Una nueva escuela

Por: Judith Esther Martínez Beleño

En la columna de Bayron Bolívar Gil Grau (Julio 19 de 2024: La Libertad, 2ª), nos presenta una cruda realidad del enseñar y el aprender en el sistema educativo colombiano. Es un extraordinario insumo que permite decantar diagnósticamente cada una de las realidades que allí se presentan. Con base en esa descarnada presentación, ¿vamos a seguir diagnosticando la educación, no la tal calidad, sino su presentación y aportación a la sociedad? Lo que hayamos es una desconexión entre lo que se enseña con la vida real de los estudiantes con sus contextos, esto implica relaciones, lo que demanda una comprensión interdisciplinaria mediante una enseñanza y un aprendizaje significativos. Por ejemplo, ¿acaso la Escuela investiga sobre la pobreza y los endeudamientos de las personas más pobres? Porque si el enseñar y el aprender los convertimos en investigación, hallaremos que esta pregunta problematizadora depende de cuestiones de política de Estado, de cuestiones económicas, entre otras variantes.

¿Cómo revertir esta situación? Es esencial olvidarnos de que la supuesta “calidad de la educación” solo se  mide por los resultados obtenidos en estudiantes y las instituciones a través de las pruebas de estado. Frente a esto, intervienen muchos factores, pero pienso que es prioritario la conexión del enseñar con los problemas de la vida, de las familias, valorando potencialmente el contexto para comprenderlo y transformarlo. Aquí es donde tiene que entrar en juego la capacidad de asumir la enseñanza como investigación, lo que genera un gran impacto en el desarrollo y fortalecimiento de la formación integral, pues en este proceso, toda la Comunidad Educativa está implicada, y es esencial encontrar maneras de alterar el prurito de “solo las pruebas con buenos resultados hablan de calidad”. Este actual sistema es una alerta sobre las inquietudes-tendencias que amenazan el futuro de nuestros jóvenes y de la misma democracia.

Lo anterior, porque cada estudiante constituye una historia personal, es una construcción cultural que va en crecimiento y que no puede depender de esa perversión cuántica que son las pruebas estandarizantes, pues representan el temor que tienen padres y estudiantes para el ingreso a la educación superior. Por ello necesitamos de una edad de oro de la actual educación (no basada en esas estandarizaciones frías y sin sentido), que se ligue a las artes y a las humanidades que han sido relegadas por la política mercantilista de las pruebas estatales, impulsadas por los “sacerdotes oficiales del MEN y del ICFES”, necesitamos realizar sueños irrealizables, necesitamos de planteamientos éticos en la formación. Necesitamos docentes con ojos más despiertos, de algún modo videntes, los ojos de un ser humano que conoce a fondo su tarea: formar buenos ciudadanos. Un docente así es una espera viva para la sociedad colombiana. Este docente exploraría este imperativo como una obra de arte. Con esto pretendemos mostrar que hay otras nuevas maneras de ver y conciencizar la visibilidad de las emociones y sentimientos de los estudiantes.

Debemos construir propuestas transgresoras para refutar la homogeneizante política oficial de la “calidad de la educación” para dar otros sentidos a los saberes enseñables, que inviten a docentes y estudiantes a la reflexión y disfrute de formarse como buenos ciudadanos. Se trata de un proceso creativo, destacadamente explorativo y reflexionado a través de la propia creación que haga el docente con sus educandos, lo que viene a destacar una enorme capacidad de trabajar colectivamente, a pesar de los obstáculos, para dar paso a diferentes creaciones: es el resultado de la nueva narrativa pensando la formación de buenos ciudadanos como el lenguaje teórico, práctico y pasión creadora, introspectiva y sobre todo, autónoma. Por ello hay que dejar atrás el canon de la estandarización y de las pruebas estatales. Es todo un reto, como un canto de justicia social educativa con un objetivo muy claro: visibilizar las problemáticas sociales del contexto de los estudiantes. En este proceso hay que rescatar del olvido de tantos maestros cultores de esta pedagogía, que han enriquecido la mirada de la historia de la educación, como algo retador y ambicioso, porque el trabajo educativo-formativo es una declaración política. La práctica pedagógica como obra de arte adquiere su vida propia, teniendo un sentido político: que los estudiantes puedan reflexionar sobre esta profundidad con intensidad, como una necesidad de reafirmación. Aquí el currículo, en el fondo no deja de ser un juego intercultural que retrata a los participantes, tanto como el estado mismo del sistema educativo.

Como docentes tenemos que brillar como símbolos de idoneidad para liderar la cultura creativa en nuestros estudiantes sirviendo como mentores y modelos. Debemos ser contracultura formativa, con un estilo directo en nuestro enseñar, con una actitud desafiante frente a la estandarización y homogeneización del sistema educativo, a fin de dejar una marca significativa en la historia de la educación: nuestro enseñar debe dar cuenta de la vida cotidiana para que aborde los problemas sociales como la pobreza, la corrupción y la paz. Hay que mostrar nuestra práctica pedagógica íntimamente relacionada con estos temas-problemas, a menudos considerados triviales e indeseables, pues, son materia prima para una enseñanza poderosa y significativa. Nuestras experiencias influyen en nuestro estilo de enseñanza, haciéndolo accesible a los estudiantes: este estilo nos permite profundizar en las debilidades humanas, en la fragilidad y fracasos de una forma honesta a los ojos de los estudiantes. Se trata de un enfoque curricular de lo mundano, para conectarlos con la vida cotidiana.

En este proceso hay que reconocer en el currículo su decisiva contribución al desarrollo y fortalecimiento de los valores, como su valiosa imbricación con la Constitución Política, para renovar la realidad educativa, ofreciendo una crítica incisiva de los problemas sociales, políticos y culturales del país: significa “mirar” el contexto de profunda crisis del sistema educativo, percibiendo una honda identidad misional en su transformación. Es la realización de un ejercicio de introspección y cuestionamiento que inspire la reflexión en los estudiantes sobre el pasado y presente de Colombia, con el objetivo de entender las causas de la decadencia de los valores. Por ello, debemos parar en seco esta crisis de identidad, para ponderar la realidad cotidiana en la Escuela a fin de redefinir la normativa curricular desde el pensamiento crítico-constructivo, con la capacidad de ofrecer una visión profunda de la realidad de nuestro país con el objetivo de inspirar cambios y una renovación que resuene en el presente.

Ahora bien, pensar, por ejemplo, los significados de formación y currículo, y sus imaginarios y eventos que ponen en escena estos conceptos en la Escuela contemporánea es apreciar analíticamente las marcas de las descontextualizaciones de los procesos formativos, de sus tiempos, de su falta de promover la hibridez cultural de lo que somos, la perenne política del formato y formalizaciones vacías, que no necesariamente son formativas. Es decir, debemos reconocer y estimar las topografías de los problemas de los contextos, con los que la formación va construyendo la fractibilidad del currículo, y a partir de él, cómo se forman buenos ciudadanos. Aprovechándome de lo anterior diré, entonces, que lo formativo aparece en el camino como la idea central dotada de una expansión axiológica y un sentido abarcador, que es formar integralmente. Entonces, el currículo como un juego de relaciones históricas, sociales y culturales permite la creatividad, la invención y realización de los estudiantes que viven la cotidianidad escolar. Por todo, el currículo es la herramienta que materializa los signos de la misión institucional, formaliza los hechos, actos y percepciones del enseñar y aprender. En esta operación no se pone la vida cotidiana con sus problemáticas en paréntesis, ni se le impone tiempos obligatorios, sino que, ella se materializa, se expresa, se expande y vive, trayéndola a los saberes enseñables, encontrando en ellos su manifestación.

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