El canario de Andrés

Walter Pimienta.

Por: Walter Pimienta

Andrés tomó la jaula cuidadosamente, con el mismo esmero que le tenía a su canario. Le había cambiado el agua y le puso alpiste en un tarrito de lata de esos en que vienen las carnes frías de “Zenú”.

El le había hecho una promesa. Colocó la jaula en el lugar acostumbrado.

-Psss- le dijo chasquendo los dedos y el canario, en atención al señuelo, sacó del fondo de su alma de canario presidiario, su canto de las seis y cuarenta y cinco de la mañana. Andrés, acudiendo al llamado de su mamá, se sentó a la mesa de comedor. Desayuna huevos fritos, café de leche y pan francés.
Salió José, su hermano, de su cuarto.
-¿Vas a participar en el concurso?- le preguntó- tiene buen canto y buena pluma.
-Me da miedo que se escurra- contestó.
-No creo. Es la alegría del barrio cuando lo sacas a la puerta…Y canta más cuando ve mujeres. Si lo llevas ganas.- comentó José el hermano mayor.
-Llévalo- le propuso la mamá- a lo mejor ganas.
-Será reñido. Vienen canarios de Cartagena, Luruaco, La Peña, Ponedera, Burrusco y Juan de Acosta- le respondió Andrés.
-Quién sabe, mijo, intenta- lo estimuló ella.
José, también en la mesa, dando cuenta de un calentado que tenía guardó, aprobando aquello y haciendo un gesto de dedo arriba, le dijo:
-¡Adelante campeón! ¡Tú puedes!
Era domingo. Andrés se retiró de la mesa apartando la silla con delicadeza.
-Son quinientas mil barras. Tú verás…Yo, siendo dueño de ese canario, participaría- comentó el hermano.
Lo pensó. Andrés tenía vente mil barras en el bolsillo, fue al “Estadero Museo Pueblito Viejo” del señor González, lugar del evento, y pagó la inscripción. A las diez se iniciaría el concurso.
Ya, en el sitio, había asistentes.
Pagó a González con dos billetes de a diez y recibió una escarapela que le dio una muchacha que allí atendía. Le dieron las reglas del concurso. Las leyó. Hizo un gesto de aprobación, firmó unas hojas, afirmó con la cabeza y se fue a buscar su canario.
Sería el concursante número 25. Andrés, llegado a su casa, le dio una fruta y una verdura al canario: lo hacía cada semana. Por unos minutos lo dejó picar un hueso de calcio que le tenía. Y le puso en el agua tres gotas de suplemento vitamínico.
-¿Para qué haces eso?- le preguntó la mama´.
-Para estimularle el canto- respondió.
-Es hermoso cuando canta isas y folias y cuando da las primeras notas de “La Malagueña”. Ojalá lo haga- anotó la mujer. Andrés tomó la jaula y salió. En su camino, Andrés se encontró con Patricia, su amiga, la saludó y el canario cantó. Le gustaban las mujeres.
-Cuando siente un perfume femenino, cierra los ojos por unos segundos, lo aspira, se alegra y canta- le dijo ante él ante el asombro de la muchacha.
Patricia miró al canario y le lanzó un beso y se despidió con un “ojalá ganes”.
El canario jugueteaba yendo y viniendo a la latica del agua. Algo se presentía en el optimismo de quienes sabían que el canario de Andrés participaría en el concurso. Se sabía los primeros acordes de siete canciones. “Pueblito Viejo”, estaba a reventar.
El canario de Luruaco, iba arriba en la puntuación. Cantó dos veces el inicio de “Las Mañanitas”. Lo seguía un canario de Juan de Acosta que cantó el himno nacional pero que al llegar a la parte que dice: “… en surcos de dolores”- se calló. El de Burrusco y el de Cartagena hicieron 25 trinos y el de La Peña, 21. Los demás se fueron en gorjeos, alargues y recuperaciones de canciones como “La cucaracha” y “Los pollitos dicen” y, el de Ponedera, que le faltaba una patica, intentó con los falsetes de las canciones de Alfredo Gutiérrez.
-¡Turno para el numero 25!- dijo una voz por el micrófono.
Andrés pone su canario en la mesa de los jurados. La gente se apretuja. Todas las miradas se concentran en el participante. Los jurados piden silencio y cesa la música del estufero. El canario parece un juguete de plumas. Con las alas se limpia el pico.
-Si no le dan propina, no canta- dice un burlón.
-¡Silencio!- gritó un juez.
El canario voltea la cabeza, mira a Andrés; este le hace: “P!sss! Dos veces, le chasquea los dedos y el canario comienza a cantar. Andrés jadea, suda, le palpita el corazón. Su canario pasa la primera ronda haciendo 34 repiques, cantando 5 isas, 12 folias y el falsete de la “La Malagueña”.
Aplausos no faltaron. Después, un canario viejo de Cascajal, inscrito a última hora, toma la delantera con 23 trinos largos y 34 cortos.
Está reñido el concurso. A “Pueblito Viejo” ha llegado Patricia. Toma una Coca Cola y trae un paraguas.
Andrés la ve en el tumulto, le agita la mano y le sonríe. Pasaron los canarios clasificados y se inicia la segunda y definitiva ronda como los jurados habían acordado. El canario de Juan de Acosta, abre con 44 trinos. Sigue el de Burrusco con 23. El de Luruaco, hace 156. Va a ser el ganador.
-¡Turno para el numero 25!- dice una voz por el micrófono.
Patricia se acerca a la mesa. El canario siente su perfume, cierra los ojos por unos segundos, lo aspira, se alegra y aquello es el disfrute de todos los presentes. El canario de Andrés cantó sin complicaciones, el “Aserejé” , “La Gozadera”, “La Tortuga bajo del agua”, “El Amor comprado”, de Alejo Durán: el “Se va el caimán”, “Pimienta y Sal”, de Aníbal Velázquez y “La vida es un carnaval”, de Celia Cruz, terminando con un pan para pampa pampan…
El triunfo fue abrumador. La salva de aplausos duró cinco minutos… Hubo vivas…Por el patio de “Pueblito Viejo”, Andrés , con su canario en alto, fue paseado en hombros. Le dieron una copa por trofeo y el premio de $500. 000,oo Afuera empezó a llover.
Patricia abrazó a Andrés. Y estos, tomados de la mano, dándose besos, bajo la lluvia salieron…
Andrés sacó de la jaula al preso y lo soltó dejándolo libre. Se lo había prometido si ganaba.
El canario hizo un rodeo sobre la pareja, los miró por última vez y llevándose en el pico las notas de “La Malagueña”, por los aires del mundo se fue…
Canción referente.
https://youtu.be/25B7iJA4WBY