Por: Reynaldo Mora Mora
Pensar desde un punto de vista progresista el currículo es razonar desde los saberes enseñables con arreglo a las problemáticas sociales del contexto para articular una visión del mundo, usando marcos teóricos, conceptuales y metáforas. El pensamiento más poderoso para un proceso curricular es el pensamiento estratégico. No se trata, solo de pensar contenidos de enseñanza fríos, sino de asumir lo social de lo que se desea enseñar desde su debida acción pedagógica y didáctica. Se trata, de desencadenar estrategias, poniendo en marcha una sola cosa: ¿cómo formo buenos ciudadanos a partir de lo que enseño? Esto lleva a reconfigurar mi ejercicio como docente haciendo realidad esta misionalidad progresista. Por ello, no comparto una visión puramente instrumental y estandarizada de los procesos de formación y rechazo asimismo la ilusión de recetas para la obtención de resultados en las diferentes pruebas que organiza ese frío organismo, como es el Icfes, que supuestamente ellas garantizan la obtención de buenos resultados en todos los rincones del país.
Si bien no creo en recetas, he llegado a creer en cambio que existen principios comunes para una formación integral que responda a los contextos: por ejemplo, un marco de pensamiento crítico que permita a la sociedad disponer de una educación que responda a sus problemáticas. Pensar así, nos obliga a echar una amplia mirada, más abarcadora y articulada del currículo con el entorno social. Esta manera de funcionar depende, de un lado, de las instituciones educativas de “pelear” por sus autonomías. Por el otro, depende también del funcionamiento específico de los procedimientos, de la mentalidad y problemáticas que dinamizan la formación. En consecuencia, la comprensión de un currículo contextualizado y pertinente convoca a la Comunidad Educativa a gestionar una formación integral comprometida con la sociedad. En un escenario educativo como el actual, centrado en intereses y preocupaciones por las pruebas estandarizadas-homogéneas, la responsabilidad inmediata por el no ingreso a la educación superior se hace recaer de lleno sobre los hombros de los estudiantes individuales. La formación integral está siendo reemplazada por la estimulación hacia este artificio irritante de meritocracia y de ascenso social: además, de la imposición forzada a la que se somete a las instituciones educativas de unos patrones rígidos (índices de calidad) con una regulación normativa dándoles peso enorme, esos índices son factores que desconocen las realidades de los contextos, generando más inequidad y exclusión social, más marginamiento. En apariencia, el advenimiento de esta mercancía meritocrática de las pruebas estatales ha despojado el argumento de la principal virtud formativa de una Institución Educativa, cual es, la de formar buenos ciudadanos, que no se ha materializado con las consecuencias sociales graves de más corrupción y más pérdida de valores que encarnan una ética pública presentes en la Constitución Política, CP de 1991.
Para la mayoría de los entendidos, el currículo es un recurso humano producto de la imaginación de los constructores curriculares de un determinado contexto, que hacen uso de la vida cotidiana, por lo tanto, es un recurso extraordinario más que ordinario. Es más, el currículo se contempla característicamente como el alma que da sentido a los lenguajes enseñables para darles pensamiento crítico y acción a los procesos de formación integral. Contrario a esto, los expertos curriculares del Ministerio de Educación Nacional, MEN y del Icfes piensan que el currículo puede arreglárselas sin la vida cotidiana. Yo he llegado a la conclusión de que el currículo, por el contrario, está impregnado por ese mundo, como pensamiento y acción. Nuestro sistema conceptual escolar, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente imbricación obligada del currículo con la vida cotidiana. Entonces, el objetivo de un currículo contextualizado y pertinente es involucrar los saberes enseñables en la búsqueda de formar buenos ciudadanos que propendan por una mayor justicia social. Esto se logra con una buena educación sentimental en valores constitucionales (art. 95, CP), para que el currículo los allegue y los haga compatibles con el enseñar y aprender. Es así, como funciona la mirada crítica e inteligente de los constructores curriculares: anticipa, previene, utiliza información sabida, reconoce, interpreta y propone.
De acuerdo con lo anterior, existen grandes cuestiones en los procesos curriculares que son eternas: 1. Lograr que el currículo promueva la convivencia, la paz interior y exterior en los estudiantes que comparten un mismo territorio: la Escuela; 2. Garantizar el equilibrio entre lo socioafectivo y lo cognitivo. 3. Administrar con sentido humano una Institución Educativa. 4. Garantizar la autonomía, la libertad de pensamiento y acción de educadores y estudiantes, fomentando la justicia social, la cohesión y el interés común, como el norte de la formación en valores. 5. Individualizar los procesos de formación, considerando al individuo como un ser de mejores oportunidades de desarrollo pleno, integral. 6. Favorecer la investigación de las problemáticas sociales. 7. Procurar la garantizacion de una vida digna. 8. Reconocimiento del otro y de las culturas con sus tradiciones, haciéndolas partícipes en la construcción del currículo. 9. Adaptarse a la evolución de los tiempos conservando al mismo tiempo la identidad. 10. Propender por el desarrollo de las capacidades y talentos individuales.
Por ello, el currículo es la imagen de una Institución Educativa, es la historia de los relatos formativos de una Comunidad Educativa. Es el álbum de los saberes. Entonces, ello marca el deseo y la necesidad teórico-práctica de dar a entender que el currículo no se agota, sino que es una herramienta de reflexión muy intensa. El currículo por ello es investigable y cuestionador, con el que esa comunidad construye, reapropia y experimenta las problemáticas sociales, formalizándolas en los saberes enseñables. Todo ello, enmarcado en un nuevo andamiaje armado con retazos y partes de la Constitución Política y de la Ley General de Educación de 1994: contundentes fines, cultura, pensar lo propio, formación de buenos ciudadanos y pensamiento crítico. El currículo es aquí no solamente un nuevo objeto de transformación, sino una nueva manera de identificar problemas y dar sus soluciones. De todos modos, lo innegable es la nueva escena formativa del currículo, en la que se vive la integralidad. Para ello sintetizamos cinco procesos: 1. Un redimensionamiento de la formación integral y planes de estudio. 2. La reformulación de los patrones de diálogo de la Escuela con el contexto. 3. La reelaboración de lo propio en la enseñanza. 4. La consiguiente redefinición del sentido de pertenencia e identidad. 5. El paso del ciudadano escolar al ciudadano como representante de la sociedad para el disfrute de una cierta calidad de vida.
Entonces, la esencia del currículo es entender y hacer experimentar en los actores del proceso de formación integral la importancia del contexto. La afirmación más importante que hemos hecho hasta ahora en este pensar, es que el currículo no es solamente un aspecto más del sistema educativo, es decir, una categoría más. Sostenemos que, por el contrario, que el currículo representa en gran medida un diálogo de la Escuela con la sociedad. Por lo tanto, es una construcción de un hondo pensamiento por lo humano, como lo crítico frente a ese diálogo. El currículo como expresión misional de una Institución Educativa es la gran metáfora que alimenta la enseñanza de los saberes: es una red conceptual de la batalla diaria por formar buenos ciudadanos. Por ello, El es el espejo del sistema educativo, es la concepción integral, es su esencia. Y a través de esta representación permite realizaciones concretas de la vida de una Institución Educativa para favorecer la formación de buenos ciudadanos. Con el currículo proyectamos disposiciones, describimos procesos, inventamos, referimos historias, explicamos lecciones en clase, evaluamos, pero, fundamentalmente hacemos como seres pensantes y actuantes procesos de vivir sin dañar al otro, pensar y obrar solidariamente, porque en la praxis se valora al currículo como significado y oportunidades.