En estos momentos no hay medios para conocer con exactitud el número de colombianos que viven fuera del país, ni en qué condiciones viven; la semana pasada un grupo de compatriotas que viajaron a España se concentraron en las puertas de las oficinas de inmigración en el aeropuerto de Barajas en Madrid para solicitar asilo político, una de las muchas formas para conseguir permanencia en el país ibérico.
Se pensó que con la serie de restricciones que se han implantado en varios países del mundo, con el propósito de aminorar el ingreso de colombianos se produciría una merma en este aspecto, pero ha sido todo lo contrario, el número de aspirantes a salir del país se ha aumentado en los últimos años. Basta con observar las grandes filas de connacionales que se aglomeran en las puertas de los consulados y embajadas con sede en Bogotá para constatar que la intención de salir del país se ha incrementado considerablemente.
Se pensaría que los obstáculos a las migraciones masivas presentados por Estados Unidos y países de la Unión Europea, reducirían el interés de los colombianos por salir en busca de oportunidades laborales, pero esto no es así. El último dato conocido recientemente por LA LIBERTAD estableció que aproximadamente 5 millones y medio de colombianos se encontraban viviendo en el exterior, cerca de 2 millones en Estados Unidos y el resto en Europa y otras partes del mundo; Norteamérica, España y Gran Bretaña siguen siendo los destinos preferidos de los compatriotas que emigran.
Es probable que hoy en día estemos alcanzando la cifra de más de 6 millones de emigrantes y aunque los giros en efectivo de los colombianos que viven y trabajan en el exterior se hayan convertido en una importantísima fuente de ingreso de divisas, el fenómeno tiene una contraparte realmente preocupante: es cada vez mayor el número de profesionales calificados que buscan en el exterior mejores salarios y oportunidades para ejercer su profesión.
Las políticas migratorias de algunos países, por ejemplo Estados Unidos y Francia, a medida que se vuelven más restrictivas en el control de los visados de entrada a sus territorios, estimulan gradualmente la migración de profesionales calificados. En un reciente foro, sobre migraciones internacionales realizado en Bogotá, se lanzó la voz de alerta desde la Dirección de Asuntos Consulares y comunidades colombianas en el exterior, en el sentido de que Colombia no podría responder a la demanda de puestos de trabajo si los compatriotas que viven ilegalmente en el extranjero regresaran a sus lugares de origen. Hasta dónde habrá llegado el peso de las remesas de las que ya hablamos en este mismo espacio editorial hace varios meses, que si las políticas antimigratorias de Estados Unidos y países de la Unión Europea se endurecen hasta el punto de producir la desbandada de los ilegales, la economía de Colombia se vería en aprietos.
Una de las características de estas migraciones es –por un lado– que se ha convertido en fuente de ingreso para nuestra economía y por otro, la disminución de la confianza que numerosos nacionales ponen en el futuro del país. Es posible que nunca se produzca el regreso masivo de los migrantes y que las restricciones legales reduzcan apenas el ritmo de la tendencia hasta estabilizarla. No existen medios para conocer con exactitud el número de colombianos que viven fuera ni para saber en qué condiciones viven ni de qué clase de ocupación derivan su sustento, lo que sí se sabe es que los envíos en dólares a sus familiares se constituyen en una importante fuente de divisas para Colombia.