*Se narra la historia de un hombre ya mayor que durante una celebración de la Fiesta de la Asunción de la Virgen, queda en ridículo delante de todos pretendiendo que dos jovencitas están enamoradas de él, aún sabiendo que ellas solo buscan que les dé costosos y cada vez más costosos regalos
Se narra la historia de un hombre ya mayor que durante una celebración de la Fiesta de la Asunción de la Virgen, queda en ridículo delante de todos pretendiendo que dos jovencitas están enamoradas de él, aún sabiendo que ellas solo buscan que les dé costosos y cada vez más costosos regalos
Cualquiera pensaría que esos hombres maduros, ya pensionados -¡Dios me libre!- que se dejan enredar por los encantos de minifaldas o pantaloncitos calientes de una quinceañera y ahí pierden sus mesadas son cosas de estos tiempos que corren, pero no. Y esas núbiles Lolitas que andan tras los hombres de más edad buscando una transitoria seguridad económica -entregando o no sus cuerpos- tampoco son nuevas.
Los Viejos-Mandarina -como llaman a esos hombres a quienes las más jóvenes “pelan con facilidad»- o las Nenas-Pela Guineos -por la celeridad que se dan en desplumarlos- ya en 1894 hacían parte del panorama universal.
Hace 127 años, Ricardo de la Vega y el músico Tomás Bretón, en 1894, le presentaron al mundo su zarzuela La Verbena de la Paloma, en honor a la Asunción de la Virgen María, guiada por el Espíritu Santo, cuya festividad se conmemora con gran pompa en Madrid, todos los 15 de agosto.
El argumento no es gran cosa: Trata de una dama Antonia que tiene dos sobrinas, Casta y Susana con cuyos novios no está de acuerdo. Ella piensa que no tienen el suficiente dinero y les aconseja que se fijen mejor en Don Hilarión, un boticario de edad algo avanzada, un tanto obeso, pero con una gran fortuna en su haber.
Las jóvenes, aceptan los consejos de su tía y ambas se dejen querer y agasajar del millonario, quien se encuentra satisfecho por el asunto y cree que de verdad, ambas niñas “se mueren por mí”. El final de la obra ya no interesa mucho. Más bien, detengámonos en la forma en que este boticario, está convencido de ser un Don Juan irresistible:
–Una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrid me dan el opio con tal gracia, que no las puedo resistir Y es que las dos, ja ja ja já. Y es que las dos, ja ja ja já se deshacen por verme contento, esperando que llegue el momento en que yo decida, ja ja ja já, cuál de las dos me gusta más, cuál – de – las – dos – me – gusta – más.- son sus orgullosas y ufanas expresiones.
Por cierto que las niñas le han pedido el vestuario más caro que había en Madrid, un par de Mantones de Manila, además de unos collares de oro.
Don Hilarión reflexiona un momento sobre la situación ¿Será que sólo les gusta mi dinero? Así piensa por un momento, pero… pero…¡No importa…!
-Algo me cuestan mis chulapas, pero la cosa es natural. No han de salir a todas horas con un vestido de percal.
Pero también algunas veces se me ha ocurrido preguntar si me querrán estas chiquillas por mi dinero nada más. Pero, ¡ca!
¿Cierto que todo esto parece una estampa de los tiempos que corren? ¿Alguno de ustedes ha tenido amigos veteranos a quienes las jovencitas les quiten el dinero? ¿O conocen a algunas de estas doncellitas prepago, como creo que les dicen?
Bueno, al final de la zarzuela mencionada, las dos adolescentes regresan con sus novios y uno de ellos corretea al gordo burgués que por fin se da cuenta de ha sido burlado.