La hora de cobrar

Por: Pablo Medina Carrasco.

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Ayer, domingo 28 de julio, Venezuela se derramó desde sus cuatro confines para salir a votar. Ahora nos vienen a decir que la gente votó por Maduro.

Esta vez, ríos y ríos de gente, no de mentiras como en la mamarrachada del referéndum consultivo sobre el Esequibo del 3 diciembre pasado, hicieron filas larguísimas mucho antes de que amaneciera, en los centros de votación todavía cerrados. Quienes estaban en Venezuela y tenían el derecho de ir a votar lo hicieron en contra del régimen y de casi tres décadas perdidas miserablemente. ¡O sea esta vez las elecciones las ganó Venezuela!

Lo que ocurre es que con las cucarachas del siglo XXI es imposible ahorrarse el chanchullo electoral. Esperar que la cosa sea fácil, o simplemente por la democrática, no va con ellos. Tienen muy malos ejemplos: Cuba, Nicaragua, Irán, China, Rusia y Palestina son vitrinas de todo aquello que en materia de democracia, justicia y DD.HH. no se debe hacer.

Y la verdad es que nadie puede tener duda alguna sobre el triunfo de Edmundo González ayer en Venezuela. Tocaría revisar cuaderno por cuaderno electoral, contrastarlos con los embustes de las máquinas, cruzarlos con los tickets depositados en las urnas, sacar el bojote de votos creados electrónicamente de la nada gracias a las facilidades que ofrece Indra-Smarmatic a través del “peor sistema electoral del mundo” y poner los resultados que realmente fueron.

Pero, por ahí, por el lado de las cuentas, no se resuelve este asunto. Edmundo ganó de rabo alzao, como Chávez perdió aquel revocatorio de 2004.

En esta oportunidad Venezuela tiene un nuevo presidente electo en comicios democráticos, directos, universales, pero nada secretos. Se trata de Edmundo González Urrutia y el régimen, como era de esperarse, ni por el carajo está dispuesto a entregarle el coroto.

Maduro y sus patoteros nos vuelven a colocar el disco rayado del golpe de estado, del terrorismo en la transmisión de los datos y mil estupideces más: ¡patadas de ahogado! El irrespeto al árbitro electoral, que lo último que puede merecer es respeto; más bien es acreedor de todo el asco, el rechazo y la repulsión por la forma tan delincuencial como manejó el proceso el día de ayer. En especial el delincuente de Elvis Amoroso, campeón de los campeones en cinismo, y el mismísimo capo Diosdado Cabello.

Ahora toca cobrar, no parar hasta hacer efectiva la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano que estas ratas, como es su costumbre, pretenden empastelar para ganarle más tiempo a lo inevitable: ¡ellos se van! Están de salida, llegó la hora de COBRAR pueblo de Venezuela.