¡Qué sorpresa y qué revelador es ver cómo Vicky Dávila, la excelsa oradora del periodismo, se convierte en el epítome de la «doble moral» que tanto critica de algunos políticos, pueden ir de la mano!

Por Juana de Arco

Su habilidad para señalar la hipocresía de otros mientras encarna el mismo vicio es digna de un manual de autoayuda para la inconsistencia profesional. Es fascinante observar cómo esta periodista, quien alguna vez fue conocida por su papel en medios como TV Hoy y Noticias RCN, ahora se especializa en el arte del “doble estándar”.

La trayectoria de Vicky Dávila, que incluye desde la lamentable pérdida de su esposo hasta el maridaje con el hijo de un exgobernador, parece haber sido una serie de eventos que forjaron su habilidad para la ambigüedad. Tras su paso por la redacción de RCN y su experiencia en Radiosucesos, parece que encontró un nuevo propósito en la vida: elevar la “doble moral” a una forma de arte. No olvidemos que, tras casarse con José Amiro Gnecco Martínez, la «P» que ha venido añadiendo un matiz muy especial a su carrera, parece haberla perseguido desde sus inicios en los medios.

La reciente iniciativa de Vicky Dávila, directora de la revista Semana, ha generado un amplio debate en el ámbito político y mediático. Dávila anunció una gira por Colombia titulada “Vicky en Semana por Colombia”, que comenzará el 28 de agosto en Medellín y recorrerá más de 30 ciudades y regiones del país. Aunque la periodista la presenta como una oportunidad para conectar con los ciudadanos y visibilizar los desafíos y logros regionales, la gira ha sido objeto de críticas por su aparente mezcla de funciones periodísticas y políticas.

La gira de Vicky Dávila levanta sospechas sobre su posible carrera política

Fue así como hace pocos días la misma periodista Vicky Dávila escribió en su cuenta de X, que «El 28 de agosto empieza «Vicky en Semana por Colombia» la primera ciudad será Medellín», obviando el pasado y centrándonos en el mensaje, aparecen los lugares comunes propios de casi cualquier precampaña a un cargo de elección popular en Colombia:

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«recorreré más de 30 ciudades y regiones en los próximos meses para entender mejor sus desafíos y retos y ayudar a visibilizar sus logros.
Lo importante es estar en la calle con los colombianos y tener la oportunidad y el privilegio de escucharlos solo así se logra conectar con los ciudadanos»
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Dávila ha evitado responder a las preguntas sobre su posible aspiración a la Presidencia, que surgieron tras una encuesta de Guarumo y Ecoanalítica, financiada por Semana, en la que ella figura como “posible precandidata”. También ha esquivado los cuestionamientos acerca de cómo, si decide postularse, utilizaría su posición como directora de uno de los medios más influyentes del país sin revelar este potencial conflicto de interés a sus audiencias.

Llegan las críticas contra Vicky Dávila

Los críticos argumentan que, a pesar de su experiencia en el periodismo, Dávila no cuenta con la formación ni la experiencia necesarias en manejo público y procesos gubernamentales, elementos cruciales para liderar un país.

La controversia se intensifica cuando se considera que el periodismo debería mantener una clara distinción de las agendas políticas para preservar su integridad y credibilidad. El uso de medios de comunicación para actividades que pueden interpretarse como una campaña política plantea serias dudas sobre la ética profesional y el impacto de tales movimientos en el entorno político y mediático.

Vicky Dávila, conocida por su carrera en el periodismo colombiano, ante su anuncio ha sido objeto de críticas intensas que apuntan a una evidente contradicción en su labor. Un observador local dejó una opinión que sintetiza bien el sentimiento general:

La observación más irónica es su reciente enfrentamiento con Hassan Nassar, donde el entrevistado le devolvió la bola de la hipocresía y la desnudó en vivo y en directo. Dávila, que en sus días dorados de reportera solía presentar una imagen de imparcialidad, ahora se dedica a arrojar piedras mientras vive en una casa de cristal. La audaz Dávila se presenta como la campeona de la ética periodística, todo mientras su carrera política y sus conexiones familiares parecen ofrecer un desfile interminable de preguntas no respondidas, quedando en la perpetuidad los interrogantes que a secretes gritados todos conocen perfectamente, aunque sus afines quieres tapar, la candela del sol podría quemar en su intento de oculta.

La «P» que algunos foristas comentan en redes, estarían relacionada con palabras como petro, persecución, periodismo, paramilistarismo e incluso presidencia:

Qué delicia es ver cómo la crítica de la “doble moral” se convierte en el último grito de la moda para una periodista cuya carrera ha sido un desfile continuo de saltos estratégicos entre política y medios. Sin duda, la «doble moral» ha encontrado su musa en la figura de Vicky Dávila, quien parece estar en una misión incesante de demostrar que, cuando se trata de ética y principios, el pragmatismo discursal y la pasión básica pueden ir de la mano.

No es sorprendente que Dávila, la mujer cuya carrera ha estado marcada por una incesante búsqueda de “P” (Política, Politólogos, Paras, Polifacéticos, Parcializados, Parapolíticos y ¿para qué?), se convierta en la personificación de esta persecución profesional. La «P» de «perseguida» se alinea perfectamente con su trayectoria llena de intrigas y maniobras. Parece que la persecución por la “P” es su sello personal, donde cada paso en su carrera está marcado por un eco de contradicción y conveniencia.

Finalmente, la “magistral” intervención de Dávila en la entrevista con Nassar indudablemente deja claro que, para ella, la doble moral es menos una crítica a otros y más un marco de referencia personal. Después de todo, ¿qué es la democracia si no un campo de juego para las acrobacias éticas y las contorsiones políticas? Vicky Dávila parece haber encontrado su propio nicho en este circo, y, como siempre, el espectáculo debe continuar.

Así las cosas, se resalta con lo anterior la importancia de una comunicación clara y consistente tanto en el periodismo como en la gestión pública. La mezcla de roles y la falta de cohesión en el mensaje gubernamental subrayan la necesidad de una separación más definida entre las funciones periodísticas y políticas, así como una mayor claridad en la administración pública para evitar malentendidos y mantener la confianza pública.