Por: Bayron Bolívar Gil Grau
El gobierno con sus pruebas estatales debe renunciar a la idea destructiva de la desigualdad educativa, que es una venganza contra el pueblo raso para avanzar hacia un futuro de justicia social educativa de una vida digna. Esta es la postura fuerte y no débil que debemos asumir los educadores críticos. Porque, en aras de un futuro “meritocrático”, el MEN y el Icfes se resisten a dejar de lado esos esperpentos instrumentos llamados pruebas potenciando con ello, entre la juventud colombiana la desigualdad social educativa. Por eso, uno de los problemas de resolver por parte de los gobiernos de turno, es el de conseguir persistir en una búsqueda resuelta y firme de soluciones para el ingreso de todos a la educación superior pública, sin dejar que el miedo de esos señores expertos oficiales del MEN y del Icfes nos desvíen como educadores críticos por la senda de los errores de la ira, que causa esta desigualdad.
Ante todo, el MEN debe tener por objetivo supremo que desde el currículo se formen buenos ciudadanos, pero, también en los saberes cognitivos de conformidad con este ideal misional. Es el anhelo de la sociedad. Y así está referencia formativa lleva con el giro de la integralidad y el efecto ético directamente fundido a los fundamentos humanos de la educación. En este proceso la autonomía, como nuestro autorretrato se presenta como algo que conduce al reino esencial, como algo que nos arrastra a ser buenos ciudadanos. Esto es lo mejor que puede mostrar una Institución Educativa, que se halla penetrada de pasión pedagógica y ética, es decir, de aquella voluntad idealizada que nos lleva a procurar que lo que enseñemos tenga la claridad de favorecer una vida digna. Y es así como este arte, el más próximo al estudiante, muestra claramente el rostro humano de la educación que surge como el conjuro frente a la ignorancia. La educación muestra este rostro en los grandes momentos de nuestra formación como la referencia ética a la naturaleza de la educación. Lo grandioso y maravilloso del currículo no se encuentra en la relación de lo socioafectivo con lo cognitivo, sino en el horizonte del porvenir a ganar en una vida digna para los estudiantes que una Institución Educativa está formando. En este proceso ella encuentra resistencia en ese cercado de instrumentos y estándares fríos que imponen los sacerdotes y expertos oficiales del MEN y del Icfes, los cuales se oponen a nuevas aperturas formativas a poner en escena y ganar por parte de las instituciones educativas, pero, en este trasegar se encuentran con sabuesos perversos que tuercen sus misionalidades, como vigilantes sin condición humana ya sea por parte de las secretarías de educación o del propio MEN. Frente a ello, surge la lucha de los educadores críticos, como resistencia frente a esa instrumentalización y estandarización, en la búsqueda de una formación integral plena. Esta es la virtud y el espíritu del pensamiento y acción de una educación crítica.
Por lo anterior, es que debemos disponer de otras opciones más esperanzadoras que esas pruebas estatales. Por ello, no deberíamos dejar de enfatizar que la educación superior es un bien público a la que todos tenemos derecho sin restricciones, porque ninguna vida aceptable para un ser humano, ninguna vida con dignidad humana debida, se le puede violentar este sagrado derecho, porque la formación universitaria contribuye a nuestra reafirmación personal, de ahí su importancia e ingreso sin restricción. Es una desgracia que el Estado niegue a una persona su ingreso a la educación superior, negándole lo que va a transformar su vida digna con unas capacidades formadas. En este proceso como educadores críticos debemos trabajar en dos aspectos pensando en una educación superior para todos sin trabas: crear una nueva estructura legal que permite el ingreso sin restricciones, solo basándose en la condición humana, de ser persona a quien aspira ingresar y segundo, aumentar el presupuesto para la educación superior. Esto significa que el Estado debe procurar esos recursos, lo que significa un estricto nivel de responsabilidad estatal y de todos los ciudadanos en el pago de impuestos. En tal sentido, el currículo permite a docentes y estudiantes buscar con anhelo el néctar de una comunicación enseñable y aprendible para cumplir propósitos formativos, donde ambos respectivamente, ponen de manifiesto lo que quieren decir y dar el sentido de lo que cada uno pretende hacer llegar como mensaje. El currículo permite y supone procesos de codificación-descodificación. Tenemos que un mero qué enseñar más allá de la simple pregunta, busca dar cuenta del sentido de las realizaciones de docentes y estudiantes, donde ambos se atrevan valientemente a aprehender el contexto, trayéndolo al aula de clase. Por ello, no vale concebir el currículo como un código cultural formativo estático, sino como un sistema de signos que docentes y estudiantes codifican y descodifican al emitir y recibir mensajes. Por lo tanto, el currículo es en sí mismo un medio imprescindible para la comunicación escolar-formativa, es un código cultural riquísimo y abigarrado mosaico entreverado de diferentes saberes para hacer más plausible la formación integral.
La educación superior para todos es una cuestión de valores. Mejorar la educación pública universitaria significa darles a todos los colombianos la libertad de acceder en condiciones de igualdad a las oportunidades sociales y económicas que mejoren nuestra calidad de una vida digna. Invertir en la educación superior alterativas significa usar los dineros públicos para este bien común. Amplia la libertad y fea una diversidad de medios para nuestra dignificación. La educación pública universitaria para todos es una iniciativa estratégica progresista con la que se conseguirían simultáneamente muchos otros objetivos. Se trata de privilegiar lo económico para la educación universitaria de nuestros jóvenes, todos. Aumentaría su mejor estar, revitalizaría a la familia, generaría crecimiento e incentiva el desarrollo. También es una cuestión laboral: crearía más fuentes de trabajo. Es una cuestión medioambiental, porque se tendría más conciencia crítica desde una formación universitaria pensando el medio ambiente ante los peligros del calentamiento global. Le educación universitaria para todos es una cuestión de salud pública, porque da calidad de vida nuestra juventud convertidos en profesionales. Una buena educación universitaria nos permitiría tener mejores índices de salud y se ahorraría mucho gasto público en atención médica. Es una cuestión de creer en nuestra juventud, porque haría de Colombia una región abiertamente decidida a los cambios transformadores desde el potencial de una gran masa crítica de profesionales jóvenes. Con esta iniciativa toda la sociedad se uniría en un mismo proyecto de vida. Es una inversión estratégica en educación universitaria. Ya es hora de acabar con esas pruebas estatales que impiden el ingreso a nuestros jóvenes a la universidad pública y pensar en términos estratégicos. Las estrategias efectivas a largo plazo empiezan con actividades habituales: fortalecer los lazos familiares, fortalecer el buen comer en nuestros niños, adolescentes y jóvenes, entre otras. Empecemos entonces por lo que configura la vida cotidiana de nuestros jóvenes.