“Métales el voto en la jeta a esos malditos”, venezolana en el exilio

La grave crisis humanitaria producida por la ruina de la economía venezolana que llegó a perder más del 70% de su producto interno bruto, sumado a un régimen represor y violador sistemático de derechos humanos produjo la migración de millones de venezolanos, durante los 25 años que tiene el chavismo-madurismo de gobernar a dicho país.

Según ACNUR Venezuela, entre ocho a diez millones de venezolanos han abandonado su país huyendo de la miseria, el desempleo y la ausencia de servicios básicos como salud, acueducto o energía.

Una de esos miles de venezolanos en el exilio, una diseñadora que se identifica en X como @dominosita escribió un conmovedor relato de los múltiples padecimientos y tropiezos que ella y su familia sufrieron cuando estaban en Venezuela, razón por la cual tuvo que refugiarse en Chile.

Esta es la historia.

Métales el voto en la jeta a esos malditos

Esta foto me la recordó John (mi esposo) hoy, así estaba nuestra hija mayor en 2016. Iba con ropa mía porque no había ni siquiera un jabón Las Llaves para lavarle el uniforme, se iba a pie al colegio porque al menos allá podía almorzar y ella no se comía todo, porque se llevaba una taza para compartir con nosotros.

Un día no fue al colegio sino que se fue a pedirle a los vecinos de la urbanización de más abajo que le regalaran comida y llegó con unas galletas María, un pedazo de queso y una harina pan. Me lloró que la dejara salir a la calle a pedir. En esa época, mi marido caminó todo San Antonio y Los Teques con solo agua en el estómago, buscando resolver comida para nosotras, en esas fechas me llamaron del colegio para decirme que la niña estaba llevándose la comida que le daban.

En esas fechas, me quedé sin clientes, sin trabajo, sin entradas y las veces que hice cola, casi termino presa. Me negué a recibir una bolsa Clap, pese a que allegados me insistían, mi convicción era: estos malditos no me van a doblegar.

Lloraba en el baño, hasta quedarme dormida… Un día, en medio de la desesperación, John le pidió a un amigo que por favor, si tenía un kilo de pasta que nos prestara, porque no teníamos que comer y el «amigo» que en ese momento estaba en buena posición económica le dijo: «ven a buscarla puej»… Nosotros estábamos en San Antonio y él estaba en El Mirador, no había manera de que John llegara ahí a pie, lo dejamos así…

Un día, mientras mi hija estaba en el colegio y mi marido estaba en la calle buscando soluciones, pensé en suicidarme, preparé todo y dije. No puedo más… Era una mezcla de odio y frustración, le dije a Dios que no podía seguir viendo a mi hija decirme que tenía hambre.

Que era injusto… porque nosotros estábamos haciendo TODO BIEN! Me quebré, no sin antes maldecir desde el fondo de mis entrañas a todos esos malditos que nos tenían así, los visualizaba en el mismísimo infierno.

Y sonó el teléfono, era mi papá… yo ya no iba a responder nada, estaba «lista», pero mi papá que nunca llama más de una vez, ese día llamó unas 2 o 4 veces seguidas y sólo por eso, salí del estado en que estaba y le contesté, tratando de disimular el llanto.

«Bendición pá»… Me llamaba para decirme que me había depositado 2.000 bolívares (o 2 millones de esa época, ya no sé ni como era el cambio en ese entonces) a mi cuenta, como un regalito para la niña, porque había hecho un trabajo y le había quedado platica…

  • «¿Cómo están todos por allá?»
  • “Todos bien pa, aquí echándole pierna…”
  • «¿Y la niña?»
  • “En la escuela”
  • «¿Está engripada?»
  • “Sí, tengo alergia pa, por eso ando moqueando…”

Me empezó a contar cosas que ya no recuerdo porque en medio de la llamada me disocié por completo y pensé… ¿Qué mierdas estás haciendo? ¿Cómo vas a dejarte vencer así? ¿Acaso eres estúpida? ¿Les vas a dar ese gusto a estos malditos? ¿No crees que Dios te sacará de esta?

Y la tristeza se transformó en un impulso, «no van a poder conmigo», … Mi papá no lo sabe, pero ese día me salvó la vida, solo con una llamada. Mi papá no sabe que me había desmayado de hambre, no tiene por qué saberlo, no lo sabrá jamás.

Pero hoy les cuento esto para que se acuerden de mí, y si leen este relato, vayan a sembrarle el voto en la jeta a esos malditos, porque siempre dije que «yo no tenía por qué irme de mi país, se tenían que ir ellos» y hoy estoy afuera y esa espina la sigo teniendo en el corazón.

El dolor de esos años no se los perdono. Si usted tiene la oportunidad de poner un voto en mi nombre y en el de esa muchachita que como MILLONES estuvieron así de flaquitas POR HAMBRE en esos años, y que HOY todavía TIENEN HAMBRE, métales el voto en la jeta.

Siempre agradeceré a mi buen amigo y hermano @ChoaRobert1 (Robert Ochoa García), quien me apoyó y acompañó en el aprendizaje para hacer sitios web, lo que nos ayudó eventualmente a surfear esa crisis infernal.

Cuando todos nos dieron la espalda, mi buen bro, estaba ahí compartiendo sus conocimientos.

…Somos fuertes, incluso cuando tenemos miedo, siento tu abrazo! Salimos adelante, está experiencia tan lamentable se convirtió en una lección de vida que nos impulsó a avanzar. Pero sé que muchos no pudieron lograrlo, y muchos que siguen ahí…