de Las Conchitas, Bolívar e Istmina en el Chocó, con los de Bogotá o Barranquilla. Hay que preguntarles a esos señores, para ellos, qué consiste la coherencia que pregona el discurso oficial de las competencias. 4. Estas pruebas tienen sus raíces en la incapacidad cultural de no respetar los contextos y de no dar una educación superior contextualizada y pertinente, por lo tanto, se construyen de manera arbitraria para seguir incumpliendo con este perverso mandato. Esta exclusión social ha servido de vehículo para entender el concepto de calidad de la educación en virtud de sus bases experienciales, también arbitrarias (que han construido los expertos del MEN, por ejemplo, “Aseguramiento de la Calidad” (¿qué se asegura?), pues dicho concepto, se debe observar integralmente, hasta en los baños de las instituciones educativas. 5. Hay muchas posibles bases físicas, familiares, sociales y culturales para invitar a pensar en otros tipos de prácticas evaluativas en todos los niveles del sistema educativo. Hay que buscar dar coherencia, que debe ser la parte más humana para construir y elegir un determinado tipo de práctica. Por ejemplo, hay que correlacionar los estratos familiares con los sentimientos de querer aspirar a que sus integrantes hijos ingresen a la educación superior pública. En principio esto podría constituir una base fundamental. 6. En algunos casos, atender la especialización de los contextos es fundamental, no para excluir, sino para integrar, como la alternativa para mejorar la vida digna de los territorios desde la educación superior. Este concepto de vida digna hay que atarlo a esta educación. Creemos que es una parte fundamental para pensar en una Política Pública de Educación, porque de ese concepto deriva el papel garante del Estado Social de Derecho. 7. Los denominados conceptos centrales para los expertos del Icfes y del MEN (aseguramiento de la calidad, calidad de la educación, estandarización, homogenización, competencias, entre otros), son puramente conceptos formales, abstractos, que cumplen el rol de hacer que docentes e instituciones, todo el año estén llenando cuadros y formatos fríos. Son conceptos basados en exigencias de organismos internacionales, como la Ocde, pero no responden a nuestras realidades sociales y culturales. No hay en ellos una capacidad de conexión con los entornos de las instituciones, no hay esa atracción con la experiencia personal de los actores sociales y educativos. 8. Como educadores críticos, nuestra experiencia curricular y pedagógica nos debe proporcionar las bases y fundamentos para construir otros tipos de prácticas evaluativas contextualizadas y pertinentes. 9. Es difícil seguir con esta política oficial de exclusión hacia nuestros jóvenes en sus caminos prósperos hacia la educación superior, esta es y debe ser la elección de una base familiar con la coherencia cultural de los contextos de la juventud colombiana.
De cualquier manera, como intelectuales orgánicos, debemos estar vinculados a una crítica fuerte a este tipo de prácticas estandarizadas e instrumentales. Debemos deslegitimar el yugo de las teorías evaluativas de las competencias, que producen planteamientos desiguales para seguir con el statu quo en nuestros jóvenes. Lo positivo de nuestra crítica, como actitud epistemológica es que como educadores debemos configurar estrategias que deslegitimen esas prácticas, para construir propuestas alternativas contextualizadas y pertinentes de acuerdo a lo que somos y a lo que aspiramos a hacer de nuestros estudiantes: buenos ciudadanos con una vida digna. Pues bien, como una manera de volver la mirada a lo que somos y a nuestros contextos, debemos construir teorías evaluativas propias, con la intención de contribuir al debate educativo y científico que debemos darle al Icfes y al MEN.